5. RESPONSABILIDADES

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Salgo detrás de él, corro para alcanzarlo mientras atraviesa la oficina de la Kennedy #2, que se desvive por él. Lo sigo hasta la salida donde se detiene en la acera, como esperando algo.

—¿Y mi auto?

—¿Su auto? —Miro en todas direcciones, no sé cuál es su auto.

—¿Pediste mi auto?

¿Qué si pedí su auto? ¿Y yo cómo voy a saber que tenía que pedirlo? ¿Pedirlo a quién?

—Ya pedí su auto, Sr. Black —dice la Kennedy #1, agitando sus falsas pestañas—, estará aquí en unos segundos.

Dicho esto, dos segundos después, un lujosísimo auto negro se estaciona delante de nosotros y desciende un hombre para abrirle la puerta a mi jefe. El Sr. Black lo aborda sin decir una sola palabra, ni mirar a la Kennedy #1 que suspira detrás de él.

Me da pena ajena.

La Kennedy #1 da un empujón a mi hombro para que me mueva, el chofer aguarda con la puerta abierta y con un gesto de impaciencia. Subo también al vehículo, que por dentro es increíble, el chofer cierra la puerta y yo me hago pequeña a lado de este hombre sexy y fastidioso.

¿Y si es un tratante de blancas y me está secuestrando?

¿Por qué me subí al auto de un desconocido?

Ah sí, es mi jefe. Además yo no soy blanca, así que no puede venderme. ¿Cierto? El estómago se me aprieta cuando da una vista rápida hacia mí, que lo miro con terror, aquí dentro de este auto todo negro, parece más un vampiro que nunca.

—¿Me va a chupar la sangre? —pregunto aterrada—. ¿O me va a secuestrar y venderme como esclava?

Por primera vez, noto un indicio de sonrisa que no pasa de ahí, creo que no fue una sonrisa, tal vez fue un espasmo por un cólico.

—Subiste al auto por tu propio pie, no es un secuestro.

Entonces sí es un secuestro.

—Sr. Black, soy muy joven y no he cumplido mis fantasías sexuales aún, por favor no me asesine y descuartice —suplico—, si me va a chupar la sangre, conviértame en un vampiro sexy como usted, pero no me mate, nunca he hecho un trío y acabo de descubrir en esa habitación donde estaban grabando que quiero hacerlo.

Me mira con interés, ladeando la cabeza.

—¿Puede decirle a Roney a dónde debemos dirigirnos para el almuerzo y dejar de parlotear tonterías?

¿Decirle qué?

—¿De-decirle a dónde vamos? ¿Cómo voy a saber a dónde me lleva a secuestrar? ¿Acaso puedo elegir?

El Sr. Black cierra los ojos y resopla.

—Descuide señor —habla el tal Roney—, Cheryl acaba de mandarme la ubicación del restaurante. —Pone el auto en movimiento, integrándose en el tráfico de la Quinta Avenida.

¿Quién es Cheryl?

—Kennedy se...

—Candy —lo corrijo por tercera o cuarta vez, ya no me acuerdo—, me llamo Candy Ruiz.

—Se supone que es mi asistente personal y debe de estar al tanto de todo lo que concierne a mí. ¿De verdad está capacitada para este trabajo? Nunca he despedido a nadie, pero creo que con usted voy a saber lo que se siente.

Hijo de puta, cabrón.

¿Me está amenazando?

—Pero si no me dice cuales son mis responsabilidades, ¿cómo quiere que las sepa? —replico, ofendida de que dude de mis capacidades.

—Kennedy debió decírselas.

—Pues no lo hizo —refuto cruzándome de brazos. Él exhala.

—Básicamente mi asistente se encarga de organizar mi vida, facilitarme cualquier cosa que necesite, tener mi café a tiempo, asegurarse que mis cuentas van al día, que todo está limpio como me gusta, que la comida no me da alergia, que el sol no me de directamente, que no hay mujeres histéricas llamando y acosándome, que llegue a tiempo a mis citas, que no olvide que debo llamar a mi madre y que no tenga que preocuparme por estarle recordando cuál es su trabajo —finaliza, etéreo cómo es él, ni siquiera gesticula mínimamente.

—Ok, entiendo —aseguro, aunque realmente no entiendo, este hombre no necesita una asistente, necesita una niñera—. ¿Toda esa información se la pido a Kennedy o usted me dice cuales son sus alergias?

—La más importante es al sol —aclara, mis comisuras se elevan un poco sin pretenderlo.

—¿Entonces no es un vampiro? —aprieto los labios para no reírme.

—Si lo fuera, muy seguramente no mordería cuellos, iría por las arterias pudendas —replica, vacío de expresiones—. Kennedy debe darle toda la información.

—La pediré cuando regresemos —aseguro, borrando la sonrisa de mis labios y preguntándome cuales son las arterias pudendas.

El resto del camino va callado, mensajeando con alguien, por lo que yo también saco mi móvil y le mando un mensaje a Chema, para contarle la buena noticia y decirle que regreso por la noche.

«Tengo trabajo, mi jefe es un sexy vampiro que va a chuparme las arterias pudendas. Y a parte me van a pagar tres mil quinientos dólares por ello, soy una perra afortunadaaaaa»

Finalizo con emojis de la carita con ojitos de signo de dólares y le doy enviar. No tarda ni tres segundos en estar en línea y responder a mí mensaje.

«Felicidades señorita asistente personal, no dejes que te chupeteen mucho, no me preguntes cómo o por qué, pero sé que las arterias pudendas están en la vagina, si te pagan por ello, entonces no eres asistente, eres la zorra de tu jefe»

Casi me atraganto con lo de las arterias. Miro de reojo a mi jefe, tan serio y odioso que se ve y le gusta chupar vaginas. Bueno, repito que yo me dejaría chupar lo que sea por él. Ojalá lo haga, así eso me convierta en una zorra como dice Chema.

«Ahora quiero que en verdad me las chupe. Regreso por la noche y te cuento, besos»

No me espero a ver su respuesta, guardo el móvil cuando el auto se detiene frente a su restaurante asquerosamente lujoso y la boca se me hace agua, tengo hambre, desayuné muy poco y ahora que veo este lugar, las tripas me rugen.

Bajo del auto junto con mi jefe y camino detrás de él para ingresar en el restaurante, observo boquiabierta la ostentosidad. Lo recibe un hombre trajeado y algo mayor, se nota que es cliente frecuente porque lo saluda por su nombre.

—Sr. Black, que gusto tenerlo aquí hoy, su mesa está lista —apunta el recepcionista.

—¿Ya llegó Minnie?

—Aquí estoy, querido —dice una voz de mujer a nuestra espalda, giro para ver a la recién llegada que no se puede definir como nada menos, que una divinidad.

Súper alta, rubia, labios gruesos y ojos atrevidos, unas tetas increíblemente grandes, cintura pequeña y un culo que debe ser operado, porque no puede tener esas nalgas teniendo una mini cintura. Todo eso metido en un entallado vestido rojo y trepada en unos tacones de aproximadamente diez centímetros.

Automáticamente mi cabeza la nombra como Jessica Rabbit.

—Los guiaremos a su mesa —indica el hombre, mientras mi jefe recibe besuqueos por parte de la rubia tetona.

Cuando vamos a entrar el sujeto me detiene.

—Su vestuario no es admitido —dice el hombre, no es grosero pero tampoco amable.

—Soy la asistente del Sr. Black —aclaro—, debo entrar con él.

Tanto mi jefe como Jessica Rabbit voltean a verme, ella me examina de arriba abajo, con curiosidad mezclada con cierto recelo.

—Lo siento señor, tenemos normas —se disculpa con mi jefe, el cual asiente para mí sorpresa.

—Aguarda en el auto Kennedy, dile a Roney que te lleve a un Subway a comer.

Y sin más da la vuelta y camina con la rubia tetona colgada de su brazo.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora