CAPÍTULO TREINTA Y UNO

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Hacía cuatro días que no recibía noticias de Jimin y Jungkook amenazaba con tener una apoplejía. ¿Es que acaso el chiquillo no lo extrañaba?

Demonios, él estaba por treparse las paredes cada vez que llegaba a casa y no sentía la presencia de Minie allí. Su olor se estaba esfumando, y había dejado todo tan ordenado que hasta extrañaba encontrar su desastre por todas partes.

Jamás le había pasado algo así antes, con nadie. Ni con su ex esposa. Aunque estar con Lisa había sido algo agradable, su relación había sido siempre en términos cordiales básicamente. Si no coincidían en un par de días, no era la gran cosa. No era desgarrador para nada, no como ahora, que se sentía tener el corazón en cirugía abierta.

Había llamado a Yoongi en varias ocasiones, fingiendo que solo quería hablar de nada en particular. Afortunadamente, Yoongi era bueno en ello; lo había mantenido entretenido y en más de una ocasión, había soltado cosas acerca de lo que Minie hacía, lo cual obviamente no era suficiente. Él quería saber qué hacía Jimin a cada momento, si pensaba en él y lo extrañaba. Si extrañaba hasta la maldita ciudad de Nueva York. Y el apartamento también.

Ahora estaba sentado en una de las cómodas sillas del comedor con sus pies descansando en otra y una sarta de papeles esparcidos a través de la mesa. Había tenido dos casos de intervenciones de emergencia hacía poco y tres nuevos pasantes que poner al día. Y como si aquello no fuese poco, se había traído todos los quehaceres a la casa; sin Minie no tenía ganas de nada.

Mierda.

El celular que estaba casi burlándose de él, sonó de pronto. Jungkook lo cogió de inmediato cuando el tono que anunciaba un mensaje entrando, sonó. Su pecho apretándose en expectativa. Solo para notar que era un maldito mensaje de la compañía.

Resistiendo el impulso de gruñir, miró el pequeño aparatito moviéndolo entre sus manos. Había revisado su correo casi cada una hora, los mensajes en el buzón y nada. Ni siquiera un punto.

Sin darse cuenta de que hacía, se encontró marcando a Yoongi de nuevo. Había hablado con él en la mañana, ahora era ya cerca de la medianoche. Necesitaba sonsacarle algo de Jimin, porque a este último no pensaba llamarlo directamente ni loco. No quería dejarse en vergüenza y si solo escuchaba su voz, le diría cuanto lo echaba de menos. Patético.

Yoongi contestó al cuarto tono de llamada con voz, claramente somnolienta.

—Hey viejo, ¿qué pasa?

—Lo siento, ¿te he despertado?

Al otro lado se escuchó una voz femenina enfadada y luego a Yoongi riendo. Esa era claramente Hana.

—No pasa nada, tranquilo.

Jungkook se sintió idiota.

—Lo lamento mil veces, hablamos en otro momento.

—Eh, que no pasa nada. —Otros murmullos enfadados y más risas de Yoongi— Es solo que Hana se está cuestionando ponerse celosa de ti.

Jungkook intentó un amago de sonrisa, pero ni a eso llegó. Era cierto que había llamado mucho a su amigo en los últimos días, no se había dado cuenta de que en su afán de saber de su hermano, había enturbiado la vida de Yoongi.

—Reitero, lo siento. Es que estoy tan aburrido aquí, que necesitaba distraerme. Tengo demasiado trabajo.

Yoongi suspiró o más amortiguó un bostezo, Jungkook se encogió.

—Mejor vuélvete a la cama, Yoongi. En serio, hablamos luego.

Yoongi hizo un ruido descartándolo.

—Qué pena por ti, hombre. Pero sabes, tu problema es que no te diviertes. No te relajas. Pensé que en todo este tiempo, ya habrías aprendido alguna mañita de Jimin.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora