CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

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Las cosas tienden a verse menos aterradoras cuando estás rodeado de aquellos que te aman, así que, con eso en mente, Jimin hizo lo único sensato que podía hacer, dada las circunstancias; recogió un bolso apresurado de pertenencias y se fue a casa.

Le había dejado una nota a Jungkook que esperaba dijese lo suficiente. TaeHyung había mirado el acto de mala manera, pero sin llegar a acotar nada.

Jimin había llegado a su tope.

Ya no quería saber más nada de Jungkook.

TaeHyung se encontraba a su lado para cuando golpeó en la puerta de casa de su madre. Era ya medio día y su hermana abrió en pijama, ahogando un grito al ver su rostro magullado con moretón en la mandíbula incluido.

—Jimin, ¿qué te ha pasado, hermanito? —Sus palabras no fueron un grito exactamente, pero el tono pavoroso en ellas fue suficiente para poner en alerta a quien sea que estuviera cerca. La chica se le colgó del cuello con cuidado de apretarlo demasiado cuando escuchó su quejido amortiguado. Se hizo a un lado para que ambos chicos pasaran.

Se creó un revoltijo tan pronto notó que Yoongi estaba ahí también con su familia, su madre y Hana se le fueron encima peor que Minji. Le quitaron el bolso, lo guiaron hasta un asiento. Le trajeron algo de beber, le acribillaron con preguntas. Las manos de todas las mujeres de su familia quisieron alcanzarlo a la vez para suavizar lo que dolía.

Los ojos de Jimin no pudieron no llenarse de lágrimas.

Y luego estaba Yoongi, que miraba desde una distancia prudente luciendo como si fuese a estrellar el puño en la pared detrás de él en cualquier momento.

—Es que no comprendo, ¿te ha atacado un grupo de gente al azar? ¿Pues por qué a ti? —demandó saber cuándo las chicas se calmaron.

Jimin miró a TaeHyung entre su familia, pidiendo por su silencio.

—No lo sé, estúpidos supongo. Salí demasiado tarde de casa y estaba solo. Ha sido horrible Yoongi, pero no llegó a mayores. Déjalo estar.

—Lo haría si pudiera, pero esto es... es... hubiese querido estar allí y partirle el rostro a cualquier petardo que se le ha ocurrido ponerte un dedo encima. ¡Joder! ¿Y en donde estaba Jungkook? Ni siquiera me ha llamado para decir una palabra de esto o de que te venías para acá, ¿Qué? —entre su reclamo, Yoongi captó la mirada entre su hermano y TaeHyung. Esos dos chicos le partían la cabeza. —¿Qué no me estás contando, Minie? —este miró hacia otro lado —¿TaeHyung?

El chico moreno pegó un brinco en su asiento.

—Nada, fue así como te dijo Jimin.

—Cómo no. Lo averiguaré de todas maneras. —Yoongi dejó el salón.

—Deberías darte un baño, ve a tu habitación. —Su madre le ordenó desde su puesto. Ella acunaba a la bebé Moon y no lucía para nada compuesta.

Jimin obedeció, subió las escaleras con TaeHyung detrás de él arrastrando su maleta.

—De la que te has librado por ahora, tan pronto tu hermano lo descubra todo, te deja morado el otro lado del rostro —comentó en un susurro furioso.

—Voy a fingir que no he escuchado nada —dijo Minji yendo tras ellos. Ambos chicos se voltearon a verla. Ella les sonrió. —Estoy del todo asustada por lo que te ha pasado, pero te dejaré hablar a tu ritmo —miró a su hermano y le tomó de la mano. —Cuando te fuiste la última vez, hice cambios en tu cuarto, pensando en que no volverías pronto. Así que ven.

Les guío hasta la antigua habitación de Minie al final del pasillo, estaba ahora de un tono diferente en las paredes. Era agradable, pero Jimin solo tenía ojos para su vieja cama que se mantenía en el mismo lugar que antes con ropa de aspecto fresco. El cambio más llamativo estaba sobre su escritorio, un mural inmenso que costaba pasar desapercibido.

—Espero que te guste, estuve planeándolo desde hace un tiempo y parece ser como que ahora te vendría bien. —Ella miró elocuentemente a TaeHyung y se retiró cerrando la puerta.

—En serio, siempre me ha agradado tu familia. —TaeHyung dijo a su espalda, mas Jimin estaba pendiente de otra cosa.

Había objetos de su hermana regados por allí sobre los que tendrían que hablar luego. Pero no le prestaba atención a nada de ello; se había quedado pegado en el mural de fotografías que ella misma debía de haber hecho en la muralla derecha del cuarto.

Tenía de todo, mayormente fotografías de ella misma en su uniforme de porrista y otras varias con un muchacho moreno que correspondían a Eun woo, su novio de hacía dos años. Y había algunas en particular, que le tocaron profundamente.

Su padre estaba allí sonriéndole a la cámara con una sonriente Minji en los brazos. La bebé en un vestido rosa de volantes no debía de tener más de unos meses. Estaban al sol en el jardín de atrás y detrás de las piernas de él se asomaban dos pares de manitas pequeñas que correspondían a las de Minie y Yoongi que se habían corrido a esconder del flash de la foto. Jimin recordaba esa historia de su madre.

Habían de sus padres en buenos tiempos, abrazados en el sofá, bailando, besándose...

Yoongi sobre su primera bicicleta a los diez años. Minji sin dientes. Jimin en la bañera y un patito de hule. Su madre en bikini. Un par de los abuelos ya muertos. Jungkook y Yoongi con túnicas y birretes de graduación de la escuela —no pudo evitar llevar la mano a esa. Yoongi con uniforme del equipo de baloncesto, embarrado y con un brazo con rasmillones. Minji en vestido de gala y tacones. Jimin con traje y humita para una de sus primeras presentaciones. En la piscina Minji y Minie de pequeños. Sentados en el balancín del jardín. Tardes en casa, sentados a la mesa. Durmiendo. Una secreta de Yoongi en el baño recortando su pelo.

Minji tenía de todo ahí...

Había tantos momentos que había olvidado. Pasó su mano con suavidad por las imágenes. Y se detuvo a delinear una. Era él a sus cinco años, sentado sobre las piernas de su padre. Ambos lucían una sonrisa completa que hacía brillar dos pares de ojos verdes.

Sería mentir, si decía que no extrañaba a su padre a veces. Había muchas cosas que no había podido compartir con él y que hasta hoy en día necesitaba decirle. Pero entendía que había pasado mucho tiempo y muchas cosas, quizás, en las vidas de ambos que habían eliminado el lazo de padre e hijo. Jimin le estaba agradecido porque, de todos modos, gracias a él tenía vida. Complicada y todo. Pero ese sentimiento de añoranza se apaciguaba pronto. Su padre había dejado de tener ese título hacía demasiado tiempo. El mismo día que había decidido darle la espalda.

—Que mono te ves —TaeHyung le sacó de sus pensamientos. El chico recargó la barbilla en hombro de su amigo para mirar juntos a la misma fotografía. —Mira nada más que ojazos.

Jimin sonrió y se alegró de no haber perdido la capacidad de hacerlo.

—Gracias por venir conmigo.

TaeHyung le abrazó desde atrás.

—Cuando sea que me necesites.

—Y siempre voy a necesitarte, en esta jodida vida complicada.

—La vida no es complicada Minie, no seas un fatalista. La vida es un poema y entre todo, está el amor.

—La vida no siempre es romántica —dijo Jimin a modo de regaño. —A veces, es realista.

Su amigo resopló.

—Como sea. A mi modo de ver, estás dejando que el dramatismo que amas del teatro te influencie en esto.

—No es cierto, desde que llegué aquí, no he pensado en Jungkook. —Jimin sintió más que ver la cara escéptica del otro chico. —Estoy siendo sincero, me lo voy a sacar de la cabeza.

—No sé bien cómo se dan estas cosas; —señaló TaeHyung— pero en todo caso, si quieres olvidarlo, debes sacártelo del corazón, no de la cabeza.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora