Capítulo 29

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Octavia Danvers.

2 meses después.

Dos lunas han menguado y crecido desde entonces. El tiempo, cual río impetuoso, ha seguido su curso y mi talante hacia Oliver ha experimentado una sutil transformación. Aunque aún nos enzarzamos en disputas de vez en cuando, pues el muchacho puede ser un verdadero incordio cuando se lo propone, he de admitir que encuentro cierta diversión en provocarlo y hacerlo enfadar. Si bien mi odio hacia él se ha disipado, eso no implica que desee desposarlo. No, no lo quiero y no consentiré a ello.

—Ahora no sales de mi casa, ¿acaso pretendes vivir aquí también? —le espeto, con un deje de exasperación en mi voz.

—Y tú estarías encantada de que eso ocurriera, ¿no es así? —replica Oliver, esbozando una sonrisa ladeada, como si conociera un secreto que yo ignoraba.

—Eso sería otra pesadilla para mí —declaro con firmeza, mientras salgo de una de las oficinas de mis hermanos.

Oliver se aproxima, acortando la distancia entre nosotros hasta que nuestros rostros quedan peligrosamente cerca.

—Yo no lo creo —susurra, su voz cargada de una intensidad que me hace estremecer.

Lo miro fijamente por unos instantes, antes de apartarme bruscamente, presa de un nerviosismo creciente.

—Por supuesto que sí, y también sería una pesadilla para ti —replico, intentando mantener la compostura.

Oliver se rasca la nuca, pensativo.

—Sí, claro que lo sería. Por eso he estado reflexionando y he llegado a la conclusión de que tus hermanos deberían renunciar a su parte de la fábrica Polis. Así, el trato quedaría cancelado y todos seríamos felices. Por supuesto, intentaré convencer a mi padre de que este matrimonio no es lo más conveniente para nuestra familia —explica, mientras toma asiento en el sillón con aire despreocupado.

Frunzo el ceño, indignada.

—Eso solo ocurre en tus sueños, ricitos de oro. Mis hermanos jamás renunciarían a lo único que nuestro padre nos dejó en herencia. He comprendido muchas cosas estos últimos dos meses... la fábrica Polis es el legado de nuestro padre. Él la creó, él inventó esos licores y sus sabores. No permitiré que tantos años de esfuerzo se vayan por la borda. Tu padre solo compró una parte, el resto nos pertenece a nosotros, sus hijos. Y no sé cómo, pero encontraré la manera de saldar esa deuda para no deberle favores a tu padre —afirmo, con una convicción que me sorprende incluso a mí misma.

—Herencia que, por cierto, tu padre perdió y que gracias a mi padre aún conservan ustedes —contraataca Oliver, con una sonrisa burlona.

—Saldaremos la deuda —insisto, negándome a ceder.

Oliver guarda silencio por un momento, sus ojos clavados en los míos. Luego, una sonrisa arrogante se dibuja en sus labios.

—Eres optimista, Pecas. Te advierto, querida, que el afecto que sientes por mí no debe convertirse en un amor desmesurado. No te enamores de mí, por tu propio bien, pues el amor solo ha traído desdichas a mi vida —declara, con una soberbia que me exaspera.

—Eso no ocurrirá ni en los sueños más descabellados. Hablas con excesiva seguridad, ricitos —una sonrisa burlona se dibuja en mis labios.

Oliver juguetea con su pluma, luego alza la mirada hacia mí.

—Solo abrigo la esperanza de que... tus afectos no se inclinen hacia mi persona.

—Jamás mi corazón sucumbiría ante tus encantos, no te engañes con vanas ilusiones —pronuncio con firmeza, abandonando presurosamente la oficina para refugiarme en mi santuario de pintura.

Tomo asiento en la butaca, mis dedos se entrelazan con los pinceles y comienzo a dar vida al lienzo.

Las ideas, cual musas inspiradoras, suelen fluir con mayor libertad cuando me sumerjo en el arte de la pintura.

¿Qué absurdas pretensiones alberga ricitos de oro? Jamás permitiré que mi corazón se entregue a él. Nuestras almas no hallan consonancia, ni en el presente ni en el porvenir.

Debo concentrar mis pensamientos en hallar una solución.

—¿Puedo pasar?

Giro mi rostro para encontrar a Chris erguido en el umbral.

—Adelante  —respondo sin apartar la mirada de mi obra en desarrollo.

Chris toma asiento a mi lado en una de las butacas.

—Es un prodigio la manera en que dominas el pincel —sus palabras rebosan admiración mientras contempla mi pintura.

Una sonrisa adorna mi rostro.

—¿Y desde cuándo albergas tales pensamientos sobre mi persona?

—Oh, desde que eras una niña. Siempre supe que atesorabas un talento singular.

—Chris... —dejo caer el pincel—. Tú eres distinto a Levi, pero también he llegado a comprender que Levi no es tan malvado como antaño creía. Tras esa fachada de bravucón se oculta un hombre y un hermano que me ama y me protege. Lo descubrí aquella noche...

—Imploro tu perdón por mi aparente indiferencia, O'. Mi único deseo es lo mejor para mi querida hermana. Aunque pudieras percibirme como arrogante o excesivamente severo, créeme que esa no era la imagen que anhelaba proyectar en ti. Lo mismo puedo afirmar de Levi, él te quiere y desea lo mejor para ti, aunque tal vez no lo manifieste con la frecuencia que desearías.

—Levi es tu antítesis en todos los sentidos. Parece deleitarse en llevarme la contraria en cada ocasión... pero algo ha cambiado en él últimamente —un suspiro escapa de mis labios—. A veces solo anhelo que me comprenda, aunque sea por un instante.

Chris se aproxima para envolverme en un cálido abrazo.

—Nunca estarás sola, O'. Me tienes a mí... y a Levi.

Una lágrima furtiva se desliza por mi mejilla.

—Los quiero, a ti y a Levi.

—Y nosotros a ti, O'.

Tras unos instantes de silencio, Chris rompe la quietud.

—¿Cómo marchan las cosas con Oliver? Observo que vuestras disputas han disminuido.

Otro suspiro escapa de mi pecho.

—Ricitos de oro es un arrogante, necio y un insensato. Es cierto que nuestras rencillas han mermado, pero aún así, en ocasiones, desearía arrancarle la cabeza. Se complace en provocarme.

Chris suelta una carcajada.

—Así es como suelen comenzar las más grandes historias de amor.

Una mueca de desaprobación se dibuja en mi rostro.

—Chris, ¿acaso has perdido el juicio? Oliver no es el tipo de hombre que conquistaría mi corazón. Jamás he contemplado la idea de enamorarme, y mucho menos ahora. Si he de ser sincera... anhelo la soledad para concentrarme en mi pintura y reflexionar. Puesto que vosotros no tomáis acción alguna para recuperar el Bar Polis, entonces yo me encargaré de ello.

Chris esboza una sonrisa.

— ¿Y cómo piensas lograrlo?

—Aún no he hallado la respuesta, pero se  las revelaré tan pronto como encuentre una solución.

—De acuerdo, hermana. Y en cuanto a Oliver... Nunca olvides que el amor verdadero es capaz de derribar cualquier obstáculo que tú misma erijas en su camino —guiña un ojo antes de retirarse.

«Jamás sucederá tal cosa», me digo a mí misma en la intimidad de mis pensamientos.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora