Capítulo 33

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Octavia Danvers.

El sol declinaba en el horizonte cuando me crucé con Helena, quien aún permanecía en el pueblo. Le relaté lo acontecido con Oliver y Mike.

—O', esos dos jóvenes están perdidamente enamorados de ti —exclamó Helena con entusiasmo.

Alcé una ceja y solté una carcajada.

—Helena, deja de decir tonterías, eso sería algo imposible. En primer lugar, Mike es solo un buen amigo, muy caballeroso, y Oliver... me aborrece, o bueno, quizás ya no tanto, pero me ha dejado muy en claro sus sentimientos hacia mí. Todo es por las familias.

—Igual que tú, ambos están comenzando a sentir algo, eso significa que están comenzando a amarse —respondió Helena.

—¿De dónde sacas esas conclusiones? Estás equivocada, Hel, así no son las cosas en realidad. Y dudo que puedan cambiar... Al menos no de parte de él, eso me lo dejó muy claro hace un rato.

—Ya lo verás, O'.

—Ajá —dije sin convicción.

—Si no puedes odiarlo más... ¡lo único que faltaría es que llegaras a amarlo! —dijo Helena con una amplia sonrisa.

Abrí los ojos de par en par.

—¿Qué? Definitivamente te has vuelto loca, Helena, ya te pareces a Chris. Eso es imposible y ya no quiero hablar de ricitos de oro, que bastante tengo que soportar su presencia.

—Ay, O', el amor es tan extraño a veces, pero tan romántico. ¡Y mañana tienes una cita con Oliver! Es tan emocionante —suspiró.

Hice una mueca de desagrado.

—Ni me recuerdes, porque no pretendo ir después de lo que acaba de pasar entre los dos. No creo que tenga ganas de verme, ni yo a él.

—Octavia, tienes que ir, nunca se sabe qué pueda pasar en un baile, ¡y además privado! Sabes, O', lo que yo creo es que si Oliver te invitó a un baile solo los dos, es porque te va a contar algo muy importante, no sé, ¿alguna declaración tal vez?

—¿Declaración? Hel, ahora sí te has enloquecido.

—Nada de eso, O'. Si te pones a pensar, ¿por qué querría Oliver un baile privado contigo? Si tan solo quiere bailar, bien podría haber organizado un baile en su casa. Pero no fue así. Tal vez él necesita confesarte algo, o decirte algo muy importante para él. Deberías pensarlo mejor y dejar tu orgullo a un lado e ir a ese baile, al menos para descartar cualquier duda. ¿O acaso no te da curiosidad saber qué te dirá? —preguntó Helena con curiosidad.

Reflexioné por un momento y luego hablé.

—Bueno, pensándolo así, tal vez tengas razón. De acuerdo, iré a ese baile. Solo para descartar cualquier curiosidad que me inquieta.

—¡Perfecto! Ahora, un baile privado es algo romántico, O', debes ir con el mejor vestido que tengas, tienes que lucir hermosa para que Oliver se derrita de amor por ti.

—Helena, ese no es el plan.

Mientras caminábamos por el pueblo charlando y hablando del baile, pasamos por el Bar Polis. Eché un vistazo al interior y me sorprendí al ver a Oliver en aquel lugar, sentado en una de las mesas bebiendo una botella entera de licor.

—¡Helena, mira! —exclamé señalando donde se encontraba Oliver.

Helena abrió los ojos como platos.

—¡Qué hace tu prometido aquí!

—¡Cállate! —dije tapando la boca de Helena—. Vamos a entrar.

—¿Qué? ¡Estás loca, O'! Es un bar... solo los hombres entran allí.

Puse los ojos en blanco.

—Es el Bar Polis, por lo tanto, también soy dueña de este lugar... además, aquí no solo entran hombres, ¿de dónde sacas eso, Hel?

—Bueno... es que papá dice que una dama no debe entrar a un bar —dijo Helena tímidamente.

—Tu padre es un tonto —respondí.

Después de pensarlo un poco, Helena decidió entrar conmigo. Nos acercamos a la mesa donde se encontraba Oliver. Sus ojos se posaron sobre mí.

Sus mejillas estaban sonrojadas.

—¿Qué haces aquí, pecas? —dijo con voz cansada.

—Eso mismo te pregunto, ¿qué haces aquí? —dije mientras cruzaba los brazos.

Oliver sonrió de lado.

—¿Me estás reclamando algo?

Arrugué mis cejas.

—Mi prometido no debería estar aquí dando de qué hablar.

Oliver me miró por unos segundos y luego dio un trago a su bebida.

—Un compromiso forzado... fue lo que dijiste, ¿no?

—Sabes qué, haz lo que quieras, no me importa, no sé ni por qué entré aquí —dije para luego darle la espalda y comenzar a caminar.

—Eres detestable y sin corazón.

Me di la vuelta para ver a Oliver levantarse de su silla y dirigirse a mí.

—Lo aprendí de ti —añadí.

Una risita salió de Oliver.

—Escuchaste eso, Hanna.

—Helena —le corrigió Helena.

—Eso, Helena... tu amiga piensa que el mundo gira a su alrededor, solo piensa en ella, en nadie más.

Fruncí el ceño.

—¿Quién te crees para decir semejante barbaridad?

—La persona a la cual desechaste sin conocerla primero —soltó Oliver.

¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué ricitos de oro actuaba de esa manera? Tal vez los tragos le estaban haciendo efecto y lo hacían decir cosas sin sentido.

—Estás borracho —dije con asco.

—Chicos, deberían calmarse los dos, ¿por qué mejor no salimos de este lugar, sí? —dijo Helena con nerviosismo.

—No tengo nada más que hablar con este idiota —dije.

Oliver sonrió.

—Lo único que sabes hacer es tratarme mal.

—Espera, Oliver, Octavia no quiso decir eso... está en sus días y eso la pone algo sensible e irritante —Helena pasó su mano por su cabellera apenada.

Le di una mirada confusa.

—Irritante siempre lo ha sido —dijo Oliver.

Fruncí el ceño.

—Mira, ricitos de oro, no sabes las ganas que tengo en estos momentos de agarrarte de ese perfecto cabello que tienes y arrastrarte por todo este lugar. Pero no me gusta lidiar con borrachos, vámonos, Helena.

—¡Te odio, Octavia Danvers... te odi...

Un fuerte golpe se escuchó. Helena y yo volteamos para ver a Oliver tirado en el suelo, desmayado.

—¡Octavia, esto es terrible! ¿Qué hacemos? —dijo Helena desesperada.

—Dejarlo aquí —dije.

—¿Qué? ¿Cómo vas a dejarlo aquí? Mira nomás en la condición que se encuentra, pobrecito.

La verdad era que yo tampoco pensaba dejarlo allí tirado. Está bien que no nos lleváramos bien y nos mantuviéramos como perros y gatos, pero eso no quería decir que no sintiera la necesidad de ayudarlo.

—Hay que cargarlo —dije.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora