CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

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Dejar el apartamento de la manera en que lo había hecho, había sido un acto necesario, pero no por eso menos estúpido. Jimin lo notó tan pronto el frío de la noche le golpeó los brazos desnudos y le recorrió un estremecimiento. Quizás fuese el frío, o la emoción que sintió al momento que sus pies le llevaron inevitablemente frente a los protestantes calle abajo, más una emoción le cerró la garganta.

Necesitaba espacio una vez que las cosas estuvieron dichas, para pensar, respirar y no dejar que Jungkook viese las lágrimas agolparse en sus ojos. Si había algo que jamás haría, sería demostrarle a ese hombre cuanto le afectaba. Porque aquello sería entregarle el ultimo retazo de su corazón y Minie no creía poder hacer eso. No ahora.

Se apartó de un manotazo otra lagrima errática que corrió abajo por su mejilla.

Había albergado la esperanza de que, de alguna manera, siendo alguna manera la clave, las cosas con Jungkook dieran frutos.

Jimin no se había enamorado de un tipo en negación nunca antes y es por eso que pensó erróneamente que dejarlo ser estaba bien.

Pensó que Jungkook se daría cuenta en base al amor que se profesaban en el corto tiempo, en los pequeños actos, en los detalles; que todo llegaría a buen puerto.

Algo le decía a Minie que no se afligiera, las parejas solían tener desacuerdos en las relaciones; una relación sin ninguna disputa, algo ocultaba. Sin embargo, el tono de su propia discusión es lo que le achacaba el pensamiento. La sensación pesada de que las cosas no volverían a ser lo que fueron, incluso si lograban solucionarlo.

Mientras se alejaba de la gente con pancartas, el muchacho no podía dejar pasar el hecho de que él había dicho todo lo que tenía para decir, todo el miedo que guardaba dentro expuesto, y el doctor no había dicho absolutamente nada. Ni siquiera una palabra, para defenderse o negar o pedirle que se quedara.

En momentos como ese, Jimin hubiese preferido hasta que fingiera en vez de dejarlo así de desolado como se sentía.

Bueno, no realmente, se regañó haciendo una mueca.

Él no era un cobarde que prefería una mentira a una cruda verdad.

Cuando el viento consiguió helar el interior de sus pulmones y se quedó sin camino conocido por recorrer, se detuvo en una esquina a barajar. No llevaba consigo teléfono o reloj; no sabía qué hora era, ni que tanto tiempo había transcurrido desde que se marchó. Esperar que Jungkook se hubiese ido a la cama, era la mejor opción. Quizás encontrarlo dormido y poder colarse así en su habitación para mantener las distancias y hablar cuando la luz del día le hiciera entrar en razón.

Sí, eso sería lo mejor.

Jimin comenzó a caminar de vuelta al apartamento, afortunadamente no estaba lejos, pero para su mala suerte; estaba tan perdido dentro de sí que no había mirado a su alrededor. Por ende, no notaba que un grupo de cuatro tipos le seguía desde hacía varias calles.

Cuando llegara a casa, le iba a dar un ultimátum a Jungkook. Más concreto del que ya le había dado.

**

En cuanto la puerta de entrada se cerró de un portazo, Jungkook se dejó caer en un sofá sintiéndose peor que la mierda.

Aún tenía el corazón a mil por hora y las manos que mantenía fuertemente apretadas no daban indicios de comenzar a calmarse.

¿Qué era todo eso, Dios? ¿Qué había significado ese arrebato? Jimin era normalmente calmado, paciente con sus sentimientos y muy consciente de su precario estado de reconstrucción. ¿Por qué era que de pronto quería presionar sus límites para que asumiera algo de lo que no estaba listo?

Se recriminó que tal vez fuese su culpa. En sus días de retraimiento, apestaba estar a su alrededor, y aunque había visto el gesto de Jimin marchitarse, no había hecho nada por ser mejor, alegando que estaba frágil y que no era fácil.

Pues para el muchacho también tenía que ser del mismo modo.

Él, un chico que ya sabía lo que quería, a la espera de que Jungkook se decidiera.

Esperó unos minutos a calmarse y que el pensamiento se le aclarara de la borrachera. El apartamento estaba en silencio, Jungkook cerró las ventanas, percatándose que la gente calle abajo se dispersaba y con ellos, parte de la tensión que mantenía. Le ponían los pelos de punta y nada tenía que ver con lo que le había dicho a Minie, aunque había cosas en las que tenía razón.

Se calzó la chaqueta, las noches ya refrescaban, y tomó otra para Jimin para cuando le encontrara y se dispuso a ir en su búsqueda.

No había querido que las cosas se dieran como lo hicieron, pero tampoco podía decir que ahora que todo estaba fuera, lo quería de vuelta adentro.

Había recibido una llamada de sus padres el día anterior y eso había sido como un detonante.

Estar con Jimin era algo que quería, no lo hacía por otra cosa más que todos los sentimientos que tenía hacia el muchacho y estaba peleando duro consigo mismo contra todo lo que había creído ser y querer en algún momento para adaptarse a lo nuevo de la situación, porque puede que llevase poco con Minie bajo el nombre de una pareja, pero estaba completamente seguro de que el sentimiento no era algo pasajero.

Así que estaba trazando hilos para conectar todo. Como, por ejemplo, su deseo de ser padre. No era que quisiese serlo en ese mismo momento, se dijo doblando en una calle cercana saliendo del paseo iluminado, —ya había escasos transeúntes y las tiendas comenzaban a bajar sus cortinas—, era más una cosa que siempre pensó que llegaría a él. No podía ponerle rasgos a un bebé, no sabía con quién terminaría engendrando uno y entonces, decidió que era un pensamiento sobrevalorado. ¿Qué fin tenía ser padre si no era con la persona amada?

Le llegaron ruidos amortiguados desde un callejón por el que pasaba, iba a seguir de largo cuando distinguió las figuras altas inconfundibles de personas amedrentando a otra.

Puede que Jungkook fuese muchas cosas y sí, se estaba dando cuenta de que cobarde era una palabra que le pegaba en algunos sentidos, pero no estaba en él quedarse viendo como golpeaban a alguien y seguir de largo.

Se adentró en el apestoso y mal iluminado lugar para ver como un tipo apresaba a su víctima contra la muralla de ladrillo. No hizo ruido al acercarse, tanteando sus bolsillos por el teléfono para llamar a la policía, tenía que tener el número del detective en el caso de su hermano en marcación rápida, eso serviría. Nadie pareció notar su presencia, por lo que, se acercó lo suficiente para ver el rostro de quien estaba petrificado de miedo ante sus atacantes y ahí, se le cayó el alma a los pies.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora