19. WAN TAN

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Mis tripas revolotean cuando bajo del auto para entrar en el edificio de la productora, Roney me guiña un ojo y me armo de valor para traspasar la puerta. La Kennedy #1 me mira fijamente mientras camino y le sonrío, saludándola con una mano. Después entro en la oficina de Kennedy #2, que al notar mi presencia, levanta la vista de la computadora.

—Llegas tarde —gruñe mirándome de arriba abajo.

—Eso es asunto mío y de mi jefe —respondo sin voltear a verla. Me detengo en la cafetera para prepararle un espresso al Sr. Black, por lo general toma uno antes de salir a comer.

—Te crees superior ahora porque traes traje, pero se nota que es ropa barata del Wal-Mart.

Aprieto los labios.

—Soy una simple empleada que no pretende aparentar más de lo que soy, como otras —contesto dándole una mirada rápida y descuidada—. Pero tienes razón en algo, Kennedy, me creo superior a ti, porque soy tu superior. —Sonrío y tomo el vaso de café, luego volteo hacia ella y me señalo—. Asistente —afirmo fuerte—, secretaria —finalizo haciendo un gesto insignificante de mi mano hacia ella y seguir mi camino.

Quizá es la ropa o tal vez los ánimos que me ha dado el conductor, que me siento más segura de mi misma. Camino por el pasillo hacia la oficina al final, escuchando los acostumbrados sonidos ahogados que provienen de las puertas de los sets.

Respiro y abro la puerta.

Cómo siempre, la imagen de mi apuesto jefe me recibe robándome un suspiro, no sé que tiene hoy que se ve mucho más hermoso que los días anteriores. Probablemente sea que no se ha comportado como un idiota desde que empezó el día y eso lo hace lucir como un ángel.

—Su café, señor. —Coloco el vaso frente a él, no me mira, simplemente lo toma para dar un sorbo.

Me quedo de pie unos momentos esperando que me dedique un vistazo de esos ojos oscuros, pero al parecer está demasiado concentrado en lo que hace, por lo que un par de minutos después decido sentarme. Saco la tableta y reviso la agenda por hacer algo, ya sé lo que hay hoy anotado.

—Ya es hora del almuerzo —comento tratando de parecer casual, quiero que voltee y me mire—. ¿Cancelo la reservación y pido un delivery?

Entonces me mira.

Parpadea dos veces y después niega.

—Vámonos —contesta apagando el monitor.

Me pongo de pie y camino por delante de él hacia la salida. Aprieto los labios frustrada por su falta de reacción hacia mí imagen, él no suele ser expresivo, pero creí que por lo menos habría algo en su rostro que me diera un indicio si le gusta o no mi vestuario.

Resoplo.

Sorprender a este hombre es más difícil que aguantarme el hambre.

La Kennedy #2 sisea entre dientes cuando nos ve atravesar su oficina. La Kennedy #1 sonríe falsamente deseándole buen provecho al jefe. Roney me hace un gesto interrogante con las cejas mientras le abre la puerta al Sr. Black, niego informándole que no hubo ningún comentario y subo.

—Después del almuerzo debemos ir al laboratorio para los análisis —le informo al chófer, por primera vez siento un silencio incómodo entre mi jefe y yo y mi seguridad se va evaporando como un charco de agua bajo el sol de medio día de mi pueblo.

—A sus órdenes, señorita Candy —responde Roney haciéndome sonreír, me imagina esa frase dicha por mi jefe y eso es suficiente para que sienta que mis bragas me estorban.

—¿Canceló la cita? —habla por fin, sin mirarme.

—Sí, señor.

No dice más, permanece en silencio hasta que llegamos al restaurante, el cuál noto, no es el mismo que estaba reservado en la agenda. El metre nos guía hacia una mesa bastante apartada de las demás, en cuanto nos sentamos, extiende un pequeño biombo con motivos orientales en él, quedándonos aislados de los demás comensales.

LA ASISTENTE PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora