CAPÍTULO CINCO

8.3K 1.1K 83
                                    

De crío, Jimin había sido adorable.

En el presente, él era malditamente sexy.

Con el tipo de rostro que rondaba entre los quince y los veinte. Con una voz —para el normal aguda— que le había permitido entrar a la escuela de música. Era un prodigio. Jungkook jamás había escuchado una voz igual, ni mucho menos en la forma que él conseguía poner la piel de gallina.

Siempre a la siga de Yoongi y de él, les había llenado la adolescencia de sonrisas. Los sentaba por las tardes en su patio trasero a recitales privados y de vez en cuando a tés improvisados. Había sido tan mono, que traía una sonrisa al rostro de Jungkook cuando lo recordaba de pequeño.

Ahora, mientras iba sentado a su lado en el jeep camino a su departamento en Times Square, Jungkook se sentía un poco inseguro sobre cómo abordar una conversación.

Se sentía extrañamente acalorado, tímido y, por si fuera poco; TaeHyung, el amigo de Minie no lo dejaba tranquilo.

Jungkook se quería deshacer ya de él. El chiquillo, que venía sentado en el asiento trasero, le sostenía la mirada por el retrovisor con ojos entrecerrados. No se perdía ni uno de sus movimientos mientras él intentaba concentrarse en manejar y en la apurada cháchara de Minie, quien había comenzado a hablar sobre Minji, su hermana menor. Pero afortunadamente, según las indicaciones de él mismo, ya estaban llegando al destino en que se bajaría.

—¿Minie? —Lo interrumpió TaeHyung, inclinándose entre los asientos de adelante. —¿Me llamarás luego?

Jimin sabía que eso sonaba más a compromiso de lo que quería; pero por todos los demonios, después de todo se trataba de TaeHyung. Le dio una cabeceada que esperó fuera suficiente, porque no quería incomodar a Jungkook. Aunque este parecía no prestarles atención. Iba mirando la carretera de tal modo que cualquier instructor de conducción se hubiese sentido orgulloso.

—¿Estás seguro? Ya sabes que estando aquí, eres todo mío de nuevo.

Coronó esa frasecilla con una risa tonta, Minie suspiró y contó hasta diez antes de mirarlo directo. Estaba más cerca de lo que creyó, así que se echó un poquito atrás.

—Lo haré, TaeHyung te llamaré. No te vayas a hacer pipí esperando.

Luego se sentó derecho y miró por la ventanilla para que su amigo se diera por aludido que ya debía de bajar, ya estaban fuera de su casa y su... Jardín de Eros.

TaeHyung vio que no le quedaba mucho más que hacer o decir, así que se apeó del vehículo. Mas no se resistió al impulso de inclinarse en la ventanilla y besar a Minie en la mejilla. Luego miró a Jungkook, más allá y le sonrió. Aburrido.

—Adiós, has sido un gusto.

Jimin no supo si se imaginó o no, el sarcasmo en esa frase proveniente de Jungkook, pero TaeHyung le respondió a su mejor manera. Se frotó la ceja con el dedo del medio.

—Adiós.

Jungkook tomó la carretera, para cruzar hasta su apartamento, TaeHyung vivía bastante lejos después de todo.

Jimin se había quedado particularmente silencioso, después de que su amigo se bajase del vehículo y él no estaba seguro de qué comentario ingenioso decir para que una conversación relajada se diera. Así que optó por no decir nada.

La radio iba encendida con un volumen bajo; no estaba seguro qué canción, pero Minie seguía el ritmo con su dedo golpeando el cristal de la ventana.

Tan Vogue, se dijo irónico. No sabía con qué más compararlo. Él no se hallaba en términos de moda, salvo por vestir de manera formal. Jimin, en cambio, le hacía honor a la empresa para la que iba a trabajar. Era un clásico tipo que sabía de nombres rebuscaos para la clase de pantalones ajustados de un azul vibrante que llevaba, combinados con una camisa de un tono blanco cremoso, humita rosa al cuello y chaleco con relieves. ¿De dónde siquiera se le ocurría llevar todo eso a juego?

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora