Pero...
¿Qué está pasando?
De la impresión se me cae el vaso de café al piso, pero nadie parece poner atención en mi accidente, porque todos tienen la vista fija a lo que se desarrolla en la cama. Dos mujeres y un hombre follando.
Pero no están follando como lo hacen las personas normales. Mientras el tipo, que dicho sea de paso, está bien sabroso, embiste en posición de perrito a una chica morena sin miramientos dando azotes a sus nalgas, ella le hace sexo oral a otra morena con una inmensas tetas
¡Madre mía!
Pero eso no es lo peor. Hay cámaras, varias personas con cámaras grabando lo que sucede, como el tipo saca su enorme erección de la chica para inclinarse y hacerle sexo oral, después vuelve a penetrarla, tan fuerte que de puro milagro no le sale el pene del tipo por la garganta.
Ella gime muy fuerte.
Y yo también lo hago mirando absorta lo que pasa.
—Kennedy —dice el Sr. Black a mi lado, ni siquiera sabía que estaba ahí parado—, ¿qué pasó con mi café?
Miro hacia el piso sucio, mis mejillas se encienden por haber sido tan tonta y dejar caer el café de mi jefe, pero mas vergüenza me da estar aquí, presenciando esa escena.
—¿Qué está pasando? —pregunto ahogándome con mi propia saliva, un poco más alto de lo que pretendía hablar, lo que provoca que los demás volteen a verme.
—Guarda silencio —susurra el Sr. Black, es increíble la capacidad que tiene para hablar tan bajo y aún así hacerse escuchar—, estamos trabajando.
—¿Qué clase de trabajo estamos haciendo? —cuestiono en otro susurro, poniéndome de puntillas para acercarme a su oído—, grabando a tres personas teniendo sexo.
Él me mira fijamente, parpadea dos veces y después devuelve la vista al frente.
—Ese es nuestro trabajo.
¿Ese es nuestro trabajo?
Miro las cámaras, la gente trabajando en silencio alrededor, moviendo luces y haciendo señales a las personas cogiendo. Están grabando una película. Una película pornográfica.
Black Productions.
—¿Es una productora de pornografía?
El Sr. Black permanece a mi lado, serio, con ambas manos apoyadas en su espalda baja. No me contesta, pero no es necesario, es más que obvio.
—Quisiera saber si en algún momento del día tendré mi café.
El café.
Ya hasta se me había olvidado que quería un café.
—Ahora mismo se lo traigo, Sr. Black —musito avergonzada.
—Y limpia eso —indica mirando el desastre en el piso.
—Sí, señor.
Me apresuro a salir del lugar, una vez en el pasillo y sin escuchar los gemidos, me recargo en la pared pensando en lo que acaba de pasar. ¿En qué mierda me metí? Soy la asistente de un productor de películas pornográficas.
¿En qué momento pasó esto?
Me trueno los dedos pensando que hacer, no sé si me agrada la idea de trabajar viendo como otras personas tienen sexo. El sexo es algo íntimo y no me gusta ser una mirona.
Y menos cuando solo estoy mirando.
Por eso la paga es tan elevada, por eso el puesto sigue vacante después de una semana y por eso ponen a prueba quince días, supongo que si toleras ese tiempo y te adaptas, sirves para el trabajo.
La paga es más que buena.
Me muerdo el labio pensando, necesito el trabajo, por fin conseguí algo después de tres meses, no puedo permitirme renunciar solo porque debo ver cómo hay gente cogiendo.
Chema necesita que lo ayude con los gastos, mis padres también necesitan dinero, son tres mil quinientos dólares, en ningún lado me van a pagar esa cantidad.
Diablos.
Respiro profundo, sacudo la cabeza de un lado al otro y agito mis hombros. Yo puedo hacerlo. Puedo ser una buena asistente a pesar de las circunstancias, necesito el dinero, yo solo voy a trabajar y me ganaré mi sueldo honestamente.
Camino de vuelta a la oficina de la Kennedy #2, entro y me dirijo a la mesita de café para preparar otra taza para mi jefe. Mi guapo, vampiresco y odioso jefe.
—¿El Sr. Black pidió otro café? —inquiere la Kennedy #2—. ¿No le gustó el que llevaste?
—Se me cayó —admito abochornada—. No sabía qué clase de productora era, pudiste decírmelo cuando te pregunté —recrimino.
Ahora que lo pienso, ella tiene la culpa. No me contestó cuando le hice las preguntas porque sabía que, probablemente, rechazaría el trabajo. Quizás sí lo habría hecho. Pero ahora que firmé no pienso renunciar, ya superé la primera impresión, puedo con esto.
—Ya te dije que es confidencial, no puedo hablar de ello con personas que no trabajan en la empresa.
Bueno, tal vez tiene un punto. Aún así, considero que ella es una perra por no advertirme una vez que había firmado.
—Necesito algo con que limpiar.
—Llama al departamento de limpieza, yo no tengo con que hacerlo.
—¿Ellos pueden entrar mientras están grabando?
—No, las grabaciones son en completa privacidad, ni siquiera yo puedo entrar, sólo los camarógrafos, el director y el Sr. Black... y su asistente.
Vaya, que privilegio el mío.
—Hay sanitas en ese cajón, lleva algunas y limpia, al Sr. Black le molesta mucho la suciedad. —Mira mis converse de imitación, no están precisamente limpios.
Tomo un paquete de sanitas, el café y regreso otra vez a la estancia, respiro profundo antes de entrar y abro la puerta. No hago ruido, siguen grabando aunque ahora ya no están en la cama, el tipo carga a la morena más pequeña y la folla al mismo tiempo, mientras la otra, hincada detrás de él, le chupa el culo.
Pero... ¿Qué carajos?
Aprieto el vaso de café, esta vez ya no se me va a caer. Busco a mi jefe, pero ahora no lo veo. Creo que ya no está aquí. Maldición. ¿Dónde se metió? Me acerco a uno de los hombres y le hablo en voz baja.
—Disculpa. ¿A dónde fue el Sr. Black?
—Tenía una llamada, debe estar en su oficina —contesta sin mirarme.
—Gracias.
Saco algunas sanitas del paquete y las echo sobre la mancha de café, las dejo absorber el tiradero mientras salgo y voy a la oficina de mi jefe para entregarle el café, debe estar muy molesto por lo que he demorado.
La puerta está entre abierta y entro sin tocar, él habla por su móvil y apenas se puede escuchar lo que dice. Me mira y extiende la mano, en esta ocasión sí coloco el café en ella, le da un sorbo cortito y luego lo deja en su escritorio.
—Ya dije lo que tenía que decir —responde severo a quien sea que está del otro lado de la línea—, te veo después.
Termina la llamada y guarda el móvil en el bolsillo de su saco y da una onda inhalación.
—¿Se le ofrece algo más? —Mi voz es un murmullo.
—Vamos a salir, Kennedy.
—Candy —corrijo de nuevo—, me llamo Candy.
—Prepara lo necesario.
No me mira, simplemente sale de nuevo de la oficina. Ni siquiera sé lo que es necesario. ¿Qué se supone que debo llevar o hacer? Miro el café, tanto desmadre para un sorbito, con razón pide uno cada dos horas, desperdiciado.
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LA ASISTENTE PERFECTA
Romance¿Cuál es el trabajo de tu sueños? ¿El qué te paga un sueldo con el que jamás habías soñado? ¿O en el qué tienes un jefe ardiente como el infierno? ¿Y si se juntan ambos en uno solo? ¿Qué estarías dispuesta a hacer para conservar el mejor trabajo del...