8. EL MEJOR EMPLEO DEL MUNDO

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—Kennedy —pronuncia el Sr. Black para sacarme de mi estado de aturdimiento—, Kennedy, la crema.

Parpadeo un par de veces más sin comprender del todo lo que me dice. Su vista se fija en la mía, tan cerca como estamos, me pierdo en la oscuridad de sus ojos que contrasta con su piel en extremo blanca.

Señor que me has mirado a los ojos y sonriendo has dicho mi nombre...

Me enamoré.

Juro que por primera vez en mi vida estoy enamorada. Dirían en mi pueblo, esta si es una riata y no mamadas. Jamás había visto un pene tan grande, tan bonito, tan gordito, tan lamible y tan besable. Es que lo amo, lo amo con toda mi cosita palpitante de señorita, mis pensamientos puercos y mis arterias pudendas.

Quiero tocarlo.

Y apretarlo.

También chuparlo.

Quiero todo con ese pene.

Hasta casarme.

Sería tan hermoso, nosotros dos en la iglesia de mi pueblo, hincados frente al altar y cuando el padre diga, puede besar a la novia, me inclino para besar esa cabecita rosada.

—Kennedy —repite mi jefe.

—¿Sí? Sr. Black —suspiro, en mi mentes suenan las campanas de la iglesia, mientras salimos de la misa, yo sujetando firmemente mi esposo pene.

—Las cremas.

—Sí, claro. —Me doy una bofetada mental para dejar de suspirar por el pene de mi jefe y tomo la crema para entregársela.

—Tu asistente es muy divertida. ¿Es nueva? —pregunta otro chico, uno que también está bien sabroso y comestible porque sus músculos son impresionantes, a él también le aplican cremas en el cuerpo, como a la chica tetas al aire.

—Sí —afirma el Sr. Black—, por eso es tan... poco productiva.

¿Poco productiva?

Se lo perdono solo porque aún estoy emocionada con nuestro matrimonio y ahora andamos de luna de miel en mi cabeza.

—Dale tiempo, no seas tan duro Monty, se ve que es una chica linda y lista.

Claro que lo soy, muy lista.

Y caliente. Muy caliente.

Le sonrío en agradecimiento al chico musculitos. Él me guiña un ojo y no puedo evitar ruborizarme de nuevo. Sí, está bien sabroso, acabo de caer en el paraíso de hombres desnudos y pitudos. Definitivamente Dios me ama.

—Kennedy, debes aplicarlo sobre mi cuerpo —indica con un resoplido de exasperación y yo casi me desmayo de la impresión.

¿Aplicarlo en su cuerpo?

¿Ponerlo en mis manitas y esparcirlo por ese cuerpo vampiresco y sensible como nalguitas de bebé?

Sí a todo, jefe.

—A sus órdenes Sr. Black —digo tratando de parecer profesional y no desesperadamente deseosa de manosearlo.

Aplico una generosa cantidad de la crema sobre mis manos y las pongo sobre su pecho. Comienzo a tallarlo por todo su torso cerrando muy fuerte los labios o comenzaré a babear sobre su abdomen, que si bien no tiene músculos marcados, sí se siente firme.

¿Cómo puede existir un espécimen como este?

Es que no sólo es atractivo, elegante y millonario, está vergudo y si es actor porno, debe coger bien rico y yo necesito que me cojan rico.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora