El borde inferior de mi vestido arrastra por la arena mientras lo sigo silenciosamente, él parece ir demasiado sumido en sus pensamientos porque no nota mi presencia, hasta que estamos a unos metros de un chiringuito, en el cuál ofrecen bebidas a un grupo de jóvenes bastante afectados por el alcohol, que bailan con la música del caribe que pone un ambiente festivo.
Uno de los chicos me nota, sonríe de lado con una mirada velada por su embriaguez y chifla hacia mi, haciendo un movimiento con la cabeza para que me acerque, a lo que niego. Sin embargo, él no desiste, se pone de pie y avanza a trompicones en mi dirección, chocando con el hombro del Sr. Black que levanta la vista al fin y mira al chico y por lo consiguiente a mí, al terminar el trayecto de su mirada.
—Hola, ¿quieres bailar? —dice arrastrando las palabras y se acerca demasiado, invadiendo mi espacio personal.
—No, gracias. —Retrocedo dos pasos y miro al Sr. Black que camina a nosotros lentamente.
—¡Vamos! Te invito un trago —insiste, toma mi brazo y tira de él, intentando llevarme consigo hacia el chiringuito.
—Suéltala —pronuncia en ese tono frío y bajo, sin dejar de ser educado, mirando fijo al muchacho, su expresión rígida delata que no está contento de verme.
—Vamos, viejo, solo quiero bailar con ella —replica el chico, sacude la mano en la cual lleva la bebida, derramando un poco sobre la playera blanca del Sr. Black.
Resopla y rueda los ojos, aún en la oscuridad de la noche, puedo notar el cambio de color en su rostro que comienza a tornarse rojo.
—Ella viene conmigo —especifica, el chico se detiene y me mira.
—¿Con quién quieres bailar, lindura? ¿Con el viejo o conmigo?
Tiro de mi brazo liberándome de su mano.
—Gracias por la invitación, pero ya escuchaste que vengo con él —respondo firme.
El joven bufa como si se sintiera desairado, alza los hombros y comienza a caminar tambaleante de vuelta a la silla de la cual se levantó.
Respiro profundo.
—¿Qué hace aquí? —cuestiona el Sr. Black, sacude su playera para evitar que se pegue a su cuerpo—. Debe regresar al hotel, no puede caminar por la playa tan tarde y vistiendo así.
Supongo que tiene algo de razón, aunque debería poder vestir como yo quiera sin temor a ser acosada, entiendo el punto al que se refiere.
—Tenemos que hablar —musito.
—Creo que ya nos dijimos lo que pensábamos, Candy, no hay nada más que hablar.
Respiro, imaginé que quizás se negaba, pero no voy a desistir.
—Y yo creo que aún no lo hemos dicho todo.
El Sr. Black enarca una ceja y me mira de reojo.
—¿Le quedó algún insulto guardado? Si es así no quiero saberlo.
—Solo escúchame y deje de comportarse como un idiota.
Me mira apretando los labios.
—Veo que sí seguirá insultándome. Así no podemos hablar.
Suspiro.
—Bien, no voy a insultarlo, pero no sea un insensible y escucharme.
—Está bien, la escucho. —Cruza los brazos sobre su pecho y me observa fijamente. Mis manos sudan, mientras caminaba detrás de él miles de pensamientos se agolparon en mi cabeza, tenía tantas cosas para decirle y ahora no me viene nada a la mente.
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LA ASISTENTE PERFECTA
Romance¿Cuál es el trabajo de tu sueños? ¿El qué te paga un sueldo con el que jamás habías soñado? ¿O en el qué tienes un jefe ardiente como el infierno? ¿Y si se juntan ambos en uno solo? ¿Qué estarías dispuesta a hacer para conservar el mejor trabajo del...