12. JERARQUÍA

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Faltando veinte minutos para las siete de la mañana salimos del pent-house del Sr. Black. Él va tan pulcro y elegante, perfectamente peinado y vestido, ¿quién diría que detrás de ese hombre de aspecto impoluto hay un niño que no sabe tomarse un medicamento para el dolor de cabeza? Pero bien que sabe follar.

Y sí que folla mucho.

Subimos al automóvil, él metido en su móvil y yo revisando la tableta, estudiando toda la información posible de mi jefe. Leo absorta un apartado acerca de su familia, sus padres son divorciados y no tiene buena relación con su papá, con quién no tiene comunicación hace años y resalta el no comunicarlo cuando haga llamadas.

Su nombre es Herbert Black.

Por su lado, la madre de mi jefe es una actriz retirada, vive en una residencia de reposo para personas mayores, pero por la información que hay, no debe ser tan mayor, al menos para mí, sesenta y cinco años no es ser una anciana senil. La nota hace énfasis en recordarle al Sr. Black llamar a su madre cada viernes a las seis de la tarde.

Me pongo el recordatorio en el móvil para que no se me olvide, así como me he puesto el recordatorio de su café y el de sus análisis médicos. Por último veo su información personal, me sorprende ver qué mi jefe está por cumplir los cuarenta años.

¿Cuarenta años?

Lo miro de reojo, es un hombre delicioso, no parece de cuarenta años, si acaso yo le había calculado unos treinta, pero se cuida tanto, que supongo que es normal tener esa piel de bebé, suave y tersa. También descubro su nombre, ya lo suponía cuando escuché que lo llamaban Monty, pero debía verificarlo.

Montgomery Black.

En verdad suena a nombre de película, en este caso, de película porno. Me gusta más su nombre completo que Monty, ese suena a perro. Aunque Sr. Black es mucho mejor, tiene carácter y es elegante, como él.

—Recuerda pedirle a Kennedy lo necesario —me dice Roney en voz baja, después que mi jefe baja del auto para entrar en el edificio—, tú eres la asistente y eso te da jerarquía sobre ella que es la secretaria.

Yo soy la asistente, sí.

Le doy una sonrisa a Roney y entro en el edificio también. La Kennedy #1 me mira de arriba abajo mientras atravieso el lobby, le guiño un ojo y saludo amablemente dándole los buenos días. Paso a la oficina de Kennedy #2 y me voy directa a la cafetera para hacerle otro espresso a mi jefe.

—Dame la tarjeta de la asistente y el móvil vinculado al teléfono del Sr. Black —solicito amable, pero contundente.

—¿Perdón? —contesta en voz chillona.

Entorno los ojos.

—Dejemos algo claro, Kennedy, la asistente del Sr. Black soy yo, ¿necesitas que él te lo diga personalmente?

Ella aprieta los labios.

—Estás en período de prueba.

—Pero sigo siendo la asistente, así que deja de interferir en mi trabajo y limítate a hacer el tuyo.

Uff que perra me escuché.

Ni yo me la creo estar siendo tan cabrona.

Me lanza una mirada furiosa que le sostengo pese a que tengo ganas de retroceder dos pasos, no me voy a dejar intimidar por ella, yo soy la asistente del Sr. Black, la que le preparara la ducha y la ropa, la que le cremea su precioso cuerpo y la que se va a casar con su pene.

Debo defender lo mío.

Saca de su cajón el móvil de la misma marca que la tableta y una tarjeta sin nombre, ni siquiera me los da en la mano, los deja sobre su escritorio y voltea el rostro hacia su computadora.

—Gracias, eres muy amable —digo irónica.

Tomo los dos y después voy por el café del jefe para irme a su oficina. Él está encendiendo su equipo, pero me mira de reojo entrar.

—Kennedy, necesito que enlace la llamada con...

—Candy —pronuncio firme dejando la taza de café frente a él, me inclino ligeramente en su dirección, acercando mi rostro al suyo, lo cuál lo toma por sorpresa y levanta la vista para verme—, me llamo Candy —susurro.

Él parpadea un par de veces y después desvía la vista.

—Ya mismo hago el enlace.

Desde la tableta entro en la sesión de Google Meet de la productora y preparo la reunión enviando las invitaciones a los contactos que me señala la agenda, en tres minutos la reunión da inicio y tomo lugar en la silla frente al escritorio, dispuesta a hacer las anotaciones necesarias.

El tema de la conferencia es sobre una expo en la cual participan, según lo que comprendo, un grupo de empresarios del negocio del sexo. Desde productoras de pornografía, sex shops, clubes de sexo, hasta terapeutas sexuales y médicos reconocidos para tratar problemas de disfunción y otros.

Va a ser un evento enorme.

Y al parecer mi jefe es uno de los patrocinadores y también dará una ponencia acerca de la rama en la cual se especializa. Es impresionante escucharlo hablar, tan serio y elocuente, me asombra como casi no gesticula y lo atractivo que se ve todo el tiempo.

Después de dos horas la conferencia termina, justo a tiempo de subir a edición, el jefe debe dar el visto bueno a la próxima película que saldrá en su plataforma. Ni siquiera sabía que tenían también una página web y una app para tener acceso al contenido de la productora.

—Subamos —indica poniéndose de pie, de repente se detiene—, ¿ya desayunaste, Candy?

Candy.

Por algún motivo esa pregunta y que haya dicho mi nombre no estando furioso, hace que mi corazón tonto y ridículo se acelere como una locomotora.

—No, Sr. Black, desde que desperté no he tenido tiempo de hacerlo. —Evito decirle que me despertó de madrugada para conseguirle un analgésico.

—Pide algo para que desayunemos mientras reviso la edición de la película.

—¿Lo acompaño a la sala de edición?

—Por supuesto, podría necesitar algo.

Claro, como que le corte el desayuno en pedacitos o le saque el aire después de comer.

Pido un desayuno americano clásico para mí y uno para él, asegurándome que no tenga nueces, piña, gluten o algo salido del mar. Le indico a Kennedy #1 que me avise cuando llegue el delivery y subo con mi jefe a la sala de edición.

Yo creía que sería una oficina llena de pantallas y tableros raros como los que se ven en las películas, pero lo cierto es que no, es un mini cine. La pantalla no es tan grande como uno, quizá de la mitad de tamaño, pero si tiene una hilera de cinco sillones bastante cómodos.

Mientras el Sr. Black habla con el jefe de edición, yo preparo las cosas para recibir el desayuno, coloco una mesita plegable frente a dos sillones, una botella de agua especial para mi jefe y bajo a recibir el desayuno cuando la odiosa recepcionista me avisa que ha llegado.

Aprovecho para hacerle otro café, coloco los desayunos en una charola y subo para encontrarme con el Sr. Black. La película va comenzando cuando entro, como en un cine todo está oscuro, sólo iluminado por el resplandor de la pantalla.

Coloco la charola en la mesita y me siento junto a mi jefe, dispuesta a ver una película pornográfica a lado de este hermoso y vergudo hombre.

Dios, soy yo de nuevo, no permitas que folle a mi jefe en las próximas dos horas, te lo suplico.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora