42. Armadura

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Dean se aferraba a Lana en un abrazo asfixiante, sus dedos se clavaban en el dorso de su hermana, mientras él gritaba.

Ella estaba inmóvil, con la mirada perdida, respirando lentamente y aguantando las lágrimas. Se limitaba a observar cómo sus padres intentaban calmar a Dean qué se encontraba en shock con una posible taquicardia, a la vez que trataban de que la soltara.

La noticia repentina de sus padres, el estado de Dean y el griterío en la habitación le dejó una sensación de miedo, dejaba todo en perfecto orden para que ella también entrara en ese episodio, pero no cedía, estaba en trance.

«Es mi culpa que enviaran a Dean aquí» se decía a sí misma con un nudo en la garganta, sabiendo que él no había hecho nada.

-Hijo -dijo Maden mientras tomaba el rostro de Dean, y Miranda despegaba sus brazos de Lana.

Él se aferró esta vez con más fuerza, a lo que Lana pegó un grito desgarrador y clavó sus uñas en la cara de Dean para que la soltara.

-¡Hey! -reclamó Maden a su reacción.

Su hermano apartó sus manos, a la vez que levantaba un poco de la blusa roja de su hermana. El momento dejó expuesta a Lana del dorso con algunos moretones grandes.

-¡Espera! -exclamó su madre que nuevamente levantó su blusa a una altura considerable para analizar aquellas manchas moradas.

-¡Suéltame! -gritó mientras se alejaba de ella.

Maden y Miranda se sorprendieron por el comportamiento de Lana.

-¿Por qué tienes moretones ahí?

-¿Cómo qué moretones? -preguntó Maden, mientras giraba su cuerpo hacia Lana.

Su mamá se acercó a Lana y ella le apartó la mano que veía con intenciones de repetir la acción.

-¡Me caí! -respondió agresivamente.

Dean calló sus sollozos y se arrinconó hasta dar con su cama. Sus padres se alejaron un poco de él y se acercaron a su hermana que ponía sus manos por delante atenta a otro paso.

-Lana, eso no es de una caída -dijo su madre.

-Eso te lo hizo alguien más, Lana.

Ella negó con la cabeza. Miranda y Maden se miraron en silencio.

-¿Fue acaso ese idiota de allá?-dijo su padre que señalaba a Dean con un dedo.

Dean levantó la mirada asustado hacia él y luego se cruzó con los ojos empañados de Lana.

-¡Yo no fui! -gritó Dean al silencio que lo acusaba.

Dean se levantó y en un arranque corrió hacia la puerta. Su padre lo tomó del cuello de la camisa que traía.

-¡¿Fue él, Lana?!-dijo su padre que lo acercó a la conversación bruscamente.

Lana miraba como su hermano la observaba esperando que ahora dijera la verdad, pero de ella no salía una palabra.

Lana no podía culparlo una vez más. No porque pensaba en su inocencia en ese momento, sino porque personas como él son las que le habían dejado esas marcas, personas como él merecían ser expuestas.

-¡No te atrevas a mentir! -gritó Dean -¡Di la verdad!

A Dean lo adoraba, lo defendería, así lo había demostrado. Es por eso que quizá era el momento de decir la verdad, sus compañeros la habían golpeado tanto, y no deseaba volver a pasar por eso, el dolor de los golpes era tan fuertes, que buscaba que alguien la salvara.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora