CAPÍTULO CUATRO

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Minie se bajó del avión con toda la calma del mundo, ahogando un bostezo. Pasó por el control de pasaportes y dio una mirada a su reloj en la muñeca izquierda. Eran las diez de la mañana. Dio una respiración honda para familiarizarse de inmediato al aire del que iba a disfrutar por unos largos meses y se sonrió. Una mirada a su alrededor le dijo que estaba muy lejos de casa. La gente se movía más rápido. Y los habían sido reemplazados por los fachosos neoyorquinos.

Ejemplo de ello, era el modelito que estaba parado en la puerta de salida.

Mmm sí, definitivamente le iba a gustar esta ciudad si tenía vistas así, pensó mientras se fijaba en el trasero del Señor Armani, Jimin no creía en lo que veían sus ojos.

Él parecía que absorbía el aire.

—Oh, Dios —suspiró bajo en su aliento.

Como si el chico se diera por aludido, se volteó y le brindó una mirada completa.

Y Jimin sintió un cosquilleo en el estómago.

Era metro ochenta de espaldas anchas, caderas estrechas y trasero impresionante justo en frente de él y si no se equivocaba esa sonrisa de dientes perfectos que acababa de aparecer era para él. Sus paletas destacables como las de un conejo. Esto era un sueño hecho realidad.

Por favor, que no despierte ahora. Que no despierte ahora.

Fornido y con traje hecho a medida, él era de seguro lo más caliente que se había cruzado por su vida; sin tomar en cuenta a Hugh Grant o George Clooney y ambos eran solo los protagonistas de las pilas de películas rosas que tanto le gustaban a Jimin. Era estupendo, un bombón.

Se lo estaba comiendo con los ojos descaradamente, pero no le importó. El chico le correspondía la atención. Y mientras se quitaba las gafas del sol, la quijada de Minie cayó.

Ese par de ojos ambarinos no podían corresponder a dos personas sobre la faz de la tierra.

¿Podría ser que ese hombracho fuera...?

Hmm, no era posible, se dijo. Jungkook jamás ha conseguido quitarme el aliento así.

Oh, por supuesto que no, replicó la vocecita de su conciencia. Él solo conseguía que tuvieras sueños húmedos por semanas luego de esa vez que por accidente lo viste sin bañador en la piscina.

Eso trajo un profundo sonrojo a sus mejillas y se volteó de golpe, se dirigió a la cinta de equipaje ignorando al posible Jungkook, con TaeHyung correteando detrás de él todo el tiempo. Los viajes lo ponían de mal humor al parecer, porque Minie percibió su mirada hastiada mientras esperaban.

—¿Te sucede algo?

TaeHyung le sonrió irónicamente.

—No, ¿por qué debería? Después de todo mi mejor amigo se la pasó durmiendo todo el viaje y no ha reparado en mí, ¿crees que es para estar molesto? Por no mencionar que no nos veíamos hacía más de dos meses.

Jimin revoleó los ojos al cielo.

—Ya comprendí, no es necesaria toda tu actitud señor-culo-hastiado.

TaeHyung la arrugó la nariz en uno de los tantos gestos aniñados que reservaba solo para él y se acercó a coger su encendida maleta roja que aparecía a la vista.

Jimin mientras, refrenó el impulso de pasarse una mano por el cuello, cuando el cosquilleo de que estaba siendo observado le bajó por la columna.

Modestia aparte, él estaba acostumbrado a esa sensación. Ya fuera que lo reconocieran por su trabajo o por mera atracción, un puñado de personajes al día hacían que se cohibiera. Pero nunca como este, oh no, no, nunca como éste. Eso era definitivo. Porque él se estaba sintiendo atraído por el chico del traje gris y eso no era propio de Minie. A él no solían gustarle tipos tan magnates. ¡Y menos si era el camarada de su hermano!

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora