CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

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Los señores Jeon vivían en una modesta casita en la costa, a las afueras de la ciudad. Fue Jungkook quien se las compró como regalo de aniversario una vez que él salió de la universidad. Bastaba decir que el lujo le había costado bastante más de lo que a ellos les dijo y que aún estaba algo endeudado con eso. Pero no importaba, porque cada vez que veía la sonrisa en el rostro de su mama y el orgullo en los ojos cansados de su papa, sabía que había valido la pena.

Detuvo el Jeep sobre la arena, frente al puente que daba al mar. Con una vista como esa, el mar en calma y la playa privada tranquila, valía cada peso invertido.

—¡Jungkook—ah!

Jungkook se dio la vuelta cuando el ronco sonido de la voz de su padre lo llamó. Una versión más madura de él bajó las escaleras del porche a la carrera y lo atenazó en un abrazo de oso.

—Mi muchacho, —Su padre le apretó a su costado evaluándolo de pie a cabeza con ojo de halcón. —¿Qué tal estás?

—Estoy... mejor. —Él mantuvo su vista en las olas bajas rompiendo en la orilla de la arena. Su relación con su padre siempre había sido buena, más estrecha que el común y muy se temía que de solo verlo a los ojos, el señor Jeon vería lo que andaba mal dentro de sí. Jungkook le dio una sonrisa floja a la vez que iban al interior de la casa. —Siento lo de Jung Hyung, sé que tendría que haberles dicho antes, pero creí que, si lo controlaba, ni siquiera tendría que hacerles pasar el mal rato.

—Eres tremendo cabezota, intentando hacer las cosas del modo racional —dijo su padre cerrando la puerta detrás de ellos y cortando así el ruido proveniente del exterior. —Jung Hyung es nuestro hijo, Jungkook. Hacemos las cosas que creemos mejor para él, le hemos brindado nuestra ayuda tanto como lo hemos hecho contigo cuando lo has necesitado, pero como te dije antes, él es un hombre. Él tiene que querer ser ayudado y Jung Hyung está demasiado sumido en su propio mundo como para ver el real.

El olor a té en el aire lo llevó hasta su madre que revoloteaba en la cocina. Ella le abrazó por el medio cuerpo al verlo. Era tan menuda, Jungkook pensó con aprensión, eso sí que lo había olvidado. Y por la forma en que ella se aferraba a él, también había cosas en él que debía de haber olvidado desde la ultima vez que se vieron. Echándose atrás, su mama hizo un gesto con la mano, quitándole importancia, cuando en realidad sus ojos brillaban de lágrimas no derramadas.

—Quédate cerca —Le indicó, Jungkook tomó asiento en una de las desvencijadas sillas de la mesa al centro de la cocina; sus padres se sentaron a cada uno de sus lados. —Veo que están hablando del tema de siempre, Jung Hyung. —Ella no quería sonar tan dura como lo hacía, pero por la forma en que su boca se estiraba al decir el nombre de su hijo mayor, era obvio que la situación se le escapaba de las manos. —Es difícil tomar decisiones de este tipo Jungkook, pero de esto se trata hacer las cosas bien. Lo correcto no es fácil, en lo absoluto.

Dicho eso, Jungkook se quedó mirando el rostro de su madre, que de pronto le pareció más mayor. Más cansado y fatigado; con las arrugas alrededor de sus ojos más pronunciadas para probarlo.

—Lo sé y esta no es una visita referente a mi hermano. Aunque quizás sí, pero no de la manera que ustedes creen.

A pesar de que ir donde sus padres le había parecido que era el lugar donde debía comenzar su camino de enmienda de errores, Jungkook sabía que era también el más complicado de todos. Si ellos lo rechazaban, si creían que estaba mal... Jungkook no estaba seguro de como iba a seguir desde ahí. Ellos eran tan importantes para él que no contar con su apoyo se sentía como que lo rompería por la mitad y en las condiciones en que se encontraba su corazón, no era nada bueno. Pero desde la vereda en que estaba, la otra posibilidad era seguir como antes de Jimin y borrar la existencia del muchacho para vivir una vida mediocre y sin sentido.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora