11. Castigo

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—¡Hey! —llamó la atención el entrenador desde el cancel del almacén —¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?

«Maldita sea. Joder ¿Por qué interrumpen en este momento?» maldijo Dean forzando su cabeza del coraje. Lentamente guardó el taser.

«Gracias, gracias, gracias» dijo Ebi que se sentía obligada a arrodillarse ante el entrenador por haberla salvado.

Él espero cruzado de brazos. Dean se las ingenio y justificó lo que estaba sucediendo, mientras miraba a Ebi para mantenerla asustada.

—Es que la directora nos ordenó limpiar porque nos metimos en problemas, pero cuando Ebi agarró una cuerda e intentó ponerla hasta arriba el estante se vino abajo. Yo por instinto me tuve que agachar y por eso ella se asustó. Se siente culpable de que esto haya pasado.

El entrenador bufo exhausto, después de escuchar tan rápida respuesta le lanzó una mirada indiferente a la culpable.

Dean miró a Ebi esperando que corroborara, apenas levantó la mirada se sintió asustada, solo asintió.

—Bastante con lo que pasó hace dos semanas con los directores, Ebi—se quejó mientras ponía una mano en su frente—Lo de tu descuido con tu mano, y ahora esto.

—Lo siento —logró decir en su defensa.

—Salgan de mi almacén, su receso está por terminar.

Dean se levantó seguido de Ebi que se agachó para librarse del estante, el entrenador la hizo a un lado una vez que se incorporó, pero la detuvo al agarrarla del cuello de la blusa.

—Primero levanta la silla —dijo él soltandola para que lo hiciera rápido. Ella, sintiendo su mirada, la levantó sin replicar —¿Y qué es eso?

Ella miró lentamente a donde señalaba, eran los escupitajos de Dean.

—Baba.

—¿De quién? —Ebi miró hacía el cuello de Dean y apartó la mirada al suelo. Él levantó el dedo para señalarla.

—Limpia eso, Ebi —dijo el entrenador. Dean rápidamente le extendió un pedazo de papel. Solía actuar servicial en situaciones así para que Ebi se viera obligada a hacer lo que le mandaran sin que el profesor pensara en Dean para cooperar. Era su pequeña estrategia.

Ella, agarró el papel —humillada— y limpio los escupitajos que estaban batidos en el suelo, sujetaba el papel con fuerza mientras la mirada del entrenador seguía sus movimientos para asegurarse que limpiará la asquerosa escena.

—Rápido —sopló Dean.

Ella se puso tensa y comenzó a respirar un poco lento. Se levantó y miró al entrenador a punto de llorar. Él ignoró su triste mirada y frunció el ceño al observar su almacén desordenado.

—Los dos ordenarán los estantes, y limpiarán el almacén después de clases.

«Perfecto» celebró Dean.

Ebi se asustó al escuchar su castigo y miró fijamente al entrenador tratando de decir algo, sus ojos se empañaron y sus labios se tensaron.

—Por el amor de Dios, Ebi, deja de observarme así si no dirás nada. Das miedo.

Ella si tenía algo que decir, todo en ella lo pedía a gritos, pero al ver que resultó desagradable para el entrenador, sólo miró al suelo.

—Nosotros nos encargaremos, entrenador. —contestó Dean.

Él asintió y les dio la espalda dirigiéndose a los marcadores que estaban abarrotados de pintura amarilla.

Ebi, por su parte, rápidamente se encaminó a la salida con la mirada baja, cuando abrió la puerta para salir Dean gritó su nombre para que se detuviera, pero ella se apresuró a salir asustada —sabía que le haría algo— Dean sintiendo que mandó al carajo su llamado, se acercó, tomó su cabello con fuerza, la agachó y la arrastró a su lado nuevamente como había hecho hace rato, puesto que todavía no había terminado con ella.

Ebi lloró una vez que la sujetó, y él, jaló más fuerte de ella, no para acelerar, sino que la movía bruscamente de un lado a otro sólo para causar dolor.

Él sabía que no habría alguien en el pasillo, los profesores estaban en su sala y los prefectos a esta hora tomaban para pasar el rato en algún salón desocupado.

Ebi cada que cerraba más sus ojos, empujaba sin querer sus lágrimas al borde de la salida, donde afuera, solo reflejaban lo que sentía y lo que verían los demás, sería algo normal en ella, siempre estaba triste y eso a nadie le importaba. Era normal, así esa era su vida.

Algunos alumnos pasaron repentinamente, y si Ebi captaba su atención solo recibía burlas. Unos gritaban “tirala al suelo" y otros solo se reían de como la jalaba bruscamente.

Al llegar al salón, la soltó y empujó sin importar donde cayera. Para su suerte fue en un pupitre, donde se pudo sujetar evitando algo que pudiese salir peor.

—Que caballeroso Dean, la escoltaste hasta el salón —se burló Aria.

Ebi se levantó sin saber qué hacer. Algunos la miraban burlones.

Dean sonrió y se acercó a ella mientras retrocedía e intentaba mantener la distancia.

—¡Ya golpeala, Dean! —gritó extasiado Adrian.

Y sucedió, Ebi no pudo reaccionar cuando Dean la abofeteó. Sus defensas eran muy lentas y con trabajo podía mantener sus fuerzas a un nivel considerable para determinar que estaba bien. Cuando volvió a mirar hacia él mientras retrocedía más rápido, cayó por culpa de Joe que le puso el pie.

—¡Pateala Joe! —aconsejo el grupo de chicas al unisonido.

—¡No, dejensela a Dean! —corroboro Aria.

—¡Dean es mejor!

—¡Mejor los dos!

—¿Por qué no todos? —sugirió Dean.

Si, sé que pueden decir que la historia es algo exagerada (aunque no es así: a veces la realidad supera la ficción) el chiste es dejarles una sensación (ya sea duda, tristeza, tensión etc

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Si, sé que pueden decir que la historia es algo exagerada (aunque no es así: a veces la realidad supera la ficción) el chiste es dejarles una sensación (ya sea duda, tristeza, tensión etc.).

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—DenniZ

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