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Rodeó su cuerpo sobre la manta, viendo la luz colarse por la ventana alejándose solo por tres estupidas horas de diferencia. Vio la linterna iluminar la esquina de su habitación. Sacó sus manos tibias para tocar su fría nariz y se vio inútilmente alejada de lo que verdaderamente sentía. Si su determinación decía que se quedaría allí, que no volvería hasta curar, ¿por qué dudaba? Dudaba de sí misma, como siempre, no estando segura de querer hacer lo correcto, pero si lo correcto dolía ¿que debía hacer para esta bien? Si lo correcto arrasaba con sus recuerdos, la mutilaba a cada paso, ¿por qué se sentía desfallecer al tener la oportunidad de respirar el mismo aire?

—¿Hola?—La persona tocó después de entrar, la mujer sonrió y creyó que la joven dormía, sin embargo, la escuchó respirar lentamente—Las puertas cierran cerca de la una de la mañana.

Rosé levantó la cabeza desde el colchón viéndola y con su cabeza retumbando. A la una, y a los dos volaría. No lo haría.

—Gracias.

—Deberías ir casa—La mujer musitó.

—Gracias por recordármelo—Se refería al cierre de puertas, quito la manta de su cuerpo y luchó por no sacar el maletín debajo de su cama y obedecer la sugerencia de la mujer.

Estiro su cuerpo sintiendo el chándal acariciar su piel y sonrió perezosa a su dirección, sus pantuflas la hacían ver más tierna. La mujer no creyó que una joven se quedase en al residencia, mucho menos, ESA. Le sonrió sin mostrar los dientes y cerró al puerta con suavidad viéndola por última vez sentarse en su escritorio.

Eran las once y no tenía sueño. Rodó sobre el eje de las silla inflando sus mejillas y golpeteando sus yemas contra las reposteras. En cada vuelta miraba la papelera con interés. Doce de la mañana, terminaría por empacar solo dos cambios. Después los vuelos estarían cancelados. ¿Por qué navidad sería tan importante para cancelar vuelos?

Frenó con sus pies y sintió su estomago revolverse, tragó saliva y acarició su cuello.

Podrías equivocarte hoy, pero mañana respirarás del aire que te vio crecer. Piénsalo. Podrías verla.

No.

Solo toma el boleto...

No entiendes.

Te entiendo perfectamente.

Peleó con su subconsciente y cuando menos lo esperó, el billete estaba en sus manos y sus talones se apresuraron a tomar precipitadamente unas cuantas prendas para sobrevivir unos cuantos días allí. Allí. En ese lugar.

¿Dónde se quedaría? ¿A quien llamaría? ¿Cómo carajo les diría estaba allí?

No supo responderse, supo de inmediato que entre más lo pensará, más dudaría en hacerlo y por consecuencia, se perdería la oportunidad del año.

12:45 AM. Marcaba el reloj sobre su muñeca, sintió la agua nieve caer sobre mano alzada. El taxi pasó de largo.

Solo faltaba que llegase a tiempo y el vuelo se retrase por el clima. Rezó sin creer a nadie para que eso quedase por último en sus desgracias. Su corazón latía más, sentía emoción. Mucha emocion y se encontró descubriendo que eso era lo que sentía aun cuando le pensaba. No estaba pensando en el miedo, sino en ella. En cómo sería volver a verla. Era loco, pues nunca pensó hacer esto por nadie. Le parecía lejos de sus posibilidades y tan romántico como una de las películas que tanto odiaba últimamente, la euforia de creer tenerla frente suyo le colmaba las ansias.

Todo el tiempo se encontró extrañando su presencia.

Podía vivir sin ella, pero no aguantaba más hacerlo sola.

BULLIE - CHAENNIE G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora