17. GRACIAS

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Gemidos.

Malditos gemidos de mierda.

Parece que la tipa tiene un jodido alta voz integrado que gime como una desquiciada. La odio, pero odio aún más a mi jefe imaginando cómo debe estar follándola para que ella gima así.

Hijo de su chingada madre.

Quiero gritar de frustración.

¿Por qué no hacerlo? Si el jefe me esposó a una cama debe atenerse a las consecuencias. No es para nada profesional lo que hizo, por lo que yo no estoy en la obligación de ser profesional con él.

Hizo enojar a la mexicana equivocada.

Si por algo nos caracterizamos las mujeres de México, es en armar el pedo grande, grande. Y ahora mi jefe va a conocer a la pueblerina mal hablada y peleonera que soy.

—¡Aahh! ¡Monty! —grita la tipa y entonces ya no lo soporto.

—¡Por Dios! —grito también—, ¿te están follando o te están matando? ¿Por qué gritas tanto?

De repente se hace un silencio.

Luego otro gemido sonoro y yo lo imito tan fuerte como puedo.

—¡Oye, esos se escucha tan falso como en las películas porno de Black Productions!

Escucho un gruñido.

Mi jefe se está cabreando y eso es lo que quiero, que venga a enfrentarme y arruinar su follada. Si yo no tengo una buena cita, él tampoco.

—¡Sr. Black, me está decepcionando, si la mona finge los gemidos es que no lo está disfrutando! —grito tan fuerte como puedo, por encima de los gemidos de ella y los leves golpeteos en la pared.

» ¡Ahora entiendo por qué las asistentes no le duran! ¡Se van decepcionadas! —Emito una risa histérica y golpeteo las esposas contra el poste metálico de la cama.

» ¡El chiste del chocolate es como se bate! ¡De nada sirve un batidor enorme si no sabe usarlo!

Repentinamente la puerta se abre, veo aparecer a mi jefe con el rostro encendido y bufando casi como si fuera un toro.

Uy mierda, creo que me pasé.

—¿Decepcionada? Así debe sentirse de saber que me he follado a todas mis asistentes menos a usted —gruñe acercándose y aunque se ve enojadísimo, no puedo evitar apretar las piernas de ver su erección.

El esposo mío.

—Pues no, porque para decepcionarme por eso, primero debería desearlo y no lo hago —miento cínicamente.

El jefe aprieta la mandíbula.

—Y seguramente por eso babea cada vez que me ve desnudo. Justo como ahora.

—No estoy babeando —me defiendo.

Al menos no por la boca.

—Y no lo hago cuando lo veo desnudo, me da curiosidad que sea tan sensible y frágil como escroto de bebé, eso es todo.

Veo su rostro enrojecer.

Creo que ahora sí me pasé, seguro después de esto me despide. Adiós siete mil dólares, adiós a mi futuro esposo, adiós a besar esa cabecita rosadita y adiós a que succione mis arterias pudendas.

—No soy sensible y frágil —rumia, puedo ver una de sus venas saltar en su sien—, y usted es la persona más desesperante e incompetente que he tenido como asistente.

—Pues usted es el hombre mas promiscuo que he conocido, ¿de qué le sirve follar tanto si ninguna de esas mujeres lo ama? ¿Alguna lo abraza después de coger? No lo creo, son tan promiscuas como usted y por eso tiene que pedirle análisis.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora