26. PROPUESTA

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Trágame tierra y escúpeme en medio del océano donde mi jefe no pueda alcanzarme para despedirme.

El Sr. Black da la vuelta y se pierde por el pasillo, escucho la risa burlona y despectiva de Kennedy, pero no volteo para mandarla más que a la mierda. Camino hacia la oficina, procurando no cogear por la molestia en mi pie, cargando la correspondencia y el café y entro para verlo sonreír a la pantalla de su móvil.

En cuestión de minutos tengo todo listo para la reunión virtual con proveedores, seguido tiene una última reunión con los organizadores de la Expo y finalmente una con otros conferencistas que también tendrán participación en las ponencias. Tomo mi lugar habitual y me siento a tomar apuntes como lo hago cada vez que mi jefe tiene una reunión.

Nunca me cansaré de verlo ser un hombre de negocios, por lo general guarda silencio y escucha atenta y pacientemente lo que todos tienen que decir, para al final emitir su opinión, que algunas veces contrasta con la del resto, pero que da con tanta firmeza y seguridad que a los demás no les queda más que admitirla como la verdad absoluta.

Es la viva imagen de los empresarios millonarios de las películas románticas, esos por los cuales la secretaria suspira silenciosamente y que al final terminan enamorados, lástima que mi vida no es una novela, ni mi jefe es el típico empresario, es un cabrón hijo de la chingada que no se da cuenta que su asistente se muere por él.

O si lo hace, no le interesa.

Y por ese motivo debo mantener mi dignidad intacta, porque si no fuera un maldito promiscuo, quizás, solo quizás, me permitiría dejarle ver lo mucho que me encanta. Pero lo es, tiene un pito tan social que sólo le falta llevarlo de fuera mientras camina para que salude a cuánta mujer se le pasa por en frente.

Sr. Pito social le queda mejor que Sr. Black.

Sr. Promiscuo, también.

Sr. Vampiro succionador de arterias pudendas.

Sr. Pendejo que no le chupa las suyas a Candy.

Lo odio.

—Le pedí otro café —dice mi jefe, sacándome de mis pensamientos.

—Ya se lo traigo —susurro, me levanto y salgo de la oficina.

—¡CANDY! ¡Qué milagro! Comenzaba a pensar que estabas secuestrada o algo así —expresa musculitos, sonriente.

Sonrío también, me hace falta una inyección de energía como la que este chico emana.

—Hola Vlady, pues prácticamente sí estaba secuestrada por mi jefe —bromeo—. Mil disculpas por dejarte plantado el martes, te prometo compensarlo.

Vlady me guiña un ojo de manera pícara.

—¿Qué te parece si después del cocktail de aniversario de Summers, nos escapamos a mi casa? Mi terraza sigue esperando por una inauguración —propone sugerente, es más que obvio cuál es su intención al proponerlo.

—¿Tú también vas?

—Sí, he hecho algunas escenas para Irina Summers, pero no me voy del todo con ellos porque Monty es el que mejor paga, aunque su tonta regla de no permitir relaciones entre los empleados es una cagada.

Me río.

Supongo que la puso por experiencia propia.

—¿Entonces qué dices? —insiste—, te aseguro que nadie se va a enterar, si eso te preocupa, ninguno quiere perder su empleo.

Me muerdo el labio.

—Déjame pensarlo, ¿ok? Realmente no quiero que me despidan. Además le prometí a mi roomie que tendríamos una noche de amigos.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora