CAPÍTULO SIETE

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Jimin llevaba mucho tiempo viviendo solo, así que se sentía muy bien siendo independiente.

La verdad era que, desde que había comenzado a trabajar para la empresa de modelaje se había visto envuelto en un sin fin de viajes de aquí para allá. Y aunque en un principio, Yoongi había sido su acompañante, Jimin sabía que no podía abusar de él. Su hermano tenía un trabajo. Su propia constructora y se había embarcado rápido en un bebé. Así que Minie se hizo de un agente. A éste lo conoció por medio de TaeHyung, era gay abiertamente y muy profesional. Habían tenido sexo por una noche, si tenía que admitirlo, pero las cosas no habían funcionado más allá de la habitación. Así que hoy en día, todo era trabajo. Y Nam tenía un ojo excelente para conseguirle los mejores spots; hablando de ello, se mensajearon durante la mañana para ponerse de acuerdo por un encuentro cercano previo a asistir a Vogue, Jimin estaba nervioso respecto a eso, no pretendía disimularlo, dar un paso en falso en cuanto a esto podía significar un desastre en su carrera. El sueño más grande de Minie siempre había sido ser cantante. Participar de espectáculos en Broadway y ver su nombre brillando en los carteles de la Gran Manzana.

En Corea soñar con todo ello había sido justamente eso, un sueño. Pero estar allí ahora, se sentía como el primer escalón camino a la cima.

Su teléfono sonó desde la encimera de la cocina mientras se preparaba un desayuno ligero. TaeHyung le enviaba las indicaciones para llegar a su casa. Aun con eso Minie se sentía perdido.

Ya llevaba dos días establecido allí y más allá de una vuelta a por compras rápidas al mercado, no había asomado sus narices fuera del apartamento. Primero pasó el jet lag, luego disfrutó del apacible lugar sin la presencia de Jungkook allí, pero sí su aroma.

Los horarios del hombre en el hospital eran en verdad un desastre, tanto que escasamente alcanzaban a lanzarse un saludo casual antes de que Jungkook se dirigiese ojeroso a su habitación.

La sex—shop de la que TaeHyung era dueño estaba ubicada a calles de Times Square, por fuera no tenía más que luces rojas en las vitrinas iluminando toda clase de productos diseñados para el placer y justo en donde se leía Jardín de Eros, los colores de una bandera gay lo respaldaban. Jimin tuvo que sacudir su cabeza ante eso, previo a ingresar al local.

Su amigo tenía éste lugar del cual se sentía orgulloso. Su sex—shop era una de las más conocidas de los alrededores, famosa por ser concurrida por la comunidad gay. Jimin sabía que el mundo se estaba abriendo a las posibilidades de la diversidad sexual, pero aquello era a pasos de bebés y no estaba de más cuidarse las espaldas en todo momento.

En Busan, él había podido contar con el respaldo de una familia que lo cobijaba a pesar de no comprender del todo sus preferencias, aquí en cambio, Minie sabía que TaeHyung había tenido que pelear solo, dado que su familia le había vuelto la espalda.

Aun con la seguridad de quien era, sin necesidad de esconderse, Minie sabía que había personas que se iban a oponer a su persona y que iban a tener algo que decir al respecto.

En el mesón de entrada al local, había una baja mujer de ojos rasgados que salió a recibirle.

—Bienvenido al Jardín de Eros, ¿en qué puedo ayudarle? —Ella era claramente asiática, tenía una sonrisa fácil y su acento era perfecto, lo cual Minie envidió, por muchos cursos de inglés que había tomado, nunca lograba camuflar su acento.

—He venido a buscar a TaeHyung, ¿él se encuentra? —La muchacha agrandó sus ojos, levantó un dedo y se perdió tras una cortina de cuentas que daba a la trastienda.

Minie echó una mirada a su alrededor, había una pareja de chicos en un rincón enfocados en productos de un aparador, al toparse con la mirada de él, ellos sonrieron. No es que él fuese de alguna manera mojigato, pero aun así, no podía imaginarse comprando algo de lo que allí ofrecían.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora