Demasiado tarde

60 11 0
                                    

– Yo... Yo... – balbuceó con nerviosismo. – Stuart... – cerró sus ojos, aún tomando sus manos. – No puedo ir contigo.

Él la miró apenado.

– ¿Te quedarás aquí?

– No. – suspiró apenada. – si todos huyen, supongo que haré lo que Russel me aconsejó. Volver a casa, volver a mi hogar...

2-D la miró a los ojos, esperando a que cambie de opinión. Pero no podía engañarse... Veía en sus ojos la verdad.

– Sabes... He pensado mucho en estos días que me fui de vacaciones. – subió una mano hasta su mejilla. – ¿Ésto no estaba destinado a ser, cierto? – preguntó apenado, sintiendo cómo se le formaba un nudo en la garganta.

– No es eso... Nosotros nos llevamos muy bien, pero somos muy distintos. – suspiró cerrando sus ojos. – No quiero que pienses que no te quiero, porque no es eso... Yo te adoro Stuart. Te he ganado un cariño inmenso. Pero yo no estoy apta para ningún tipo de relación o vínculo en éste momento... Y menos ahora. – explicó, abriendo sus ojos.

– Lo sé... Pero no culpes al momento. Podrías haberte venido conmigo y jamás te faltaría nada...

– Se que no. Pero creeme, si estamos destinados a ser... La vida nos volverá a unir. Y lo sabremos.

El sonrió de lado. Seco una lágrima y tomó su rostro una vez más. Se acercó lentamente a ella, con sus ojos cerrados y rozó su nariz suavemente.

Kion unió sus labios en un beso. Ésta vez uno más lento, tierno, y aunque sonara extraño: amistoso. Era un beso sincero, que no tenía ni una pizca de amor romántico, pero que demostraba una despedida.

Se separó de él y lo miró fijo.

– Cuídate. Y cuando todo ésto acabe... Escríbeme... Ya sabes mi dirección en Los Ángeles.

Él se quedó mirándola embobado, y con tristeza en su mirada.

Kion se retiró rápidamente de allí hasta su habitación. Buscó sus maletas y empacó sus pertenencias más importantes, ropa y dinero.

Luego bajó hasta la planta baja, donde Murdoc se encontraba rociando la sala con combustible.

– ¡¿Qué diablos haces?! – preguntó aterrada.

– ¡incendiaré éste lugar! ¡No debe quedar ni una prueba, ni una!

– Stuart está ahí arriba, ¡Detente!

– Obviamente no empezaré el fuego ahora, esperaré a que todos salgan. – respondió obvio.

Después de unos minutos, Stuart bajó las escaleras.

Miró inexpresivo a Murdoc y se dirigió a Kion. Se dieron un último abrazo y una mirada cómplice.

– Siempre te recordaré, L.A. Suerte. – Murmuró guiñándole un ojo.

Luego, se retiró por la puerta principal dejando al par solo en el silencio de aquella casa.

Murdoc miró a Kion.

– ¿No sientes ni un poco de remordimiento? – preguntó la pelirroja entrecerrando sus ojos.

– No. – respondió. – Estoy apurado, si no tienes nada más que rescatar... Prosigamos.

– Tú prosigue. Yo no voy a quedarme a ver cómo ésto se cae a pedazos...

– ¿A dónde vas? Espérame.

– ¿Esperarte? Me voy a casa. – respondió frunciendo el ceño.

– ¿A casa? Creí que vendrías conmigo... Tengo un escondite perfecto, pero está algo lejos. 

Rhinestone Eyes | Gorillaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora