La barba de Jungkook le había dejado marcas rojas en la piel que podía sentir incluso con la camisa puesta. Era bobo pensar que alguien podía saber que estaban allí, pero Jimin se sentía expuesto.
Aquella mañana casi que había caminado hasta el metro dando brinquitos de alegría. Y es que no cabía en sí mismo de felicidad. No es que un gran acontecimiento hubiese ocurrido, sino que los besos de Jungkook parecían hacer que el mundo le sonriese a Minie. Y vaya sí que había besos.
Se habían besado un montón y por todos lados en el apartamento.
Jungkook pasaba más tiempo en casa y Jimin se encontraba corriendo allí para arrojarse a sus labios. En una ocasión, llegando a ser literal. Jungkook había estado en la cocina revolviendo algo en una olla, y había tenido el tiempo de reacción perfecto al presentir a Jimin y atraparlo cuando éste se le fue encima. Se habían besado como la primera vez, ahogándose en la falta de aire mientras se comían los labios del otro. Gimiendo sin ningún disimulo y moliendo sus erecciones juntas.
Jimin sentía sus huesos deshacerse cada que Jungkook se aventuraba a tocar un poco de él. Sus manos firmes y grandes sosteniendo su trasero o recorriendo su espalda, hundiendo los dedos. Por su parte, Jimin aprovechaba de recrearse en el abdomen plano del doctor, en los músculos que saltaban a su paso, en su pecho cálido donde sentía su corazón golpear duro.
Se habían besado cada día desde entonces; en el sofá con Jungkook encima de Jimin, robándole el aliento y presionándolo contra los cojines. Perdidos en la pasión, Jungkook se volvía febril entre gruñidos, empujes y dientes mordiendo su cuello, marcándolo. Él era rudo y Minie se encontraba gustoso con ello.
Pero la mejor ocasión de todas, fue cuando Minie apenas cruzó el umbral de la puerta y Jungkook le había jalado por el brazo hacia sus labios, quitándole bolso y chaqueta en el camino para quedar sentados en una de las sillas del comedor, con Jimin sentado a horcajadas sobre él.
Jimin se lo había imaginado nervioso caminando de aquí para allá frente a la puerta a la espera de él, y eso solo había agregado combustible a su fuego, cuando se lo preguntó y Jungkook se tropezó con las palabras. Había dado en el clavo.
Ese día había sido una prueba, Jimin había colado sus manos dentro del pantalón del doctor y tocado su erección. Jungkook había gruñido en aprobación y cerrado los ojos. Concentrándose en las caricias que recibía por parte del menor y en los besos apasionados, disfrutando de los destellos que refulgían detrás de sus parpados y escondiendo su rostro en la curva de su cuello cuando el placer fue más de lo que podía soportar.
—Ah, la belleza de sonreír como idiota.
Minie saltó ante la voz de TaeHyung cuando éste llegó con los cafés que hacía minutos habían pedido. Se espabiló mirando a su alrededor. Tenía que dejar de soñar despierto, lo que sería mucho más fácil si tan solo fueran sueños y no la realidad que le esperaba en casa.
—Me figuro que esa sonrisa no es por mi —dijo su amigo con un guiño mientras tomaba asiento y le quitaba la tapa al latte para pasar su dedo por la espuma bicolor del café. Unto el dedo y se lo llevó a los labios para saborearlo.
—Estoy hecho un lío, —dijo Minie tomando su café con ambas manos —si alguien me hubiese dicho que venir a Estados Unidos iba a resultar ser de este modo, creo que me hubiese quedado en casa, escondido debajo de la almohada en cama.
TaeHyung le miró ceñudo. Él bebió de su café con cuidado de no quemarse, lamiéndose la espuma de la comisura de los labios cuando sonrió.
—No es para tanto, ¿Qué te molesta? Te veo, por lo menos, una vez a la semana y en tus exámenes no has salido nada de mal. ¿Qué te preocupa?
ESTÁS LEYENDO
En algún lugar del corazón
FanfictionJimin acaba de mudarse a New York. Se ha reencontrado con su mejor amigo de toda la vida, empieza las clases en la mejor escuela de artes del mundo y su cabeza va a la deriva. Después de todo, sólo tiene veintiún años. Jungkook, por su parte, está...