CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

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—Si tu mejor amigo es Yoongi, ¿no te parece curioso que te enamoraras de su hermano y no de él?

Habiendo ya oscurecido, Jungkook se preparaba para marcharse. Había sido un día de lo más interesante, siendo interrogado por ambos de sus padres. Y lo curioso era que, ninguno lo tomó a mal o siquiera cuestionó demasiado. Ellos estaban ansiosos por saber más de Jimin. El muchacho que parecía haber trastocado la vida de su hijo menor.

—Nunca lo he pensado. —Jungkook le respondió a su padre. —Yoongi es simplemente mi amigo, nunca me sentí atraído por él.

El señor Jeon asintió. Él estaba viendo a su hijo bajo una nueva luz ahora. Su esposa se encontraba a su lado, su mano en la suya y entre ellos un lenguaje secreto se desarrollaba por medio de apretones entre sus dedos.

—Con el padre de Yoongi éramos muy amigos en la escuela, algo así como ustedes. Inseparables. Cuando nacieron ustedes chicos, —Jung Hyung y tu— yo insistí con sus nombres. No quería ser el único con honor a sus raíces, pero no Park, él se mantuvo al margen cuando nació su primer hijo. —Los ojos de su padre brillaron con el recuerdo. Jungkook a veces, olvidaba aquello. Si él estaba tan unido a Yoongi y su familia, era gracias a la amistad de su padre con el padre de su amigo. —Entonces, Eun Ji estaba en cinta después de años y Park sugirió Jimin. Su esposa lo aceptó, yo estaba feliz. Un muchacho para que hiciera compañía a los míos. —Jungkook asintió ante esa revelación. Su padre le palmeó la espalda. Lo había estado haciendo mucho durante la tarde. —¿Crees en el destino?

Después de todo lo que había pasado en las últimas cuarenta y ocho horas, la respuesta era clara:

—Empiezo a hacerlo.

Jeon padre suspiró, su barriga saltando al dejar salir el aire.

—Yo también.

Fue el turno de Jungkook de volverse hacia su madre. Ella había dejado caer un par de lágrimas en algún momento, sus ojos claros enrojeciéndose, pero la sonrisa no la había perdido para nada.

—Cuando todo esto sea resuelto, dile a Jiminie que quiero volver a verlo. El recuerdo de su rostro de niño no me calza para nada con todo lo que me has contado.

Jungkook se atragantó con sus palabras. Besó a su mama y a su papa hasta que estos le dieron empujones para que los dejara y partiera. El alivio dentro de él era tan grande que quizás jamás podría llegar a ponerlo en palabras, por eso demostrarle su gratitud era lo único que tenía.

Lo siguiente en la lista de Jungkook, fue conseguir un nuevo teléfono. Una vez tuvo el aparato en las sus manos, se debatió sobre qué hacer, a cuál de los hermanos Min o Park telefonear. Si en verdad, Jimin estaba en Busan, de seguro y Yoongi ya lo sabía todo y no esperaba menos que un golpe en el rostro como recibimiento. Así que por cosas del imprevisto destino —que no dejaba de sorprenderlo—, llamó en su lugar a TaeHyung.

—Deberías de dejarlo en paz. —Fue el saludo del chico nada más reconocer su voz. —No harás nada más que hacerle sentir incomodo si te presentas aquí.

Jungkook tuvo que contener una réplica.

—Nunca te he agradado. —dijo en su lugar.

—No en realidad, creo que Jimin puede hacerlo mucho mejor que un tipo como tú. —resumió Tae con su gruesa. —Él es guapo y exitoso, puede tener a quien desee.

—Solo estás celoso. —Jungkook se encontró apretando el teléfono más de la cuenta.

—Lo estaba. Solía estarlo tremendamente, no puedo explicarme qué es lo que ve en ti. Pero ahora no se trata de eso, no importa lo que yo sienta. —TaeHyung exhaló enrabiado. —Jimin es mi mejor amigo, Jungkook y soy muy bueno en eso. Yo protegeré a Minie de idiotas como tú, si es necesario. Déjalo en paz.

De alguna bizarra manera, saber que Jimin tenía un amigo tan fiero como TaeHyung a su lado, hacía a Jungkook respirar tranquilo. No es que en ese preciso momento fuese de gran ayuda, pero al menos, sabía que Minie no caería mientras TaeHyung estuviese ahí para sostenerlo y que Minie estuviese a medio flote era lo único que necesitaba hasta que él pudiera llegar a su lado.

Jimin era la mejor joya preciosa del escaparate, y como tal, necesitaba resguardo del mundo.

—No puedo dejarlo en paz, TaeHyung —confesó en algún punto. —No puedo pasar de él. Lo dejé entrar como a nadie y ahora, ¿sabes siquiera por el tormento que he pasado sin saber nada de él? ¿Sin saber si está mal, si está afectado, si mi hermano le hizo daño?

—Pues claro que está mal. Le rompiste el corazón, entre tú y tu hermano se encargaron de derribarlo. —Al otro lado de la línea, TaeHyung estaba en el antiguo cuarto de Minie. Se había refugiado allí tan pronto vio un número desconocido en la pantalla de su celular.

Había esperado que fuese Jungkook y la naturaleza de su conversación.

Es cierto que no terminaba de confiar en el doctor; que creía firmemente en que su amigo podía tener a alguien mejor, pero aun con eso, había visto la forma en que la relación entre ellos se había dado. En como Jungkook había cambiado de ser un idiota impenetrable a un pelmazo soportable que recorría a Jimin con la mirada cada que podía. Y no era una mirada simple de lujuria, era de anhelo por algo que no crees poder alcanzar jamás. Era allí donde se albergaba la esperanza.

Expectante, Jungkook se mantenía esperando a que TaeHyung le dijese algo, cualquier cosa.

—¿Qué piensas que pasará ahora? ¿Crees que Jimin te perdonará en algún punto?

—Es mi mayor deseo —Jungkook no intentó ocultar.

—¿Y si eso pasa? ¿Cuánto te demorarás en decepcionarle otra vez? —El chico escuchó la respiración del doctor ser contenida y se felicitó por dar en el clavo, así que fue más lejos —¿Cuándo él necesite más? ¿Cuándo quiera que lo beses en la terminal al venir a ver a su familia y no puedas? ¿Cuándo finjas que es tu querido compañero de departamento solamente? ¿Cuándo no te cases con él, ni tengan hijos?

El arrojo para ser valiente no tiene fecha de caducidad, sin embargo, Jungkook lo sentía como una cuota que se agotaba con cada una de las palabras de TaeHyung.

—Nosotros no podemos casarnos —Logró articular.

—Pero lo haremos. La voluntad y amor rompen barreras, Jungkook. Creí que eras un tipo listo. —Se escucharon pasos en la escalera, por lo que, TaeHyung aferró el teléfono con prisas. —Algún día, en algún momento, vamos a poder gritar a los cuatro vientos el nombre de quienes amamos sin ser juzgados, ¿qué nombre vas a gritar tú?

Y sin esperar respuesta, cortó.

Su respiración era trabajosa cuando la puerta del cuarto fue abierta y la silueta de Jimin se recortó contra la luz.

—¿Qué haces aquí arriba? —Él evaluó a su amigo. —¿Sucedió algo?

TaeHyung fue hasta él sonriéndole angélicamente.

—Nada, en lo absoluto. ¿Ya está la comida? Muero de hambre.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora