31. UNA SEMANA

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Hacía seis noches que no podía dormir más que un par de horas, aunque tampoco es que haya dormido mucho, pero al menos descansé un poco más. Me levanto arrastrando mi alma por el suelo y miro mi desastroso rostro en el espejo. Me veo terrible, mis ojos están inflamados de tanto llorar anoche.

Todo estaba bien hasta que entré al departamento y tuve que contarle a Chema lo que pasó, entonces todo me cayó encima. Me despidieron. El Sr. Black me despidió. No solo perdí mi trabajo, tampoco lo volveré a ver después de hoy, si es que lo veo.

Aunque estoy menos preocupada por lo económico gracias a la oferta de trabajo de Jayden Summers, lo que verdaderamente me vuelve a llenar los ojos de lágrimas es él, mi jefe. Ex jefe. No sé cómo lo hizo, pero en solo una semana de trabajo, el Sr. Black se volvió demasiado importante para mi vida.

Demasiado.

Y eso me duele mucho cada vez que recuerdo la última mirada que me dio. Suspiro y me meto a la ducha, debo ir a la oficina a firmar mi carta de despido, entregar el móvil y la tableta de la empresa y ver si puedo conseguir la carta de recomendación que me pidió Jay. Además debo recuperar mi bolso. Me visto sencilla, con mis jeans desilachados oscuros, una remera negra sin mangas y unas flats negras. Cómo si estuviera de luto.

La ropa que compré para la oficina está en su mayoría usada, porque no he lavado de nuevo. Recojo mi largo cabello en una coleta alta y no me tomo la molestia de maquillarme, si lo hago, solo me voy a irritar más los ojos y los tengo demasiado rojos. Tomo un analgésico para el dolor de cabeza y me coloco unos lentes oscuros de Chema para salir.

Él aún duerme, por lo que no hago ruido, se quedó despierto conmigo hasta tarde, consolándome y diciendo que no me preocupe, que esta semana le ha ido muy bien en propinas, pero lo que él no sabía es que no lloraba por el salario que perdí, sino por el hombre que perdí, aunque realmente nunca ha sido mío.

Son las ocho de la mañana y el cielo está bastante nublado, comienzo a caminar con calma, no tengo ninguna prisa por llegar y terminar del todo la relación con la productora. Sin embargo, pareciera que el tiempo se detiene mientras camino y llego antes de darme cuenta. Respiro profundo y empujo los cristales tintados de la entrada.

Kennedy #1 me mira de arriba abajo y ahoga una risilla. La ignoro por completo y avanzo hasta la oficina de Kennedy #2 sin quitarme los lentes. Esta también me mira como si fuera un extraterrestre, pero lo que más me sorprende es que no diga nada, que ni siquiera me detenga cuando avanzo hacia la puerta que divide a los pasillos.

Podría entregarle las cosas a ella, pero prefiero entregarlas al Sr. Black y verlo una última vez. La puerta de su oficina está entre abierta, puedo escucharlo discutir con alguien por teléfono, con esa voz baja y fría. Quizá no sea el mejor momento para abordarlo, pero no quiero seguir alargando la tortura, por lo que empujo la puerta, entro y cierro.

Él me mira y parpadea dos veces, tiene grandes ojeras que nunca le había visto antes, su cabello no está tan perfecto cómo todos los días y no lleva la corbata, es extraño no verlo impoluto, pero por algún motivo, me agita los latidos su imagen. Cuelga la llamada y dejar el móvil sobre el escritorio. Avanzo despacio y dejo la tableta y mi móvil también sobre la superficie y antes que pueda hablar, él se me adelanta.

—¿Por qué carajos tiene el móvil apagado, Candy? Le he llamado desde muy temprano.

Parpadeo.

No sé cómo responder a esa pregunta.

—¿Y qué es esta maldita hora de llegar? —sisea, lo que me hace fruncir el ceño.

Si ya no es mi jefe, no tengo por qué seguir soportando sus malos tratos, por mucho que me encante, ya no es mi jefe para hablarme así.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora