20. ANÁLISIS Y ACCIDENTES

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El jefe parece ser cliente consentido del laboratorio porque lo atienden apenas ha puesto un pie dentro. Supongo que tiene una tarjeta de puntos donde acumula monedas por cada análisis que se realiza él y sus amiguitas.

Y son un chingo.

—Disculpe, ¿cuánto tiempo tardan en dar los resultados de las pruebas para enfermedades de transmisión sexual? ¿Y que costo tienen? —pregunto a la recepcionista en voz baja, me da pena preguntar por algo así, pero considerando que he tenido dos parejas sexuales con las que alguna vez no usé protección, creo que debería hacérmela.

Solo por si acaso. Creo que mi jefe me pegó la neurosis.

—Depende de cual se refiera, algunas tardan hasta quince días, según el tipo de prueba.

—Las que se hace mi jefe, el Sr. Black —aclaro.

—¿Es usted empleada del Sr. Black?

Asiento.

—La compañía costea para sus actrices el paquete completo de pruebas para ETS, incluidos la hepatitis y el VPH. Se le hacen las pruebas rápidas cuyos resultados son enviados a su correo electrónico en treinta minutos y las de laboratorio se envían en conjunto a su correo y al de la empresa, solo debe llenar este formulario con sus datos —dice tendiéndome una hoja, habló tan rápido que apenas soy capaz de procesar todo lo que dijo.

Me debato entre aclararle que yo no soy actriz y tomar la oportunidad de hacerme los exámenes sin costo. Decido arriesgarme, total, ya compré ropa y en todo caso que me reclamen por las pruebas, lo pago con el primer salario. Lleno el formulario y lo entrego, inmediatamente me pasan por una puerta a un pequeño consultorio.

Me toman muestras de sangre y orina, también me pican el dedo y dejan gotitas en unos dispositivos similares a los de la pruebas de embarazo. Finalmente me toman una muestra vaginal, la cual me da un chingo de pena porque nunca en mi vida había ido a un ginecólogo y tener que abrirme de piernas para un desconocido que mira atentamente mi sexo, es muy vergonzoso.

Cuando salgo el Sr. Black ya está en la sala de espera sentado, enarca una ceja al verme aparecer y yo muero de pena, voy a tener que explicar que me hice los análisis.

—¿Nos podemos ir ya? —cuestiona aún con la ceja enarcada.

—Sí, señor. —Comenzamos a caminar hacia la salida, yo buscando las palabras para excusarme—. Disculpe por hacerlo esperar, pero quise aprovechar la ocasión, nunca me había hecho este tipo de pruebas, ni siquiera lo había pensado alguna vez y ahora que trabajo con usted y veo lo importantes que son, quise...

—¿Cuántas parejas sexuales ha tenido? —interroga de repente.

Parpadeo hacia él dilucidando si escuché bien. Me pregunto si será prudente decir la verdad o inflar un poquito la cantidad a fin de no verme como una inexperta, aunque sí lo soy, he tenido sexo, pero para nada se asemeja a lo que he visto en las grabaciones.

Opto por decir la verdad.

—Dos —confieso.

El jefe alza ambas cejas.

—¿Dos?

Asiento.

—¿Cuántos años tiene, Candy?

—Veintiuno.

—A esa edad yo ya había grabado algunas películas y hecho varios tríos —comenta despreocupado.

—¡Oh, vaya! Ahora me siento casi una virgen —bromeo, pero él no sonríe.

Subimos al auto y ponemos rumbo a la Reserva de Ward Pound Ridge, un lugar bastante alejado de Manhattan, llegando casi al límite con Connecticut, por lo que nos toma bastante tiempo el trayecto, cuando por fin llegamos, ya tengo hambre de nuevo.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora