48. SHOCK

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—María, al fin decidiste dejar de usar tu nombre artístico —comenta Irina, deja un beso superficial en la mejilla de la mujer que no le quita los ojos de encima al Sr. Black.

—Esas épocas quedaron atrás —dice con una media sonrisa falsa—, ahora soy una mujer casada.

Exhibe su mano con llena de anillos, pero do resaltan en su anular, uno de compromiso y otro de matrimonio. El Sr. Black permanece tenso y con gesto serio y por alguna razón su actitud me causa que mi estómago se apriete.

Él está afectado por la presencia de ella.

Aunque nadie ha dicho su nombre artístico estoy segura que se trata de la tal Maya Green.

—Vamos a sentarnos, no deben tardar en comenzar a servir la cena —propone Irina, cortando la tensión del ambiente. La mujer esa no deja de mirar al Sr. Black, Herbert a mí, el jefe a su padre y yo tratando de no mirar a nadie en especial.

—Necesito ir al baño —susurro, debo poner en orden mis pensamientos y controlar las ganas que tengo de correr lejos de aquí.

—La acompaño, Candy —se ofrece el jefe, sin embargo, niego.

—Gracias, señor, pero no es necesario, solo será un minuto.

Me deshago de su brazo y comienzo a caminar hacia el baño, procurando que no se note mi necesidad de alejarme de todo. Una vez que estoy dentro corro a meterme a uno de los cubículos y encerrarme  ahí, sosteniendo mi cabeza con ambas manos.

Esa es la tal Maya.

La tipa que estuvo comprometida con mi jefe. Es hermosa a pesar de ya no ser tan joven, pero lo que más me afecta son las similitudes entre nosotras. No es que nos parezcamos, nuestras facciones y complexión son totalmente distintas, pero no puedo pasar por alto el detalle de nuestro cabello y el color de ojos.

Se llama María, es latina, se nota en su acento.

«Mexicana, interesante».

«¿Eres mexicana?»

«Es un gusto conocer a la asistente mexicana de Monty».

Mexicana, mexicana, mexicana. Todo el mundo hacía referencia a que era mexicana. Maya es mexicana también, lo sé.  Mis manos tiemblan por todos los pensamientos que se me acumulan en la cabeza.

No puede ser tan desgraciado de haberse fijado en mí por ese motivo.

Sollozo.

También niego.

Parpadeo repetidas veces para deshacerme de las lágrimas y no arruinar mi maquillaje. Respiro profundo una y otra vez, buscando calma para pensar que hacer, como comportarme frente a estas personas, pero no puedo dejar de sentir un dolor clavado en mi corazón.

Él no se fijó en mí por parecerme a ella.

Lo repito como un mantra, necesito creérmelo, porque de otra forma, no sé cómo voy a regresar al salón y mirarlo a los ojos. No sé cómo voy a dormir en la misma habitación que él.

Quizá pueda pedirle asilo a Vlady.

O a Emet, o a Jayden.

Seguramente alguno accederá a dejarme dormir en su habitación para no tener que enfrentar al Sr. Black, porque no voy a poder mantener la boca cerrada y no quiero que me confirme mis sospechas, que si le gusto es porque le recuerdo a Maya, porque eso sería devastador para mí.

Sollozo de nuevo. Tapo mi boca para ahogar el sonido, hay pasos fuera del cubículo, por lo que debe haber alguien más en el baño. Siento mis ojos volver a humedecerse y debo parpadear de nuevo para evitar que las lágrimas salgan.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora