CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

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Minji mantenía la nariz apretada contra el cristal del ventanal que daba a la calle, tan pronto escuchó el portazo de la puerta de entrada y vio la imagen de Jungkook que con hombros caídos se alejaba de la casa, se volteó hacia su hermano mayor.

—Tu amigo se ha ido —le informó a Yoongi. Él estaba sentado en la silla del escritorio de su madre y se tambaleó al ponerse de pie.

—¿Se ha ido solo?

—Pues eso parece. Jimin tiene que estar... —Ella no alcanzó a terminar esa frase. Su madre había dejado el despacho y caminado hasta la sala de estar.

Se habían refugiado allí, en la habitación continua con toda la intensión de poder escuchar algo de la discusión, pero para su sorpresa, no habían escuchado ni gritos ni sobresaltos en lo que pareció una conversación civilizada y a ninguno de ellos eso les calzaba. Jimin era un chico apasionado, por decirlo poco.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Eun Ji, aproximándose a Minie sin rodeos.

Su hijo se mantenía aun en medio de la sala, perdido mirando la puerta cerrada. Él pestañeó un par de veces antes de dirigir su mirada verde sobre ella.

—Nada, Jungkook se ha ido —explicó sin más.

—¿Ustedes han hablado? —Yoongi quiso saber. Sí, él era curioso. Tanto por su hermano como por su amigo, se había imaginado que jamás tendría que estar en una situación como esa, y ahí estaba. Dos de las personas que más le importaban peleándose por asuntos del corazón.

Su hermano le ofreció una sonrisa que distinguió como ensayada.

—Algo. No podía verlo más. Él ha dicho que hablará contigo luego.

—Claro. —aceptó no queriendo presionar más de la cuenta. —¿Tu qué tal estás?

—Viviré. —Jimin no podía soportar las miradas de preocupación de su familia sobre él, así que buscó por una salida alternativa. —¿Alguno de ustedes ha visto a TaeHyung? Juraría que estaba detrás de mí cuando hemos llegado.

Se miraron entre todos los presentes.

—Es cierto, él estaba descargando las ultimas bolsas del carro. —dijo Minji.

El aludido apareció por la puerta de la cocina. Su respiración agitada y unas ramas de árbol en el cabello que Jimin retiró con una sonrisa propia.

—¿Dónde te has metido?

—Pues bajo la ventana, ¿dónde más? —Él apuntó al ventanal de puertas dobles abiertas hacia el jardín trasero. —Lo he escuchado todo y ya tengo mis manos sobre ello dulzura, tengo un plan.

—No necesitamos un plan para nada.

—Oh, pero ya verás.

Yoongi siguió con la vista a su hermano y a su amigo, quien le hablaba en voz baja sobre algo que no merecía llegar hasta sus oídos. Él miró intencionadamente a Minji quien se dio por aludida de inmediato siguiendo a los chicos. Parecía ser que ella era la única merecedora de estar a su alrededor en todo momento, así que la necesitaba de espía.

—Nunca entiendo que pasa en la vida de Jimin, en serio que no —comentó Eun Ji retirándose a su estudio.

Yoongi quería poder decir lo mismo, pero ya no era así. Él no perdió tiempo en llamar a Jungkook.

—Así que ya te rendiste.

Caminando bajo el sol, con sus pensamientos en movimiento sobre cómo proceder, Jungkook se sonrió ante el tono de su amigo.

—Ni de broma. Tu hermano me la ha puesto difícil, no obstante, no lo dejaré cantar victoria tan rápido.

Si se había retirado como lo hizo, solo había sido porque estaba por ponerse de rodillas y suplicar por una segunda oportunidad y no creía conseguir nada con ello. Si a Jimin le había gustado en un principio, era por ser un hombre que se mantenía erguido y peleando. Y la otra opción, claro estaba, era agarrar a Minie e írsele encima como Evelyn le había sugerido y tomando en cuenta de que estaba en la casa de la madre del chico, no era una posibilidad. Por no mencionar que quizás Yoongi no hubiese estado de acuerdo.

Lo que no se imaginaba era que su amigo sí que estaría contento con ello, puesto que estaba convencido que lo de Nueva York era un problemón que se había ido de las manos y mucho más ahora que había visto la manera de reaccionar de ambos chicos, los quería juntos a como diera lugar.

—¿Te he invitado ya a la fiesta de la constructora? —preguntó con voz insidiosa Yoongi. —Creo que podrías mostrar allí alguno de tus trajes. Vístete para impresionar, amigo. 

Mientras que estuvo frente al espejo, preparándose para asistir a la fiesta de la empresa de Yoongi, Jungkook había llegado a la conclusión que el rasgo físico que más le encantaba de Jimin, eran sus labios.

Los había repasado todos y sí, sus labios.

En la medida perfecta, resaltando en su rostro, armoniosos con el resto de sus rasgos; quizás por eso había creado debilidad por besarlos. Llevaba exactamente seis días, trece horas, veintiocho minutos y contando, desde que había tenido acceso a ellos. Desde el último beso robado en la habitación antes de que hubiesen recibido a sus amigos en el departamento para una cena y una posterior noche que se había ido por el desagüe.

Era motivo suficiente para estar de mal humor.

Mucho más cuando dichos labios estaban esbozando sonrisas cándidas que no estaban dirigidas a su persona.

Decidirse sobre qué iba a usar para la fiesta de Yoongi había sido dificultoso, mirando su equipaje nervioso; había empacado ligero y el único traje que llevaba consigo, ya lo había usado. Su cabeza repetía una y otra vez la frase de su amigo: "vístete para impresionar" y no había nada entre sus ropas que hiciera eso, así que se había decidido a ir de compras. No le importaba, era una medida más que justa. Sobre todo, tomando en cuenta la mirada apreciativa que Minie le brindó apenas le vio. El traje gris con corte a medida y la blanca camisa almidonada parecieron ser una buena elección. Se había dejado los primeros botones del cuello abiertos, descartando usar corbata puesto que dejar a la vista un poco de piel estaba bien.

Minie también lo pensó así, sus ojos yendo a su pecho, su lengua humedeciendo sus labios cuando malos pensamientos se filtraban en su cabeza.

Ahora, no estaba seguro de haber hecho siquiera un punto.

Jimin estaba en la fiesta de Yoongi acompañado. De algún pelmazo colgado del brazo, atrayendo miradas y sin merodear siquiera cerca de donde Jungkook se encontraba.

Eso no era para nada lo que había esperado.

Él había pensado en todo lo que le había faltado decir, en todos los recursos a los que podría aferrarse y parecía ser que ninguno le serviría.

—No es nada, —le había asegurado Yoongi viendo cómo el rostro de Jungkook se desfiguraba ante la imagen —un insignificante bache.

Jungkook no lo creía así.

Él había intentado distraerse con la cháchara de Minji, quien le había interceptado apenas llegó y no le dejaba de seguir o con Yoongi y Hana, quienes le ponían al día de detalles insulsos que en toda relación de amistad se comparten de vez en cuando. El asunto era, que a él no le importaba nada de eso. Ni el edificio seleccionado para la ocasión, con lo ostentoso que lucía; ni las decoraciones elegantes y las luces que le brindaban al patio de cielo abierto, un aspecto lúgubre.

Él había rechazado a todo mozo que se le acercase con un trago y esquivado al resto de personas que merodeaban en la fiesta, saludándolas con gestos educados.

Él solo tenía ojos para Jimin, que no miraba en su dirección, que no se veía afectado por su presencia, que estaba allí luciendo tan hermoso que le robaba el aliento.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora