28. JAY

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Ya no hay tiempo de ir a mi casa a cambiarme, por lo que debo hacerlo en el pent-house del Sr. Black. Tomo una ducha rápida, hago lo mejor que puedo con mi cabello, cepillándolo para que se vea liso y brillante y me meto en la ropa que me compró en Saks. No tengo mucho maquillaje, por lo que aplico algo ligero y enmarco mucho mis ojos con el delineador líquido negro. Quizá sea por la ropa, pero me gusta mucho lo que veo.

Mi corazoncito tonto late emocionado por todo lo que sucedió hoy, sin contar lo de Mandy, por supuesto. Pero el hecho que me lleve a un cocktail tan importante, es importante para mí. Que se haya tomado la molestia de comprarme algo, aunque sea por su imagen, es importante para mí. Y sobre todo, conocer a su mamá y ese último agradecimiento en el auto, es lo más importante que me ha pasado en muchísimo tiempo y provoca una emoción inexplicable en mi estómago.

Cuando estoy lista salgo de la habitación y lo espero en la estancia a que se reúna conmigo. Casi me desmayo al verlo aparecer por el pasillo, colocándose un reloj que a leguas se nota carísimo. Siento mis piernas de gelatina y casi me es imposible ponerme de pie para irnos. Verlo en este momento es mejor que apreciarlo desnudo, porque luce tan elegante, tan sofisticado, tan pulcro, que no parece real.

—¿Lista, Candy? —Desvía la vista del reloj y me mira a mí.

Cómo es costumbre, no dice nada, solo parpadea un par de veces y asiente. Ya sé que no me veo como él, tan espectacular, pero es que dudo que alguien pueda igualarlo. El Sr. Black, simplemente luce como un ángel bajado del cielo y metido en un fino traje que pareciera hecho a la medida, por lo perfecto que le entalla a su esbelto y largo cuerpo. Suspiro como una tonta.

—Lista, señor —susurro conmocionada aún por el impacto de su imagen.

Al bajar, Roney sonríe y me guiña un ojo, yo le sonrío en agradecimiento, por darme un poquito de confianza en mí misma, la cual dejé perdida en la sala de mi jefe, después de verlo a él. El Sr. Black saca el móvil y llama a Mandy, aunque no pronuncia su nombre, sé que habla con ella porque acuerdan verse antes de entrar en el salón del hotel donde se realizará el cocktail.

—Manténgase cerca, Candy, sin llegar a inmiscuirse en la plática, por favor, por una vez en su vida, quédese con la boca cerrada, sólo hablará si yo me dirijo a usted.

Asiento tragando el nudo que se me forma en la garganta por su petición. Me siento tan estúpida por ilusionarme con todo esto de que me lleve a un cocktail, soy su asistente, es un hombre que necesita que hagan todo por él y por ese motivo me lleva. No va a lucirme, no voy como su acompañante ni nada de eso, pero no pude evitar toda la emoción.

—A sus órdenes, señor —susurro de nuevo.

—Aunque sea el aniversario de otra compañía, es un evento muy importante, las personas que asistirán son poderosas en el medio y no quiero pasar un ridículo porque usted tropieza y me arrastra consigo, o se le ocurre decir una mala palabra en algún momento inapropiado.

Vuelvo a asentir.

Decido sellar mis labios a partir de ahora, entiendo lo importante que es el cocktail para mi jefe y no quiero hacer una estupidez como lo hago todos los días. No llevo mi bolso porque no combina con la ropa, simplemente guardo la tableta en el bolsillo interno del abrigo y el celular en el externo. Roney me da una mirada considerada por el retrovisor, pero le sonrío indicándole que no pasa nada.

Aunque me pasa todo.

Bajamos en la entrada del hotel y Roney se retira para ir al estacionamiento. Aguardamos apenas un minuto cuando aparece Mandy. Suspiro al verla, si creí que nadie se podría ver mejor que mi jefe, me equivoqué. Ella luce hermosa. De nuevo su ropa no es extravagante ni reveladora. Lleva un vestido color oro rosa, que brilla con su movimiento, es lo único llamativo.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora