CAPÍTULO ONCE

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Jungkook hizo tronar su cuello, era una maña que tenía desde la universidad que de alguna manera lograba hacerlo sentir mejor.

Le dio un último vistazo a los papeles que tenía en la mano y luego pasó su mirada de la preocupada madre que estaba a su lado, al muchachito que estaba sentado en la camilla frente a él moviendo sus pies que colgaban en el aire.

—Vamos a tener que enyesar ese brazo, amigo —dijo con su voz más suave. Hubo un quejido mortificado de la mujer y el chiquillo alzó el brazo que no lucía flácido en el aire.

—¡Genial! —exclamó con una sonrisita. Tenía ocho años, según lo indicaba su ficha médica y había llegado allí hacía una hora tras intentar montar a caballo sin la supervisión de un adulto. Él alzó los ojos brillantes hacia Jungkook —¿Mis amigos podrán escribir sobre el yeso? Porque un chico en mi salón se rompió la pierna y su yeso tenía algo extraño cubriéndolo así que no pudimos hacer dibujos en él.

A su pesar, Jungkook se sonrió.

La madre del niño estaba cubriéndose el rostro con las manos, no podía culpársele. Antes de que su hijo recibiera un calmante, él lucía enrojecido y lloroso.

Jungkook se agachó para estar a la altura de su paciente.

—Me aseguraré de que sea un yeso en donde puedan escribir tus amigos, si a cambio me prometes que no volverás a montar sin tu madre presente. —El niño arrugó su cara, por lo que Jungkook insistió. —Ella estuvo muy preocupada por ti. No es justo hacerle cosas como esas a mamá, ¿está bien?

El niño miró a su madre y ésta le sonrió, pareció ser que eso fue todo lo que se necesitaba. Se volvió al doctor y le extendió su pequeña mano que él estrechó satisfecho.

—Hecho, perfecto. —Tomó todo lo que tenía, adjuntando la radiografía que mostraba el hueso dividido. Le dio una sonrisa tranquilizadora a madre e hijo. —Ya pasó lo peor. Es un chico valiente, ahora lo derivaré con un compañero y él se encargará del último paso.

—Muchas gracias, Dr Jeon —Se despidió la madre dulcemente y mientras él se alejaba, no pudo evitar escucharla cambiar de tono y comenzar a regañar a su hijo.

Jungkook llevaba dos días durmiendo en el hospital. Había aceptado realizar turnos seguidos y tomado siestas en la sala de utensilios en una camilla; todo para evitar llegar a casa. Era una medida desesperada pero tras ese tiempo y espacio lejos de Jimin, había podido pensar y llegado a la conclusión de que se estaba ahogando en un vaso de agua. Sin dejar de lado tampoco, que estaba siendo grosero.

Había tenido cargo de conciencia constante al dejar a su huésped solo, sin explicación alguna para su comportamiento así que ahora solo deseaba entregar el turno a alguien más y marcharse a casa.

Tocó la puerta de la sala en donde atendía su compañero SeokJin. Él tenía su edad, pero a diferencia de Jungkook, estaba tan metido en un plan de deporte que siempre lucía fresco como lechuga y por consiguiente mucho más joven de lo que en verdad era.

—¿Qué pasa, Jeon? —preguntó Jin acercándose.

Jungkook le extendió la radiografía.

—Box ocho, chico con brazo quebrado, necesita que le enyesen. Es todo tuyo —informó y al ver las cejas de Jin subir, Jungkook se desinfló. —Solo tómalo, estoy a punto de caer de bruces contra el piso. ¿Por qué siempre tienes que hacerte el difícil?

Jin sonrió.

—¿Por qué siempre tienes que estar de mal humor? De acuerdo, qué tenemos aquí... —Él ojeó los papeles, mientras Jungkook se despojaba de su bata y estetoscopio.

A Kim SeokJin, Jungkook le conocía desde hacía ya unos cinco años. Habían ingresado a urgencias casi a la par y se codeaban en casi todos los turnos día a día. Ocasionalmente habían compartido un par de cervezas fuera del trabajo y se llevaban de lo más, aunque las cosas nunca llegaban lejos, porque Jungkook tenía barreras a su alrededor y era bastante complicado sortearlas.

—¿Doctor Jeon? —Llamaron desde la puerta.

Jungkook se quejó a medio camino de tirar de su corbata.

—Estoy por irme —respondió sin mirar.

Evelyn entró en la sala.

—Solo será un segundo... Amm, ¿podría molestarlo con el número de Minie? —pidió con cautela.

Aquello hizo a Jungkook alzar la cabeza de golpe.

—¿Has dicho el número de Minie? —preguntó de modo bastante tonto.

La chica miró entre ambos doctores. Jungkook se veía extrañado, Jin pendiente de la interacción, su amigo estaba mostrando más emoción tras esa pregunta de lo que había mostrado alguna vez por nada.

—¿De dónde conoces a Minie? —Jungkook quiso saber con más insistencia y al ver que Evelyn se retraía, aligeró el tono. —Bueno, si estamos hablando del mismo Jimin, claro...

—Mi curso libre en Juilliard, allí hablé con él ayer y bueno, tonta de mí, no le pedí su número. Él lo mencionó a usted, así que pensé que podía dármelo para no tener que esperar a encontrármelo de nuevo. —Ella expuso racionalmente y Jungkook tenía que darle la razón si es que las cosas se habían dado de esa manera.

Independiente de ello, se sintió mal al darse cuenta de que sí estaban ocurriendo cosas en la vida de Minie y él le había dejado solo.

La urgencia de ir a casa creció.

—Oh, en ese caso, ten —Le extendió su teléfono a la muchacha y bajo el escrutinio de Jin, recogió sus cosas.

Ella tecleó apresurada y se lo devolvió.

—Gracias, y no puedo creer que Minie sea su chico... —dijo y al ver el rostro de espanto de Jungkook, su boca se abrió. —Quiero decir...

—¿Tu chico? —SeokJin preguntó choqueado y Jungkook negó fervientemente.

—¡Oh, por Dios, que gran equivocación! —Evelyn se lamentó y comenzó a agitar sus manos. —Me refiero a que el doctor Jeon mencionó hace unas semanas que tendría a un huésped en su casa, un viejo amigo y...

—¿Evelyn? —Jungkook llamó al ver a la chica enrollarse —solo déjalo así.

—Claro, lo siento, yo... —Ella apuntó sobre su hombro sin terminar de decir su oración y salió apresurada.

Al voltearse, Jungkook suspiró por la mirada de Jin.

—¿Y ahora a ti qué te pasa? —cuestionó anticipándose.

SeokJin alzó la barbilla y se cruzó de brazos.

—No sabía que tenías un huésped en tu casa. —respondió.

Jungkook le quitó importancia, ¿en algún momento le iban a dejar marchar de allí?

—Es un favor a un amigo, un buen chico. Crecí con él —dijo como si nada, se encogió de hombros.

—¿Y ese buen chico con el que creciste tiene nombre? —dijo Jin con sorna y Jungkook se sonrió.

—Ya escuchaste que es Jimin, sabelotodo. Me largo, no necesito ver tu rostro más de lo necesario.

—Sí, seguro que es eso.

De camino a casa, Jungkook se detuvo en la tienda de víveres. Era recién entrada la tarde y tomando en cuenta de que tenía el siguiente día libre, no pensaba dejar el apartamento ni siquiera si éste se venía techo abajo.

Nada más abrir la puerta, supo que no estaba solo. No había nadie a la vista, pero el olor al perfume de Jimin era más fuerte que nunca y solo eso le hizo ponerse alerta.

Llevó las bolsas que cargaba a la cocina y se dispuso a ordenar todo en los gabinetes. Extrañamente, no parecía haber nada fuera de lugar en el apartamento así que aquello era un respiro.

Justo cuando se irguió de guardar la última caja de leche en el refrigerador, la voz de Minie llegó hasta él y al registrar la canción, sin voluntad alguna, sus ojos se cerraron. 

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora