14. WASABI

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Si hay algo que tenemos las mujeres de mi pueblo, es el orgullo que nos llega hasta el cielo. Las palabras del Sr. Black no solo me bajaron la calentura como si tuviera hielitos en la vagina, también me hicieron aterrizar en la realidad.

Él nunca se fijaría en alguien como yo.

Una inmigrante de un pueblo desconocido, porque ni siquiera en mi propio país lo conocen. Que no tiene una carrera, clase y fortuna. Que no es modelo o actriz porno con un cuerpo perfecto, una melena de comercial o labios provocadores.

Solo soy Candy, su asistente.

Me acomodo de nuevo en el sillón y continúo viendo la película sin prestarle realmente atención. Ya no me importa ver cómo la mujer esa es follada por mi jefe, como chupa sus tetas hasta enrojecerlas y como la besa queriendo devorarla.

Todo lo que yo deseaba, pero que él me ha dejado claro que, si sucede, me convertiría en una más del montón. Y yo no quiero ser una más porque realmente necesito el trabajo, independiente a tener un jefe por el cual traigo las bragas mojadas desde que lo conocí, quiero el trabajo.

Termino de ver la película en silencio, cuando termina, me levanto junto con mi jefe para salir de la sala. Reviso la tableta, tiene dos horas libres, antes de ir a una cita para el almuerzo, y desde ya me imagino que será con una de sus amiguitas.

Mi alarma para el café vibra y salgo de la oficina dejándolo solo, para ir a buscar el espresso, al entrar en la oficina de Kennedy #2 noto que está cuchicheando algo con Kennedy #1 y ambas guardan silencio al verme aparecer.

—Tranquilas, pueden seguir con el chisme, sólo vengo por el café, que no se note que estaban hablando de mí —digo molesta, por ellas, por mi jefe y por ser tan tonta de encandilar me con un hombre al cuál tengo poco más de un día de conocer.

—Alguien no está de buen humor —se burla la Kennedy #1, simulando hablar en voz baja con la otra rubia hueca, pero perfectamente puedo escucharla.

—¿Será porque pasó por la sala de edición y no le hicieron nada? No traería ese rostro si el Sr. Black le hubiese dado las atenciones que le da a todas —agrega la Kennedy #2.

—¿Y tú creías que el jefe se iba a fijar en ella? El jefe tiene buen gusto.

Estúpidas.

Tomo el café fingiendo no haber escuchado sus graciosos comentarios, no les daré el gusto de verme afectada por ello y por lo que pasó en el mini cine. Sí, me dolió, no lo niego, mi vanidad femenina quedó pisoteada por ese apuesto, engreído y estúpido hombre que es mi jefe.

Ahora solo me queda mantener mi fachada de asistente perfecta, que viene solo a trabajar y no a suspirar y fantasear con follar al jefe sobre su sillón reclinable.

Mientras regreso a la oficina el móvil de enlace con el de mi jefe suena, rápidamente lo levanto y veo el nombre de quién llama, es una mujer. Resoplo y tomo la llamada, antes que pueda contestar, la persona del otro lado habla con voz gruesa y demandante.

—Con Monty —dice secamente.

—¿Quién le habla? —pregunto a pesar de haber visto su nombre en la pantalla.

—Minnie —sisea—, ¿eres la mujercita mal vestida de ayer?

Mal vestida.

—Soy Candy Ruiz —digo con firmeza—, la asistente del Sr. Black y en este momento está en una reunión y no puede atenderla, señorita Minnie, puede dejarle un mensaje si gusta.

—Quiero hablar con él —exige.

—Entonces intente más tarde que esté desocupado.

Cuelga sin responder. Me guardo el móvil en la bolsa de la blusa y entro en la oficina mientras mi jefe lee algo en su computadora. Dejo el café frente a él y sin decir más, me siento en mi silla y saco la tableta para seguir leyendo toda la información que hay sobre él.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora