42. LO ODIO

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El resto del día lo pasamos en un silencio tenso y muy incómodo, no soy capaz de mirarlo directamente a los ojos, me limito a seguirlo por todos lados  como es habitual y conseguir cualquier cosa que desee. Él tampoco me mira y eso es aún peor, porque no puedo dejar de sentirme como si ahora rehuyera de mí, su asistente tonta que se enamora por follar con él.

Tonta Candy.

Tonta, tonta, tonta.

A la hora de la cena tengo el ánimo por el piso, por lo que decido irme a la suite y me disculpo con el Sr. Black, que ha aceptado cenar con el italiano-mexicano, el cuál regresa mañana por la mañana a México y no se quedará a la clausura del congreso la noche del viernes. Me tiro en la cama estresada, porque la imagen de mi jefe  mirando al techo después de haberle confesado mis sentimientos, se repite una y otra vez en mi cabeza.

Gruño cuando el móvil comienza a sonar, deseando que no sea el Sr. Black, porque de ninguna manera tengo ganas de verlo en lo que resta de la noche, pretendo encerrarme en mi habitación y regodearme en mis tribulaciones. Lo saco de la bolsa y miro la pantalla, exhalo porque no es mi jefe y a la vez me molesta que no sea él.

¿Quién me entiende?

—Dime, Vlady.

—Candy, te estoy esperando, quedamos a las ocho en la disco.

Mierda.

Me había olvidado por completo de Vlady y de decirle que no iba a ir a la disco. Exhalo. Tal vez no sea mala idea ir, al menos me distraería y dejaría de pensar en el hermoso hombre idiota e insensible que es mi jefe.

—Acabo de subir a la suite, dame treinta minutos y te encuentro ahí.

—Te espero, bonita.

Suspiro.

A la chingada con el Sr. Black.

Me pongo de pie y tomo la ducha más rápida de mi vida, no quiero que el Sr. Black, alías Sr. Pendejo insensible, llegué y me arruine la salida, porque no quiere quererme, pero bien que jode con sus celos. Busco en mi maleta que poder usar para ir a bailar, se supone que debo disfrazarme de manera sexy.

Tomo una falda gris y una camisa blanca, simulando un uniforme de colegiala. Doblo la pretina tanto como puedo para que quede muy mini. La camisa la ato debajo de mis senos sin cerrar los botones, exhibiendo mi ropa interior. No tengo calcetas, pero si pantimedias negras y me las meto, junto con los flats negros. Para finalizar me hago dos coletas desordenadas, aplico un ligero maquillaje y pinto algunas pecas sobre mi nariz y pómulos.

Soy una colegiala bastante sexy.

Y bastante zorra, porque casi se me ven las bragas por debajo del dobladillo de la falda. Me gusta, le sonrío a mi reflejo, me encantaría verle la jeta a mi jefe me tras bailó en la disco, seguro le da un aneurisma. Pero prefiero que no se pare por ahí, porque no quiero que me arruine la diversión. Decido no llevar nada, más que la tarjeta que a re la puerta de la suite, la cual llevo metida dentro de mi sostén.

Bajo en elevador para no encontrármelo por ahí y prácticamente corro hacia el bar, donde se celebra la noche disco del congreso. Hay muchas personas, por lo que tardo algunos minutos en encontrar a Vlady, sentado en la barra, platicando con una jovencita con el cabello más rubio que he visto en mi vida, casi blanco, disfrazada de Burbuja de Las chicas súper poderosas, que debe ser de mi edad, o tal vez menor.

—¿Interrumpo?

Vlady sonríe.

—Por supuesto que no, Candy. Ella es Lana.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora