La radio

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* 3 meses después *

Kion salió del trabajo muy tarde por la noche, debido a una nueva investigación en la que estaba trabajando.

El tiempo corría lento, y de verdad, había intentado de todo.

Había optado por hobbies nuevos. había probado actividades que jamás había hecho. Había conocido gente nueva, chicos nuevos, citas nuevas y poco a poco intentaba seguir con su vida.

Pero por más que lo intentara... No podía. No podía sacárselo de la cabeza. No podía dejar de pensar en Murdoc Niccals.

No importa con cuantos tipos se haya visto en citas, cenas y noches fugaces... Ninguno se asemejaba a él.

Mientras conducía en su nuevo auto volviendo a casa, lo veía en todos lados. Más de una vez tenía que voltear extrañada, creyendo verlo en una motocicleta, en la salida de un bar, o en una esquina fumando. Lo veía en todas partes.

¿Por qué? Se preguntaba. Quizá era porque no habían tenido la despedida que se merecían. Aunque con los otros tampoco había sido una gran despedida... Con él era distinto.

A él lo extrañaba de una manera distinta. Extrañaba su risa macabra, extrañaba sus bromas de pésimo gusto, extrañaba oír Black Sabbath resonando desde dentro de su habitación a todo volumen, extrañaba sus pasiones desatadas, sus extraños pasatiempos. Extrañaba sus gritos cuando se enojaba y sus miradas severas. Extrañaba sus miradas cómplices, y sus coqueteos fuera de lugar.

Extrañaba su denso fleco negro, y sus uñas largas y afiladas. Extrañaba su cruz invertida y el sonar de su Camaro negro. Extrañaba ver la luna reflejada en sus lentes espejados, y la ciudad en sus ojos. Extrañaba a Murdoc, lo extrañaba a horrores.

Y aquel sentimiento no cesaba con el tiempo. Parecía que con cada día que pasara, la idea de él crecía cada vez más en su cabeza... En su pecho. En su corazón.

– Cielos. – bufó cuando freno en un semáforo y dejó caer la cabeza en el volante. – ¿Por qué sigues en mi cabeza, por qué? ¿Por qué?

Preguntó, chocando su frente repetidas veces contra el volante como si eso fuera a eliminarlo de su mente. Sintió lágrimas en los ojos al sentirlo tan adentro en su corazón.

Aquello no podía ser posible. ¿Sería...?

Negó con la cabeza frenéticamente, y cuando el semáforo se puso en verde retomó la marcha subiéndole al volumen de la radio.

Iba a volver a casa, pero no estaba en ese Mood. Así que en cambio condujo hasta un viejo bar que conocía de allí, éste estaba algo escondido en un barrio no muy concurrido de Los Angeles.

Se quitó la bata de laboratorio, y se colocó un abrigo. Tomó su cartera y  luego de cerrar el auto, se dirigió dentro de aquel bar.

Estaba bastante concurrido, y agradeció por ello ya que nadie voltraría a verla como cada vez que entraba una mujer sola a un bar.

Se dirigió a la barra y pidió un whiskey a las rocas. Cuando el barman se lo preparó, se dedicó a beberlo en silencio, mientras miraba a la multitud pensativa.

– ¿Mal de amores? – preguntó el barman, mientras secaba unos vasos con un trapo rápidamente.

– No... Ya quisiera. – le respondió finalizando su trago, y deslizándoselo nuevamente sobre la barra para que éste le sirva otro.

– Cielos... – exclamó divertido, le sirvió otro y le preparo un trago. – No sé qué ocurra, pero parece algo duro. Te recomiendo ésto, curará tus penas de hoy.

Rhinestone Eyes | Gorillaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora