50. LO TOMAS O LO DEJAS

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Por un instante contemplo la posibilidad de quedarme y seguir discutiendo con él, pero lo que acaba de decir fue devastador y no encuentro argumentos en mi interior que me motiven a intentar arreglar esto. No tiene arreglo, ni yo confío en él, ni el confía en mí para decirme las cosas como son.

Me dijo inmadura.

Puso en entredicho mis sentimientos hacia él.

Dijo que no estoy preparada para ser su pareja.

Quizás soy inmadura, pero tengo malditos veintiún años, él tiene treinta y nueve y se comporta como un niño de cinco a veces. No tiene la autoridad moral para llamarme inmadura. Sujeto mi maleta con fuerza y avanzo hacia la puerta. Mi corazón late desbocado mientras atravieso la puerta, pero no me detengo.

Me dirijo al piso donde se hospeda Vlady, de mis tres amigos, a él es a quien le tengo mayor confianza. Toco la puerta de su habitación y espero a que abra, se escuchan ruidos dentro y tarda poco más de un minuto en abrir.

—¿Candy? —Su expresión de sorpresa me divierte y no me pasa desapercibido que tiene la ropa mal puesta—. ¿Sucede algo? —pregunta viendo la maleta que llevo en la mano.

—¿Puedo quedarme esta noche contigo?

Da un vistazo hacia dentro de su dormitorio y luego asiente.

—Por supuesto, pasa. —Se hace a un lado dándome espacio para entrar, en cuando pongo un pie en el interior, veo a Lana sentada en el sofá de la estancia, llevando una camisa enorme, que seguro es de Vlady.

—¡Oh! —murmuro—. No quise interrumpir, mejor me voy. —Doy un paso atrás, pero su mano en mi brazo me detiene.

—Nada de eso, no interrumpes.

—Hola, Candy —saluda la chica rubia con timidez, hoy, sin el disfraz y sin el maquillaje se ve aún más blanca y me doy cuenta que es albina.

—Hola Lana. —Me acerco a ella y doy dos besos a sus mejillas, lo cuál la hace sonrojar, sin embargo, sonríe.

—Siéntate. —Vlady señala el lugar junto a Lana y él se sienta detrás de ella, sobre el brazo del sofá, acomodándola entre sus piernas.

Me incomodo al sentirme una intrusa entre ellos dos, es obvio que estaban teniendo una despedida y yo vine a interrumpir.

—Dime que pasó, Candy.

Sin poder evitarlo, sollozo.

—Es Monty, ¿cierto?

Asiento.

—¿Te despidió? ¿Qué pasó? Hace media hora estabas en la cena de clausura y estabas bien.

—No estaba bien —confieso—, fingía estar bien.

Vlady suspira.

—Dime que no es lo que estoy pensando.

—Seguramente sí —sollozo de nuevo.

—¿Te metiste a la cama con él, Candy?

Afirmo, cubro mi rostro con las dos manos para que no me vean sollozar una tercera vez. Siento una mano presionar mi pierna desnuda y después la frota con delicadeza, debe ser la de lana porque es pequeña y suave.

—¿Qué fue lo que te dije? Abre las piernas y cierra el corazón, Monty no es un hombre de comprometerse.

—Lo sé. Sé que me lo advertiste, pero soy estúpida, ¿ok? —Destapo mi cara, las lágrimas fluyen ya sin remedio. Lana se arrodilla a mi lado y me envuelve en un abrazo, pegando mi rostro a su pecho, no puedo evitar notar que no trae nada debajo, porque siento la suavidad de sus senos contra mi mejilla.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora