30. Táctica

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—Tengo una amiga… —susurró Ebi mientras miraba el reflejo en el horno de la cocina.

Ella perdió su mirada en éste. Esta vez no para mirar la comida hornearse como hacía siempre; se miraba a ella, pero sin apartar los sentimientos que siempre sentía por sí misma: el odio y el asco.

Los pensamientos en su cabeza daban vueltas una y otra vez. Intentaba desaparecerlos, pero sólo conseguía agobiarse más: creía que Minerva no duraría a su lado, y si no es gracias a las amenazas de Dean, suponía que no duraría a su lado por decisión propia después de conocerla.

Ebi se consideraba muy tonta al hablar y muy estúpida —porque después de todo, dejando el lado físico y las mentiras que le rodeaban en la escuela— creía que si se atrevían a mirar más allá de eso, encontrarían a una chica inservible.

«Soy lamentable» repetía 

Ebi quitó la mirada del horno y acercó su taza de café un poco desanimada.

Ebi quitó la mirada del horno y acercó su taza de café un poco desanimada

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Ella no quería ilusionarse y se mantenía a raya. Quizá con Lana había podido hablar, por la diferencia de edad y la compresión que pocas veces se encontraba en Amtoba. Sea como sea la situación con la chica nueva, por lo menos tenía a Lana.

Aquel pensamiento la reconfortó y la hizo sacar una pequeña sonrisa. Ella recargó su cara sobre la barra donde estaba su café y dirigió los ojos hacia la luz del sol que entraba por las ventanas de la cocina blanquecina.

—Tengo una amiga. —dijo en un tono un poco alto.

Adam, quien entraba de casualidad a la cocina no pudo evitar hacer una mueca de desagrado a aquel comentario por parte Ebi. No podía creer la tonalidad de triunfo con la que había hablado para algo tan irrelevante. Le pareció de lo más mediocre, infantil y vergonzoso.

«Que inútil» pensaba.

Pasó a su lado y se acercó al refrigerador para cocinar con lo que encontrará a su disposición.

Ebi miró la espalda de Adam y rodó los ojos.

—¿Por qué no estás en la escuela?

Ella ignoró su pregunta y siguió con sus pensamientos: Tenía que hablar con su pequeña amiga, algo le había sucedido. Pero se sentía aliviada de que Lana quisiera contárselo, ambas tenían que platicar muchas cosas. Esperaba hacer un poco de tiempo para encontrarla en el puente y hablar.

Adam miró a Ebi esperando una respuesta, pero ella sólo tomó su mochila y salió de la cocina.

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—¿De verdad? —preguntó Joe con una mano en la nuca.—¿Después de eso no te contestó? 

—No. —contestó Uniel. Jugaba con una pluma para calmar sus nervios. Ambos se quedaron en silencio —. ¿Tienes algún plan? Todos están asustados.

Joe negó con la cabeza y observó a su alrededor. El ambiente era un poco estresante,

Dean entró de sorpresa. Algunos giraron su cuerpo hacía él. Su salvador había llegado. Todos se quedaron en silencio mientras esperaban alguna orden de su parte.

Si la situación fuera diferente se hubieran acercado a él para preguntar cómo se encontraba o que lo habían extrañado, pero ahora se sentían asustados. Se acercaron lentamente a Dean.

—¿Ya llegó Ebi? —preguntó a secas.

—No. ¿Ayer por qué no me respondiste?

—No tengo celular.

—Dean, tenemos que hacer un plan de emergencia. —comentó Joe,

—Lo sé —afirmó Dean con la mirada baja.

—Humillemosla —comentó Dina. Mientras miraba a Dean y a su par.

—O podemos golpearla. Así de paso le hacemos algo para que no pueda hablar.

—¿Han leído la leyenda de la mujer de la boca cortada?— preguntó Noshua.

Unos hicieron una mueca de dolor. Estaban pensando lo peor para ella. Ahora, más que nada su miedo tenía que mantenerla limitada.

Dean se inclinaba por alguna tortura física.

«¿Y si le facturamos las manos y así no vuelve a coser?» Pensaba «No, no tenemos tiempo para planear el escenario. Le preguntarían el motivo, y los psicólogos la tendrían en la mira».

—No podemos lastimarla físicamente —comentó Dean en medio de la espinosa lluvia de ideas que aportaban todos.

—Entonces, ¿Qué te asegura qué no diga nada? —replicó Uniel —. Ayer le habló a una alumna nueva a pesar de que Joe y yo estuviéramos en la escuela. Y eso que no la golpeamos, fue más psicología.

—Es que Joe y tú no le dan miedo como Dean—. Se burló Aria.

Uniel se ofendió y clavó su mirada en su compañera. Acercó su cuerpo y cara hacia ella.

—Apuesto a qué puedo causarle mucho miedo. Tanto que haría que se orine de tan solo verme.

—¿Ah sí? No se ven resultados. Dean no hubiera dejado que hablara con una chica nueva.

—Ya calmense. No tenemos tiempo para discutir. —intervino Joe —. Tenemos que pensar en algo que no nos tome mucho tiempo.

Aria giró la cabeza. Pensaba que si Joe y Uniel hubieran hecho un buen trabajo, Ebi se quedaría muda.

—Oigan, hablando de eso…—dijo Dean ante el pequeño silencio. —¿Saben si Ebi se hizo amiga de la chica nueva?

—No sabemos. Sólo vimos que estaban dibujando juntas —dijo Joe

Dean descartó los golpes o torturas. Si ya no les quedaba tiempo podían usar la psicología y el chantaje. Podían usar la situación.

—Ya sé— dijo Dean con una sonrisa. Todos le pusieron atención —. No usaremos los golpes…o al menos no en exceso.

—¿Será algo psicológico?

Dean asintió.

—Necesito que sean leves con el maltrato.

—¿Cómo?

—Quiero otro marginado.

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