13. EFICIENTE

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La película comienza con una mujer en el jacuzzi, por supuesto, no puede ser una mujer cualquiera, es una diosa con tetas firmes y redondas, piernas tonificadas, abdomen plano y duro y un trasero firme y envidiable.

Y luego estoy yo, aquí sentada, metida en un uniforme que apuradamente me permite respirar y llenándome de hot cakes con harta miel de maple, huevos con tocino, salchichas y fruta. ¿Cómo quiero casarme con mi jefe si nunca en mi vida he hecho una dieta y menos he levantado una pesa?

Pero es que los condenados hot cakes están deliciosos, la fruta muy fresca, las salchichas y los huevitos saben riquísimo. Aunque seguramente la salchicha y los huevitos de mi jefe saben mejor. Lo imagino lleno de miel de maple y mi lengua recogiendo todo.

Que pecado.

Por estar imaginando cosas cochinas, ni siquiera me doy cuenta que en la película ha entrado un sujeto a la casa y sube directo al jacuzzi a encontrarse con la mujer. Es un moreno muy apuesto y fornido que inmediatamente se desnuda para introducirse en la bañera.

¿Por qué los hombres del porno son pitudos?

Nos engañan a las mujeres haciéndonos creer que todos los hombres son así de bien dotados y no es cierto. Mi ex tenía una miseria, Chema tiene un tamaño aceptable, pero nada comparado a mi jefe, a musculitos o al moreno vergudo de la pantalla.

Vida más hijueputa.

Una quiere probar lo que hay en la pantalla y puras carencias hay en casa. Por eso debo ponerle un anillo de matrimonio al pene de mi jefe y vivir mi propia película porno a lado de este promiscuo ser.

¿Venderán anillos del tamaño de un pene?

—Solo si es vibrador —comenta el Sr. Black.

¿Qué?

¿Otra vez pensé en voz alta?

Puta vida.

Un momento, ¿dijo vibrador?

—¿Qué? —susurro, tratando de imaginarme el pene de mi jefe con un anillo de matrimonio que vibra.

—Venden anillos vibradores para el pene, particularmente no me gustan, pero a las mujeres sí.

Oh.

—También hay anillos de O para el pene, pero son menos comunes que los vibradores.

—¿Anillo de O? ¿Qué es eso?

—Es un símbolo adoptado por el BDSM, extraído de una película de los años setenta. El Amo o Ama se lo pone a su sumisa o sumiso, en una muestra de dominación.

—¿BDSM? ¿Esa cosa de los azotes mezclado con sexo?

—El BDSM va más allá, particularmente no lo practico, pero tenemos buenas películas con Amos bastante reconocidos, cuando quieras puedes verlas para que comprendas el verdadero concepto de dominación y sumisión.

—¿Y puedo verla aquí? ¿Con usted, señor?

Mi jefe levanta una de sus comisuras, se ve muy lindo cuando tiene un intento de sonrisa.

—Pero ni siquiera pones atención —dice señalando la pantalla.

Me callo inmediatamente y dirijo la vista hacia la pantalla, donde se le ve al moreno follarse a la mujer con bastante agresividad, pero completamente antojable. Aprieto las piernas para controlar el nerviosismo de mi intimidad, que no es por lo que veo, sino por lo que imagino con el hombre a mi lado, deseando hacer lo mismo.

Mis manos sudan un poco y mi respiración se acelera, esto es tan vergonzoso porque no puedo esconder mi excitación, mientras mi jefe permanece imperturbable, mirando la pantalla. Opto por tomar un poco de aire fresco o terminaré por follarlo aquí mismo.

Levanto la charola con los restos del desayuno y salgo de la sala, bajo al área de aseo y dejo ahí la charola para que alguien del servicio de limpieza se encargue de ello. Voy al baño y me refresco lavando mi cara con mucha agua fría, se supone que estoy trabajando y no puedo hacerlo si estoy excitada.

Aprovecho también para refrescar mis partes rebeldes y fogosas.

Cuando me siento controlada, regreso de nuevo a la sala. Me doy cuenta que debí quedarme en el baño cuando en la escena aparece mi jefe. Se entiende que es el esposo de la mujer del jacuzzi, que llega de un viaje inesperadamente y encuentra a su esposa follando con otro.

Hay una pequeña discusión que en algún momento se vuelve un trío, debo decir que mi jefe no actúa mal, realmente lo hace bien, pero folla mejor. La mujer se hinca entre los dos tipos, con una mano masturba a uno mientras chupa la erección del otro.

Carajo.

Miro de reojo a mi jefe, bastante cómodo mirando la escena, pero lo que jala mi vista es el bulto que ha comenzado a marcarse contra la tela de su pantalón.

¡Oh, por Dios, tiene una erección!

Mi cerebro comienza a colapsar deseando hincarme entre sus piernas, bajar el cierre y sacarle la polla para chupársela. Ver la pantalla no ayuda en mi estado cuando la tipa se la chupa a él.

Maldita sea.

Yo quiero chupar esa cabecita rosadita.

Quiero que me tome del pelo como a la mona de la película y empuje la cadera contra mi rostro. Sujeto con fuerza los reposa brazos del sillón, apretando el cuerpo para controlar el impulso de saltar sobre mi jefe, no quiero ir a la cárcel por violar a un hombre.

—¿Sucede algo, Kennedy? —murmura sin voltear a verme.

Hijo de la chingada, cabrón.

—Candy, Sr. Black, me llamo Candy —rumio, no estoy de humor para aguantar sus bromitas de cambiarme el nombre, me siento violenta por el grado de excitación que tiene mi cuerpo y que él no me diga que necesita que le haga una mamada me pone aún más violenta.

—Candy, Candy —canturrea en voz baja y algo ronca, mi garganta ahoga un jadeo por la forma en que eso repercute en mi entre pierna—. ¿Pasa algo? Te noto tensa.

Tensa su polla, desde aquí puedo notarlo.

—Nada, señor —jadeo al ver un leve respingo en su bulto.

Dios, de verdad te lo suplico, acaba con este martirio que es verle la polla dura a mi jefe y no poder chupársela.

—Aunque usted también parece tenso. —Involuntariamente mis ojos señalan al bulto en sus pantalones.

El jefe sonríe mirando la pantalla. Abiertamente sonríe, mostrándome una preciosa hilera de dientes perfectos provocando un infarto en mi vagina.

Listo, me morí.

Necesito que me la entierre.

Digo... necesito que me entierren.

—Una persona normal tiene este tipo de reacciones viendo esas escenas, eres muy rara Candy, la mayoría de mis asistentes terminan montadas sobre mí en los primeros minutos.

¿Qué? ¿Se ha follado a sus asistentes?

¿Y por qué a mí no?

Me siento discriminada.

—Discúlpeme por no ser como la mayoría de sus asistentes, señor. Yo vengo a trabajar —suelto con orgullo, me ofende que se folle a otras y a mí no y no pienso demostrarle lo mucho que quiero hincarme delante de él y deslecharlo.

El Sr. Black sonríe de nuevo, esta vez mirándome. Necesito una ambulancia para mi vagina, es el segundo infarto vaginal que me da en menos de cinco minutos.

—Me agradas —dice de pronto, deteniendo mi corazón y las palpitaciones de mi clítoris—, hace mucho que no tengo una asistente como tú.

—¿Eficiente?

¿Bonita? ¿Cachonda?

—Centrada —responde—, que sabe que viene a trabajar y no a pretender tener algo conmigo, sigue así —pronuncia, mandando a la mierda toda mi excitación.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora