22. CHEMA

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Cuando me despierto por la mañana apenas he podido dormir unas cuantas horas. Me desperté muchas veces en la noche para ver al hermoso hombre que dormía a mi lado, deseando poder tocarlo, tan solo poder acariciar su rostro bonito e irritado.

No ha salido el sol pero ya no puedo volver a dormir, por lo que me meto al baño a darme una ducha, ya debe haber regresado Roney. No cierro la puerta, para escuchar si el Sr. Black se despierta y me llama. Me veo terrible, el cabello revuelto y ojeras que cubren la parte inferior de mis ojos dándome un aspecto de mapache.

Desde que empecé a trabajar para el Sr. Black, no he dormido una noche bien y eso se está reflejando en mi rostro que tiene tres días de cansancio acumulado. Me quito la bata y la cuelgo en el perchero para introducirme en la tina, esta vez sí la dejo llenar para tomar un baño relajante.

Cierro los ojos porque aún tengo sueño y recargo la cabeza en el borde de la bañera. En seguida mi mente comienza a fantasear con el hombre sobre la cama, en lo que sucedió anoche y que tampoco me dejó dormir porque no sabía que hacer con la humedad entre mis piernas.

Mis manos descansan sobre mi vientre, una se mueve hacia abajo, para rozar levemente mi entrepierna, mientras la otra sube a mi pecho y acaricia mi pezón que ya está erguido solo de recordar la gloriosa erección de mi jefe entre mis manos.

Me he masturbado algunas veces, cuando he estado muy caliente y no hay con quién quitarse las ganas, pero hoy no solo es la calentura, es como una enferma necesidad de satisfacer un poquito las fantasías que me creo en la cabeza con mi jefe. Soy una cochina tocándome mientras pienso en él, pero nadie tiene por qué enterarse.

Aumento el ritmo de mi mano, provocando que una serie de jadeos casi insonoros salgan de mi boca, mientras en mi cabeza, me veo hincada entre las piernas del Sr. Black y besando por fin esa cabecita rosadita. Habría sido mejor pasar la noche despierta chupándole la polla que solo viéndolo dormir.

Por supuesto me habría prendido de ese pene bonito toda la noche. Nunca he sido fanática del sexo oral, de hecho me dio bastante asquito cuando mi ex me hizo darle una mamada por primera vez y nunca lo repetí. Y después con Chema no fue tan mal, pero tampoco me encantó.

—Chema —digo de pronto, dándome cuenta que no le avisé que no llegaría a dormir y ya tengo dos días sin hacerlo.

Abro los ojos para ponerme de pie y ver si mi teléfono ya enciende cuando lo veo de pie, frente a mí, mirándome con el entrecejo levemente fruncido.

—¡Sr. Black! —grito, me pongo de pie de un salto tratando de tapar mi cuerpo desnudo—. ¿Qué hace ahí parado espiándome como un pervertido? —suelto lo primero que se me viene a la mente, el susto que me dio no me permite pensar en otra cosa.

El jefe aprieta los labios.

—Disculpe por interrumpir sus fantasías con su novio —dice inexpresivo, da la vuelta y sale del baño—, y no soy ningún pervertido que espía mujeres, entré a usar el retrete —agrega desde el otro lado.

Mierda.

Acabo de llamar pervertido a mi jefe.

Pero eso parecía viéndome en silencio, yo no tengo la culpa. Me envuelvo en la bata de nuevo y salgo del baño, quizá debo pedirle una disculpa por ofenderlo, pero me ofende más a mí que me haya visto.

—Lo siento, señor —comienzo a decir, pero él me corta con un gesto de su mano alzada.

—Si se siente incómoda trabajando para mí, puede presentar su renuncia, igual se le pagarán los quince días de prueba, no quiero un problema por acoso laboral, no era mi intención verla, acababa de entrar al baño —alega serio, demasiado serio.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora