CAPÍTULO ONCE

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Las fiestas se vinieron encima más rápido de lo que un niño tarda en dar un grito al abrir su primer regalo en la mañana de navidad.

Para consternación de Jimin, su familia efectivamente no pudo viajar para pasar las fiestas juntos y él tuvo que asumir la decepción como el chico grande que era. Decoró la casa tan pronto Min Ki corrió escaleras abajo en un pijama de una sola pieza con estampados de duendes. Muérdago en las ventanas, guirnaldas para los barandales de las escaleras. Muñecos de fieltro en los sofás y asegurarse de que su pequeño no rompiera las decoraciones del árbol mientras lo armaba con ímpetu.

—¿Qué está mal? —Jungkook le sorprendió envolviéndolo entre sus brazos desde atrás. Jimin se recargó contra él, aferrando su taza de chocolate caliente.

—No hay nada mal.

—No me mientas, estás tenso. —Para probar su punto, deslizó sus cálidas manos dentro de la bata del más joven y las llevó a su espalda para darle un masaje que le hizo cerrar los ojos. —Tienes la columna rígida. ¿Qué hay en tu cabeza?

Jimin se permitió disfrutar de las caricias por unos instantes antes de tener que asumir la verdad.

—Estoy triste, quería ver a mis sobrinos aquí y enseñarles la obra en su estreno. —dijo de modo quejumbroso. Él no quería ser mal agradecido, no quería pedirle a la vida más de lo que ya le daba, pero ningún pensamiento de esos aligeraba su corazón. Se volteó en los brazos de Jungkook, quedando de frente para que viera su rostro. —Estoy siendo un acaparador.

Jungkook le regaló una sonrisa.

—No Minie, no lo estás siendo. Solo estás sobrepasado. Ha sido mucho para procesar en los últimos días y ya viene siendo hora de que nos demos un respiro. —Él apartó el cabello de la frente de Jimin para darle un beso en el centro. —Ve a alistarte, tengo una llamada que hacer y luego, tú y yo iremos a un lugar.

Con el ceño fruncido, Minie lo vio alejarse.

Aunque horas más tarde lo entendió todo y su boca cayó abierta de puro asombro.

—¡Jungkook, oh, Jungkook! —Jimin no cabía en sí mismo de regocijo ante lo que veían sus ojos.

Jungkook sintió su pecho inflarse ante la alegría en su esposo. No lo había visto de tal manera en semanas y saber que su plan estaba funcionando a la perfección, lo hizo reírse en voz alta.

—Pensé que te gustaría, guardé un folleto que me entregó un chico en la calle días atrás. —Revisó los bolsillos de su pantalón y lo encontró. Estaba doblado y roto en las puntas, pero se podía leer con claridad "Tocata en honor a Freddie Mercury". Se lo extendió a Jimin y le guio por su antiguo apartamento hasta el balcón.

El lugar estaba ahora por completo vacío, lo que lo hacía lucir aún más grande de lo que en realidad era. En el centro de lo que una vez fue el salón, Jungkook había colocado un par de sillas y una pequeña y redonda mesa, servida con velas, champagne y pizza margarita.

Ellos podían tener un nuevo hogar ahora, uno donde un hiperactivo niño los esperaba para ser arropado antes de dormir, pero aquel apartamento con vistas a Times Square había sido testigo de su enamoramiento y Jungkook se negaba a sacarlo de su vida, así como así; aquel sería su lugar de escapada de ahora en adelante, cuando necesitasen volver a ser solo ellos y el amor que se tenían el uno al otro.

Tomó la mano de Jimin y la llevó hasta sus labios para depositar un beso sobre sus dedos entrelazados. Minie se recargó contra él, apreciando la vista calle abajo.

El paseo estaba iluminado con luces de todos los colores, algunas de ellas apuntando hacia los edificios, a los curiosos que se habían asomado desde sus ventanas a mirar el espectáculo. Un enorme escenario estaba apostado cortando el tráfico y los asistentes se ordenaban tras las vallas establecidas, agrupándose contra el frío con coros de risas jocosas siendo arrastradas por el viento.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora