43. DESPERTAR

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Hay una música de fondo que llega a mis oídos como un murmullo, es suave y lenta y la estoy bailando en un gran salón con un piso pulido, de la mano de mi jefe precioso mientras él toma mi cintura y me pega a su cuerpo. Su sonrisa es plena cuando lo miro a los ojos y me hace sonreír a mí, al compás de la música y de mis latidos emocionados.

—Candy Candy —canturrea, observo como sus labios pronuncian mi nombre y relamo los míos deseando besarlo.

—Mi Sr. Black —susurro, su boca se acerca a la mía, tentadora y deliciosa.

—Yo… quisiera poder decirle algunas cosas… pero… yo —balbucea, sus mejillas se tornan de un rosa intenso, dándole una imagen adorable que me dan ganas de morderlo—. No es fácil para mí… yo…

Espero ansiosa su confesión, quiero que lo diga, que diga que por lo menos siente algo dentro de sí, por mi, aunque sea algo pequeño e incipiente, pero que me indique si hay una posibilidad de ser algo más que el jefe que se folla a su asistente. Los nervios me revolotean el estómago revolviéndomelo, trago grueso para pasarme las náuseas que la ansiedad e impaciencia me genera.

—Siento algo… no sé definirlo, pero… me siento bien a su lado.

Mi corazón salta de emoción en mi pecho y mi estómago también, revolviéndose aún más. El Sr. Black toma mi mentón y guía sus labios a través de los pocos centímetros que nos separan. Una arcada se genera en mi estómago, tanta emoción no me hace bien, cuando sus labios tocan los míos, siento que mi estómago se quiere salir por mi boca.

—Candy…

Quiero responder, pero lo único que consigo al abrir la boca es que un manantial de líquido salga por ella.

—¡CANDY! —grita el jefe y me zarandea—. ¡Despierte, maldita sea!

Otra arcada se genera desde el fondo de mi estómago, abro los ojos al mismo tiempo que otra explosión sale por mi boca. El Sr. Black salta de la cama, pero no lo suficientemente rápido para evitar que su costado reciba  mi cena de anoche, que consistió en una botella de tequila y ocho caballitos con sal y limón.

—Sr. Black —pronuncio como puedo, extendiendo mi mano hacia él por ayuda—, necesito ir al baño.

—¿Y ya para qué? —pregunta en voz alta, tomando una toalla para limpiar su torso.

—Necesito… —intento hablar, pero otra arcada me calla.

—¡Mierda! —gruñe el jefe.

Viene corriendo a mí y me toma por las axilas para arrastrarme fuera de la cama. Cómo puedo camino ayudada por él hacia el baño y llegó justo a tiempo de volver a vaciar el estómago en el retrete mientras el jefe sostiene mi cabello enmarañado.

—¡Qué asco! —gimoteo abrazando el escusado.

—Quizá así aprende a no tomar alcohol sin medida.

—No me regañe, ya me siento lo suficientemente mal —replico ofendida, no es momento para sus cosas.

—Llamaré al servicio para que vengan a limpiar ese desastre. Entre a la ducha —ordena.

—No quiero —lloriqueo—, quiero acostarme de nuevo y dormir durante un año.

—No se puede acostar cubierta de vómito —bufa y abre el grifo del agua para poner a llenar la bañera.

Sale del baño y yo me quedo ahí, recargada en la pared, intentando que mi cabeza no explote y mi estómago se quede tranquilo de una vez. El Sr. Black regresa al cabo de varios minutos, desnudo, vierte los aceites y el gel de ducha en la tina y me levanta para ayudarme a entrar en la ducha.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora