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No eran más de las cinco de la tarde cuando entré en el edificio ultramoderno de mi hermana, Aaliyah, donde había que atravesar un largo pasillo para llegar al salón.

—¿Yeraz? —llamó desde la sala principal.

¿Quién más podría ser? Le había dicho que iba a venir unos minutos antes. Sentada en su sofá gris vintage, Aaliyah se esforzaba por sujetar a Jalen para poder atarle el pelo, pero mi sobrina luchaba como una loca por correr a mis brazos. La levanté en el aire, feliz de tenerla de vuelta.

—¿Viniste a comprobar que tu sobrina esté bien? Ronney lo hizo muy bien.

Mi mirada se paseaba por las paredes cubiertas de retratos, cuadros y portadas de revistas. Camilia había transformado ese lugar en un verdadero museo de la memoria. En el suelo, la alfombra persa de colores daba a la habitación un toque cálido y elegante. Detrás de los grandes ventanales y más allá de la terraza, los rayos anaranjados del sol se reflejaban en la superficie del agua de la piscina infinita.

—Si buscas a tu asistente, se fue hace unos treinta minutos.

—Lo sé —respondí con demasiada rapidez.

Mi hermana cruzó las piernas debajo de ella, con una ceja levantada. Me sorprendí a mí mismo:

—Necesitaba contactarme con ella por un asunto importante.

De hecho, la había llamado más de diez veces desde esa mañana con el pretexto de cualquier cosa.

—¿Quieres algo de beber?

—No, no me voy a quedar. Pensé que encontraría a nuestra madre aquí, hoy no respondí a sus llamadas.

Mi hermana se levantó para abrir las ventanas y dejar que Jalen corriera fuera, pero mi sobrina prefirió quedarse en mis brazos.

—Menos mal que vivimos cerca —dijo con un toque de humor—. De lo contrario, nunca te veríamos.

No le hice caso y preferí ver cómo mi sobrina se ponía el teléfono en la oreja.

—Tu sobrina está haciendo una perfecta imitación de tu asistente. Ha estado viendo a Ronney todo el día con ella. Pobrecita, esa cosa ha estado sonando sin parar. Deberías darle menos trabajo, debe ser un infierno trabajar para ti.

—¡No hay nada que le impida renunciar!

Aaliyah se puso las manos en las caderas y se acercó a mí:

—Me encanta esa chica. Será mejor que la trates bien.

En ese momento, Jalen me pidió que la bajara de mis brazos. Caminó hasta el centro de la alfombra imitando a Jiménez con el teléfono y luego fingió colgar, imitando su voz:

—¡Idiota, vete a la mierda!

Conmocionado, me quedé pegado a mi sobrina durante un tiempo, al igual que mi hermana. La información llegaba poco a poco a mi cerebro. Enterré las manos en los bolsillos, conteniendo mi ira. Aaliyah dudó entre reírse y regañarla.

—Vamos, cariño. Creo que le devolveremos este teléfono a tu tío. Parece que también le pone de los nervios.

Percibí un matiz de ironía en su voz. Exasperado, decidímarcharme. Al día siguiente, que era sábado, tendría todo el tiempo del mundopara vengarme.

Fea Ronney 2: Los Origines del mal [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora