CAPÍTULO DIECISIETE

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—Señor Park, por tercera vez.

Un dedo pinchó la mano de Jimin que descansaba sobre el escritorio y éste alzó la cabeza de golpe.

—¿Qué sucede? —susurró a Hoseok, su compañero de banco quien le miraba divertido. Él hizo un gesto hacia el frente del salón de clases, su cabello arenoso agitándose con el acto. Nick se topó con una enfadada Madame Allamand, cruzada de brazos dándole una mirada mordaz... al igual que el resto de sus compañeros. —Oh...

—¿Le molesto, Sr. Park? —Ella preguntó avanzando entre los pupitres hacia él. La mujer podía verse realmente intimidante, tomando en cuenta que era una viejecilla pasada los sesenta años. —¿Tienes usted algún pensamiento importante que le consume su atención hoy?

—No, madame. Disculpe. —Jimin se apresuró a bajar la mirada, no obstante, ¿a quién quería engañar? Se había perdido toda la clase en las nubes. O mejor dicho en el recuerdo caliente de ciertos labios presionados contra los suyos, mientras miles de sensaciones le volvían el cerebro papilla.

La maestra se plantó frente a él, sus labios crispándose hacia arriba.

—Creo que no hay nada que disculpar, puede retirarse de mi clase —anunció sin inmutarse. La quijada de Minie cayó.

—Yo... —intentó excusarse, pero la cabeza de JHope negando le detuvo. El chico era de segundo año, él le había advertido del genio de su maestra de canto. Si la cabreaba, era mejor no replicar si querías un aprobado al final del semestre.

Como si fuese consciente de ello, Madame Allamand dio media vuelta y regresó al frente de la clase, en donde comenzó a escribir algo en una hoja.

—Ahora, —reiteró tras Jimin no moverse. Él estaba petrificado. Canto era un setenta por ciento de la nota final. Estaba jodido. La maestra no alzó la cabeza, más lo poco que se vislumbraba de su rostro no se veía feliz — y cierre la puerta al salir, merci beaucoup.

Jimin miró a su alrededor, los otros veinte chicos con quienes compartía esa materia le miraban atentos con expresiones que variaban entre verdadero espanto y expuesta molestia. Al final, no tuvo más remedio que obedecer, saliendo como perro con la cola entre las patas y el bolso de mensajero pegado al pecho. Recorrió los pasillos enfadado consigo mismo.

A lo largo de los últimos siete años, él había sido besado. Y mucho. No al extremo de llegar a ser un chico que se lleva de boca en boca, pero lo suficiente como para comprender la diferencia entre un par de besos.

Ninguno en su repertorio se parecía a lo que había compartido con Jungkook y quizás, era por eso que no podía sacárselo de la cabeza aun con el par de días de por medio sin ver al hombre.

Jeon había corrido de él, no se le podía llamar otra cosa. La mañana tras el asalto caliente como Jimin había decidido llamarlo, había escuchado a Jungkook correr fuera del departamento antes de que él tuviese tiempo de levantarse y no había aparecido para nada.

No es que lo culpara, había sido tal bomba estallando en sus rostros que era totalmente normal que Jungkook necesitase su espacio. Sobre todo tomando en cuenta que él no se suponía que fuese gay.

En todo caso, Jimin ya comenzaba a asustarse. ¿Que si el hombre estaba en verdad espantado y había huido? Era una medida dramática, pero del todo posible. Jungkook no había demostrado tener problemas con la homosexualidad de Jimin, él de por si no era alguien que demostrase muchas emociones, pero no le había hecho a un lado y había aceptado vivir con él. Jamás hacía comentarios ofensivos, ni siquiera en desliz. Pero ser gay y estar bien con que alguien más lo fuese, eran dos cosas muy diferentes.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora