CAPÍTULO NUEVE

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Jimin se secó el sudor de la frente con un pañuelo. Desempacar para armar una casa desde cero tenía que ser uno de los trabajos más arduos de la vida. Jungkook estaba encargándose de los cuartos subiendo las escaleras y Jimin los del primer piso. La cocina nueva era inmensa, la isla de granito en el medio del cuarto estaba repleta de cajas por desembalar. De solo verlas Jimin sentía que le dolía la espalda.

—Toma papi —Min Ki apareció en la escena con un vaso de soda. —La abuela dice que no tengo que dejar que se deshidraten.

Jimin bebió agradecido.

—Yo creí que estarías en tu cuarto —dijo tomando asiento en una de las nuevas sillas para el comedor. —¿Te has aburrido de ordenar tus juguetes? Ya sabes que tienes que dejar espacio para todo lo que le pediste a Santa este año.

Min Ki fue a sentarse al regazo de su padre. Minie le acomodó entre sus piernas, abrazándolo.

—Papa está triste.

—Lo sé, cariño. Es cosa del trabajo.

—No, no lo es. Su frente está arrugada en todo momento y suspira cuando cree que no lo estoy viendo. —Retorció sus pequeños deditos. Jimin lo miró. Es curioso lo que dicen acerca de los hijos, Min Ki podía no llevar su sangre, pero había tantas similitudes entre ellos que cualquiera se lo cuestionaría. Las manos del pequeño eran como las de Minie, gráciles y delicadas. Las manos de un artista. Quizás algún día, el niño tuviese inclinación por las artes. Minie así lo esperaba.

Jimin comenzó a tararear una canción para Min Ki, distrayendo su mente como cuando el niño era un bebé. Lo meció un poco y consiguió arrancarle una sonrisa suave.

El móvil de Minie los hizo saltar al anunciar una llamada entrante. Min Ki lo cogió.

—¿Diga? —preguntó llevando el aparato a su oreja. Esperó por la respuesta antes de dárselo a su padre. —Es el hombre de tu trabajo.

—Jimin—La voz de Hoseok le llegó amortiguada al Minie contestar. —Hay un chico aquí que te busca, su nombre es... ¿cómo dijiste que te llamas, precioso?... Oh, es Kim TaeHyung. Él tiene una mueca molesta en su rostro.

Minie no sabía si reír o lamentarse.

—¡Cielo santo! Olvidé por completo que TaeTae pasaría por mí al trabajo hoy, ¿puedes decirle que lo lamento? —Minie escuchó la inconfundible voz de su amigo TaeHyung protestar al fondo y algo sobre su teléfono sin batería.

—Minie dice que lo lamenta —Hoseok habló. —Él se fue temprano a casa hoy. ¿Es un problema tan grande?

Minie se perdió la respuesta de Tae.

—Como sea, Hoseok lamento que mi amigo tomara tu tiempo.

—Yo no lo hago para nada, te hablaremos más tarde Jimin. —Y cortó.

—¿Te hablaremos? —Se preguntó mirando el aparato. ¿Qué había sido eso?

—¿Qué sucede? —Jungkook llegó limpiando sus manos con un paño.

Minie le enseñó el teléfono aturdido.

—Hoseok —dijo sencillamente. Las cejas de Jungkook se alzaron, por lo que agregó. —TaeHyung estaba con él, quedamos de juntarnos hoy y supongo que lo pasé por alto.

—Temo por Hoseok, Tae es de temer. —Jungkook fingió estremecerse.

—Ja-ja. Muy gracioso. —Minie le hizo señas por encima del niño aun en sus piernas para cambiar de tema. Jungkook miró a su hijo captando lo necesario.

—¿Min Ki, todo en orden?

El pequeño no respondió. Jungkook se arrodilló a los pies de él tocando su rodilla con gentileza.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora