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Wanda M.

- Solo dime porque no quieres tener sexo sucio y depravado conmigo esta noche, lo entenderé.

- Apenas te conozco.

- No, no es una buena excusa.

- Bien, dame tu mano – Carol la estira con gusto, suspiro entre pequeñas risas, entonces llevó su mano hasta mi entrepierna en donde, de manera precisa, puede sentir a mi amigo endurecerse aún más bajo su tacto, sus ojos se abren como platos – bien, eso.

— ¿Tienes pene?

Una risa nerviosa escapa de mis labios.

— Si, eso, justo.

¿No es obvio?

Por alguna extraña razón Carol no retira la mano, parece interesada.

La vergüenza se apodera de mí, Dios, esto siempre es incómodo. ¿Por qué a mis 17 no me avergonzaba tanto como ahora? Mierda.

- ¿Eres trans?

La vida adulta es complicada.

- No, bueno, es una cosa de nacimiento.

Carol desabotona mi pantalón liberando un poco la presión en la zona, suspiro más relajada, lleva su mano sobre mis boxers en donde comienza a masajear con suavidad, de manera inconsciente mis caderas se empujan contra su mano, la puedo ver sonreír de manera pícara.

— No hay problema, tengo condones en el auto.

— Eres realmente una desvergonzada.

— Necesito sexo, Wanda. ¿Tú no?

Mis ojos se pierden en sus curvas de manera inevitable.

Eres linda, Carol.

Me toma del cuello y continúa besándome contra el corredor en la salida del club, me asusta un poco que todos nos observen, pero resulta que no hay nadie más que Riley, quien nos mira con los ojos bastante abiertos, igualmente me despido con la mano y continuó en lo mío.

Su aroma es increíble, es como una combinación de frutos rojos siendo apretujados entre sí.

Damos pasos torpes por el estacionamiento, ella se niega a soltarme, está casi desesperada, y debo admitir que eso es jodidamente atractivo. Nos besamos contra la portezuela de su camioneta, hay gente alrededor, ni siquiera son tantas, y, sin embargo, no puedo evitar sentir miedo, a pesar de que sé que no hay nada a qué temer.

A ella no parece importarle, las miradas no parecen nada nuevo, no le asustan.

Y las mujeres sin miedo son una debilidad para mí.

Algún día yo también fui de esa manera.

Nos adentramos a la parte trasera del auto, que, por suerte, se encuentra polarizado, entre jadeos y respiraciones inestables ella se separa para buscar los condones, yo me deshago de los zapatos, y deslizo mis pantalones hasta las rodillas, se desnuda completamente, sin nada de pudor.

Una vez que obtiene la caja de condones toma unos cuantos y los demás los estrella contra el asiento de copiloto.

Se acerca lo suficiente a mi como para que mis manos puedan sentir cada centímetro de su piel expuesta, con un poco de nervios desliza la tela que cubre a mi miembro, tan pronto como siento el aire libre golpearlo, lo tomo con mi mano derecha y comienzo a masturbarlo lentamente, la presión está por matarme.

- Los condones son de mi hermano – dice Carol, con un tono de sorpresa – creo que, creo que tal vez te apretaran un poco.

- ¿Por qué dices eso?

Amarra su cabello en una coleta y sonríe.

- Nunca he visto uno antes, pero se que supera un poco el tamaño promedio.

- ¿Nunc- ... - los labios de Carol hacen contacto con mi glande, un espasmo se dispara por mi cuerpo ante el contacto... - d-despacio, es sensible.

- Mi boca es tuya esta noche, úsala como quieras... - con su mano izquierda continúa movimientos regulares sobre la base de mi miembro, suspiro para después comenzar a disfrutar los movimientos de la lengua de Carol.

Varios minutos después la adrenalina en mi cuerpo se ha duplicado, me estiro para tomar el sobre de plástico con el condón, retiró la envoltura y lentamente lo deslizó sobre mi pene.

- Se estiran, ¿vez? Nadie tiene el pene tan grande como para que no le quepa un condón.

- Ah, ¿sí? Entonces, la mayoría de hombres alardean demasiado.

Carol cruza una de sus piernas sobre mi regazo, una vez que está encima mío, acaricio un poco a mi amigo, entonces comienzo a rozar su entrada con la punta, ella tiembla y el movimiento provoca que sus senos rocen mi rostro, lo cual es agradable.

- Está listo para ti, cuando te sientas cómoda – aviso.

Con un poco de nerviosismo Carol va introduciendo mi miembro dentro suyo, se queja un poco, cuando permanece estática me muevo lentamente tratando de que se acomode a mi tamaño. Una vez que ha entrado completamente, ella suelta un gemido bastante fuerte, temo que fuera del auto lo hayan podido escuchar incluso con la música a todo volumen.

Un par de momentos después Carol se aferra a mi cuello, y comienza a aumentar la velocidad y fuerza en sus movimientos. Ambas hemos entrado en confianza, mis manos aprietan su trasero con fuerza, y mi boca juguetea con su cuello. Deliramos deseo y necesidad, nada íntimo, lo cual es raro porque ambas estamos intimando, pero lo hacemos de manera superficial. Ni siquiera mantenemos contacto visual.

Ninguna soporta mucho tiempo hasta que nuestros orgasmos amenazan con golpearnos, me comienzo a mover con tanta rapidez contra su cuerpo que su cabeza acaba estampándose contra el techo del auto, una vez que he llegado, desaceleró mis movimientos, y suspiro fuertemente meneando mi cintura tan solo un poco contra la suya.

Ambas suspiramos sobre el cuerpo de la otra.

Carol desciende de mi regazo lentamente, retiró el condón haciéndole un pequeño nudo en la parte de arriba para evitar que su contenido se derrame, Carol me extiende una bolsa de chips vacía que ha encontrado en alguno de los compartimentos de la camioneta, dejó caer el condón dentro de la bolsa y ella lo envuelve avisando que lo tirara después.

- No puedo llevarte a casa ahora – me dice – tú tampoco puedes manejar.

Miro la hora en la pantalla del auto, 4:20.

- Estamos más cerca de la mañana que de la noche, pediré un taxi a primera hora.

- Bien – coincide, rebusca en los compartimentos y saca un par de toallas húmedas para limpiar un poco el desorden, una vez que no hay restos de nada sobre mi piel, de nuevo me coloco el bóxer y ella el vestido.

En algún momento de la conversación nos quedamos dormidas.

"Postales de amor." - Wandanat (g!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora