Después de la inauguración oficial, hecha por un animadora bastante sugerente, comienza la cena. Todo va de maravilla, hasta que llega el momento de sentarnos en la mesa que nos corresponde y descubro que también está presente el señor Herbert Black. Mi jefe lo saluda de manera rígida, mientras su padre hace un explaye de orgullo paternal, si no conociera la historia entre ellos, me creería que es un padre amoroso y orgulloso de su hijo.
—Veo que sigues teniendo a tu asistente —comenta Herbert, por algún motivo, lo percibí de forma desagradable—. Debe ser muy eficiente para que aún no la hayas despedido después de la vergüenza que te hizo pasar el viernes.
Frunzo el ceño al notar la forma en la que dijo eficiente.
—Hace bien su trabajo —responde el Sr. Black.
—Me imagino. —Su mirada me recorre de arriba abajo y me hace sentir tan incómoda, que me arrepiento de haberme puesto este vestido.
—Tomemos asiento —dice un tercer hombre, el anciano con la fábrica de juguetes sexuales, Damien.
El jefe toma mi cintura, donde su mano se posa siento un cosquilleo intenso esparcirse hacia mí vientre y a mis pezones.
—Siéntese aquí, Candy —indica, posicionándome de lado derecho y se interpone entre su padre y yo, ya que Herbert pretendía sentarse a mi lado.
—¿Este asiento está desocupado? —pregunta Jayden, toma la silla y la abre para sentarse también a mi lado.
—Tu mesa es la de allá —señala el jefe con una cabezada.
—Pero creo que esta es más interesante —responde Jay despreocupado—, además sería un delito dejar a mi asistente en medio de tanto viejo aburrido.
Carraspeo para ocultar una risa.
Lo cierto es que sí hay muchos viejos en la mesa en la que nos ubicamos y soy la única mujer.
—Si te parecemos aburridos te contradices a ti mismo al pensar que es más interesante que la que se te designó —refuta Damien.
—Porque lo interesante está a mi lado, mi nueva asistente.
Bajo el rostro, quisiera esconderme debajo de la mesa después de lo que dijo.
—Candy no es tu asistente —aclara el jefe.
—Pero lo será a partir del próximo lunes —refuta Jayden y cada palabra que pronuncia incrementa mis ganas de salir corriendo.
—¿Entonces ya te despidieron? —cuestiona Herbert hacia mí, enarca una ceja y una sonrisa desagradable toma su rostro.
Entiendo perfecto a lo que se refiere con ese despidieron.
—No —se adelanta mi jefe—, no ha sido despedida y no es asistente de Jayden.
—Pero va a cambiar de trabajo, por algún motivo debe ser —refuta Herbert—, y ya nos imaginamos cuál es, conociéndote, Monty.
Que hombre tan odioso.
—Se acaba mi contrato —hablo por primera vez—, esa es la razón por la que trabajaré en SGP, Sr. Black —puntualizo.
—¿Y por qué no te quedas en Black Productions? Si terminas el contrato de prueba y eres tan eficiente como dice Monty ¿por qué te vas?
Trago grueso.
El jefe me mira.
Todos me miran y yo no sé dónde meter la cara.
—Es obvio, Herbert —intercede Jayden—, por mí, porque trabajar para mí es mejor que trabajar para el histérico de tu hijo y sus mil alergias.
Noto como mi jefe aprieta la mandíbula.
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LA ASISTENTE PERFECTA
Romance¿Cuál es el trabajo de tu sueños? ¿El qué te paga un sueldo con el que jamás habías soñado? ¿O en el qué tienes un jefe ardiente como el infierno? ¿Y si se juntan ambos en uno solo? ¿Qué estarías dispuesta a hacer para conservar el mejor trabajo del...