Capítulo 59

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Mike.

En estos instantes, cuando la bruma de lo cotidiano se disipa, me permito soñar, anhelar que mis pensamientos hallen eco en su alma. Soy consciente de que soy un mero observador en el gran escenario de su vida, pero no puedo evitar desear ser el protagonista de su historia, el que despierte a su lado cada amanecer.

Me consume la pasión que arde en mi pecho. Aunque sé que este amor no puede ser, continúo amándola, y mantengo la esperanza de que algún día su corazón me corresponda con la misma intensidad. Cada momento a su lado es un regalo que el destino me ha concedido. Mi amor por ella, mi dulce enigma, jamás se extinguirá, y seguiré velando sus sueños, incluso cuando la noche dé paso al día.

Permanezco aquí, contemplando a Octavia profundamente dormida. Sus cejas, su cabello, sus labios... se ve tan hermosa mientras duerme, tan vulnerable. Es realmente imposible no caer rendido ante sus encantos.

El día que la conocí, que crucé palabras con ella por primera vez, fue el día más feliz de mi vida. Sabía perfectamente quién era Octavia Danvers. ¿Quién no conoce a la hija de los señores Danvers, la hija del dueño y fundador de "Bar Polis"? Nunca me atreví a acercarme a ella, hasta aquel día, en el baile. Su personalidad imperativa me cautivó, una joven tan alegre, divertida, extrovertida... simplemente no podía dejar pasar la oportunidad de ser su amigo.

«Deseo enamorarla, protegerla, ser el hombre que ella merece...»

Cada vez que sus labios se curvan en una sonrisa, mi corazón palpita con la esperanza de que, de alguna forma, algún día me entregue su amor. Mis ojos se deleitan en cada detalle de su belleza, pero sus ojos nunca se posan en los míos...

Un golpe en la puerta me sobresalta. Me apresuro a abrir.

«¿Quién podría ser a estas horas?» Me pregunto, intrigado.

—Buenos días, señor. Me han encomendado entregar esta carta a la señorita Octavia Danvers. Dicen que es de suma importancia —dice un niño con una sonrisa radiante iluminando su rostro.

—¿Quién la envía? —indago.

—Desconozco al remitente, señor. Yo solo soy un mensajero —responde con una sonrisa inocente.

—Ah, sí, lo siento. Gracias, pequeño —acaricio su cabello con cariño.

El niño permanece en silencio, como si esperara algo más.

Lo miro con curiosidad.

—¿Sucede algo? —pregunto.

—Mi propina, señor —dice el niño, su sonrisa aún presente.

Eres un idiota, Mike.

—Oh, sí, lo siento, niño —busco en el bolsillo de mi pantalón—. Toma un penique por tu trabajo. Muchas gracias. Le daré la carta a la señorita Octavia en cuanto despierte —le dedico una sonrisa al niño y lo veo alejarse corriendo.

Unos minutos después, me siento en el sofá y abro el sobre. Sé que no debería hacerlo, es algo personal, pero mi curiosidad es más fuerte.

De: Oliver Thompson.

Para: Octavia Danvers.

«Mi querida Octavia, te escribo estas líneas para compartir contigo una noticia de gran relevancia. Recientemente he descubierto que el hijo que Verónica esperaba no es de mi sangre. Las palabras no pueden expresar la dicha que me embarga al saberlo. Mi deber me ataba a ella, pero mi corazón siempre ha sido tuyo. Ahora que esta verdad ha salido a la luz, me siento libre de seguir el único camino que mi corazón anhela: el camino que me conduce de regreso a ti. No puedo esperar a estar contigo nuevamente, allí donde el amor y la felicidad siempre han residido.

Estoy en camino hacia tu encuentro, mi amada, y espero que pronto podamos abrazarnos y comenzar nuestra vida juntos, sin obstáculos ni secretos que nos separen.

Con amor eterno, Oliver Thompson.»

Tras leer aquella misiva, quedé inmóvil por un instante, hasta que la voz de Octavia a mis espaldas me sobresaltó.

—¿Qué haces? —preguntó con voz somnolienta.

Guardé rápidamente la carta en el bolsillo de mis pantalones y me dirigí a Octavia.

—Este... nada, solo estaba esperando a que despertaras. ¿Tienes hambre? Prepararé café —me puse de pie y comencé a caminar.

Octavia me miró confundida.

—¿Qué te sucede? Te noto extraño.

—¿Yo? No, nada, nada. Solo... me duele un poco la cabeza, ya sabes, los tragos...

—¡Oh, sí! Yo estoy igual. Siento que mi cabeza estallará de un momento a otro. Creo que no volveré a beber jamás en mi vida, esto es terrible.

—Sí... volveré enseguida —dije, y me alejé.

Si le revelo el contenido de esta carta, si ella llegara a saber que el hijo que aquella mujer esperaba de Oliver no era suyo, su deber y su corazón la llevarían de vuelta a él. Ella lo dejaría todo atrás para reunirse con su verdadero amor, y yo perdería para siempre la cercanía que compartimos.

Mi corazón se debate en un dilema, entre la verdad y la lealtad. Pero revelarle la verdad solo me causaría dolor para mí. Porque la perdería para siempre. Prefiero mantenerla cerca de mí, aunque sea en silencio, que verla partir hacia un amor del pasado.

Debo alejar a Octavia de aquí...

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora