2. LA ENTREVISTA

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—Sr. Black la aspirante a asistente ha llegado —indica Kennedy #2 por el teléfono, el murmullo de una voz de hombre sale por el altavoz, pero es tan suave y baja, que no entiendo lo que dice en inglés—. El Sr. Black sigue ocupado —informa después de colgar, me preocupo que haya venido para nada y peor aún, tener que decirle a Chema que ni siquiera me entrevistaron para el trabajo—, así que firmarás conmigo el contrato.

¿Firmar? ¿Ya así nada más?

—¿No me va a entrevistar? —cuestiono confundida, a los trabajos a los que me he presentado me ha preguntado de todo, hasta cuántas veces voy al baño, eso fue para un mini market, donde al parecer solo puedes ir una vez al baño en tu turno.

Ella resopla.

—¿Qué edad tienes? —pregunta sin verme, tecleando algo en su móvil súper fino, con sus larguísimas uñas.

—Veintiuno —respondo de inmediato.

—¿Eres inmigrante?

—Sí, soy de México.

—¿Tienes tus papeles en orden o viniste ilegalmente?

—Tengo una visa provisional.

—¿Hablas bien el inglés?

O sea, me está hablando en inglés y me pregunta si hablo el inglés.

—Yo diría que un sesenta a setenta porciento.

—¿Tienes disponibilidad de horario?

—Sí.

—¿Facilidad para viajar?

—Sí. —Omito decir que no tengo dinero para hacerlo, si me van hacer viajar, ellos deben pagar todo.

—¿Tienes disponibilidad de horario?

—Eso ya me lo preguntó —le recuerdo.

—Solo quiero asegurarme que entiendes que el trabajo es de tiempo completo.

¿Cuánto es tiempo completo? ¿Ocho horas? ¿Doce horas?

—Sí tengo —reconfirmo.

—¿Sabes las funciones básicas de una asistente personal?

Hummm.

Frunzo el ceño. En la secundaria y preparatoria hice carrera técnica de secretariado, supongo que una asistente personal debe ser algo similar.

—Sí —respondo segura.

—¿Tienes capacidad de trabajar bajo presión?

—Sí. —Nunca he trabajado de asistente en una oficina, pero no creo que sea tan difícil.

—¿Segura que tienes disponibilidad de horario? —pregunta por tercera vez.

—Sí, la tengo —rumio comenzando a exasperarme.

—Este es el contrato —dice extendiendo el papel hacia mí, es solo un par de hojas.

Nunca he firmado un contrato de trabajo, ya que sólo he tenido trabajos informales, en los que no debo firmar nada pues, así que supongo que no es raro que tenga apenas algunas líneas en cada hoja, donde resumido, dice mi sueldo, el cuál no puedo creer.

—¿De verdad me van a pagar tres mil quinientos dólares semanales?

—Sí, siempre y cuando concluyas el período de prueba de quince días, si renuncias antes, no se te hace pago alguno por los días laborados, lo dice ahí.

Termino de leer el documento, corroborando lo que dice. Se remarca con letras negritas la disponibilidad de horario. Vale, ya entendí que debo venderle mi alma al diablo en este trabajo, y yo que me quejaba de no encontrar empleo en una fábrica negrera.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora