CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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Sin manera alguna de saber de Jimin, dado que Jungkook estaba determinado a no llamar a Yoongi, y mucho menos al chico que acaparaba sus pensamientos, se tomó los siguientes días bajo una rabieta constante que, en realidad, no era más que pura agonía.

A modo de distracción, tuvo la brillante idea de invitar a Jin y a Evie a beber algo después del trabajo, pero había sido un desastre de proporciones considerables. No logró relajarse, no sostuvo una conversación coherente y tras una única cerveza que escasamente había tocado, terminó por marcharse a casa aún más contrariado que antes.

Jin no dejaba de mirarle el rostro como si buscase señales de algo, Evie estaba perdida sobre lo que ocurría y Jungkook seguía sin obtener noticias sobre su hermano. Jung Hyung parecía haber sido tragado por la tierra.

Y en el apartamento, no lo llevaba mejor.

No había hecho aseo alguno, pese a tener el tiempo libre suficiente. Se sentaba en el desarmado sofá en completo silencio a mirar fijo en dirección al cuarto de Jimin, el cual mantenía con la puerta abierta. Podía apreciar la cama tendida con el edredón naranja que el chico había elegido poco tiempo después de llegar a la ciudad por primera vez, podía ver el libro sobre teatro que había dejado atrás. Una de sus peinetas y un perfume también.

A Jungkook le hubiese gustado encontrar más cosas de Minie regadas por el lugar, pero no era su suerte. El chico había comenzado a ser consciente de su desorden con sus pertenencias y había tomado un sistema de orden para ellas. Jungkook no podía evitar pensar que eso era en parte influencia suya, Jimin solía mirarlo cuando entraba a casa por las noches; como colgaba su bata en el respaldo del sofá para el siguiente turno y su maletín cerca de la puerta, junto a las llaves y su teléfono. Como se despojaba del resto de sus ropas en el cuarto, separando inmediatamente lo que podía tener un nuevo uso y lo que se iba directo para hacer la colada. Sus zapatos en los lugares destinados para ellos. La ducha caliente indispensable para relajar los músculos tensos de su cuerpo, para posterior reunirse para comer.

Jimin siempre le miraba. Prestaba atención a los detalles más mínimo de Jungkook y Jungkook no podía evitar sentirse complacido. Con alguien que le prestaba tanta atención, con alguien que le veía realmente, de esa manera tan única que tenía Minie de verle, como si no hubiese nadie más para él en cuanto entraba en la habitación.

—Estás pasando demasiado tiempo detrás de mis pasos —Jungkook comentó mientras que ordenaba documentos en su escritorio. Jin había estado a su lado toda la mañana, y en esos momentos le miraba desde la entrada de su despacho como quien no quiere la cosa con ambas manos en los bolsillos de su bata.

—No sé de qué hablas. —Se desentendió. Jungkook apreciaba la preocupación de su amigo, pero al no ser la persona indicada que quería sobre él, comenzaba a mermarle los nervios.

—No estoy desfalleciendo, ve y búscate algo mejor que hacer que estar mirándome.

—¿Por qué? ¿Es que te incomoda? —picoteó el doctor Kim. Lejos de irse, se acercó al escritorio de su amigo, quien prácticamente le gruñó. —Te voy a dejar en paz, solo porque no quiero que termines aún más enfurruñado. Pareces niño chiquito. Gracias a Dios que ya está por terminar tu turno.

—Adiós Jin —Jungkook le despachó con la mano. Él llevaba treinta y dos horas corridas trabajando y podía sentir como su cuerpo se engarrotaba con el simple hecho de estar sentado. Por primera vez en días deseaba llegar a su solitario departamento.

Golpes en la puerta hicieron que las cabezas de ambos doctores miraran en esa dirección.

El sol salió y se impuso en la habitación con la vista de Jimin de pie en la puerta, sin tomarse el tiempo para racionalizar sus acciones, Jungkook fue hasta él, ante la mirada perspicaz de Jin y le agarró el rostro con ambas manos.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora