CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

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Agazapado bajo la ventana que daba a la sala de los Park, TaeHyung luchaba por acomodarse sin hacer ruido y sin ser rasguñado por las ramas de los arbustos bajos. No era su mejor idea, pero era lo mejor que tenía, por el momento.

Se asomó por entremedio de una ligustrina y vio tanto a Jimin como a Jungkook, sentados frente a frente con rostros serios y evidentemente incomodos, claro que por razones del todo diferentes.

—Gracias por querer hablar conmigo, yo no estaba seguro de que quisieras en algún momento por como huiste de mí —Jungkook se encargó de romper el silencio.

El rostro de Jimin mostró una sinfonía de expresiones, antes de asentarse en una neutra que se veía mal en él.

—¿Huir? Yo no huyo. Las cosas son como te dije en mi nota, ¿Qué no la leíste?

Jungkook se revolvió en el asiento para sacar la cartera de su bolsillo y de ella, la nota doblada. TaeHyung se hizo hacia adelante, como si pudiese leer así qué decía el dichoso papel. Le había parecido un movimiento inútil de parte de su amigo, estaba claro que fuese lo que fuese, aquello que le había escrito, podía ser borrado de un plumazo.

Jimin estaba evidentemente enamorado y el amor se mueve por caminos misteriosos para llegar a sus objetivos. Incluso si hay traspiés.

—No creí que fuera en serio —dijo el doctor. Tanto TaeHyung como Jimin no pudieron dejar pasar la forma en que sus dedos temblaban contra el papel. Ambos apartaron la mirada.

—Ya, como a mí me encanta bromear.

—Jimin...

—Jungkook, ¿a qué has venido? Si quieres hablar, habla. Dime lo que tengas que decir y luego márchate. —Él miró intencionadamente a la puerta de calle. —Estoy bien aquí, sin ti alrededor.

Un musculo palpitó en la mejilla del doctor al cuadrar la mandíbula. Parecía la imagen de un hombre preparándose para un discurso. TaeHyung quería sentirse bien por Minie, por estar mostrándose íntegro y rudo y preparado para dar batalla, sin embargo, y en contra de toda razón, estaba inclinado ante el rostro de profunda agonía que Jungkook mostraba en todo momento.

—¿No piensas volver a Nueva York?

—Sí, cuando las clases comiencen —dijo Minie con un encogimiento. No veía razón para ocultar aquello que sería tan obvio. Si bien nunca habían coincido saliendo él de clases y Jungkook del trabajo, Nuevo York era la clase de ciudad propicia para un encuentro inevitable.

—¿Y mientras?

—He estado pensando en pasar tiempo con mi familia, quizás vuelva a lo de TaeHyung. Él no tiene problema en recibirme.

—Pues claro que no.

Ante el murmullo bajo, cargado de intención, Jimin afiló su mirada.

—¿Esos son celos? ¿Estás celoso? —Jungkook no le contestó, a lo que el chico no halló nada mejor que reírse. —Vaya, eso es nuevo. Bueno, también es nuevo que quieras hablar, aun cuando no has dicho nada.

TaeHyung hizo una mueca a nadie en particular.

Si Jimin hubiese superado a Jungkook, le habría dejado hablar sin reproches y luego le hubiese dejado marchar.

Si Jungkook no estuviese interesado en Jimin, hubiese hablado y se hubiese marchado.

Se dio cuenta de que, si no intervenía de alguna manera, ambos chicos iban a terminar por perderse.

Podía recordar perfectamente la noche en que conoció a Jimin, le había gustado la forma en que lucía bajo las luces de la discoteca y en cómo no se había visto abrumado por tener a TaeHyung de ojos pendientes de él. Jimin era guapo a decir basta, con cabezas volteándose en su dirección tan pronto se había acercado a la barra a pedir una bebida. TaeHyung no había estado ajeno a sus encantos y en cuanto había recibido su atención, había hecho hasta lo imposible por mantenerla.

En algún lugar del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora