𝟢𝟦. 𝐸𝓋𝒾𝒹𝑒𝓃𝒸𝒾𝒶

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Ebi se intentó levantar del suelo, pero esa acción no resultó fácil. Sus brazos no soportaron su peso y volvió al suelo. Su cuerpo se encontraba débil después de tantos golpes, además de que sus brazos extremadamente flacos no ayudaron de mucho.

Pasado un instante, decidió apoyarse en sus rodillas. No miraba hacia arriba, no era capaz, se encontraba avergonzada. Puso sus manos en el suelo sin dignidad y observó con tristeza su reflejo en el suelo. Ella limpió con la mano el jugo de limón para evitar verse. Estaba enojada, sus labios temblaban de rabia.

«Cobarde» dijo repetidamente en su cabeza, refiriéndose a sí misma y a cada uno de sus compañeros de la media superior.

Ebi nunca le faltó el respeto a alguien en la escuela para que fuera tratada así, a ella le enseñaron a ser siempre amable para ganarse el cariño, en especial de los padres. Pero poco a poco se daba cuenta de que eso mismo la llevó hasta donde se encontraba.

Sí, había tenido un percance con Dean al entrar a clases, incluso tenía un pasado oculto con él. Un pasado que incluía a los dos mejores amigos de Dean: Joe y Uniel, pero nadie estaba dispuesto a hablar a fondo. Ebi no decía nada por miedo, y ellos no decían nada para no manchar su imagen en Amtoba.

A Ebi le importaba mucho los motivos de Dean para molestarla, pero últimamente lo único que se preguntaba era por qué casi toda la escuela se unió para hacer lo mismo que él. Ebi pensaba que quizá sus compañeros lo hacían por miedo, o en el peor de los casos, por diversión.

Así que ella sólo se limitaba a especular, ya que si sus compañeros se regían por la primera hipótesis entonces entendería. Nadie quiere ser el o la marginada de la escuela.

Ebi creía ser la persona ideal para que alguien desquitara el enojo de sus días en ella. Sabía que era una chica tonta, lenta y estúpida. Hasta su cuerpo lo denotaba, era débil y escuálida.

«No soy alguien importante» se dijo

Por un momento intentó darse ánimos a sí misma -al saber que quizá ella podría ser su propia amiga- y gracias a eso se dio cuenta que solo estaba ella para sí misma. Es decir, nadie, porque ella sabía que no era nada. Toda la situación le recordó lo sola que estaba y sabía que así era. Nadie iba a hablar en su defensa, y si ella intentaba pelear contra el sistema de Dean sólo le iría peor. Lo único que podía hacer era ver hasta dónde la llevaba todo este dolor.

Su interior se encontraba repleto de comentarios dolorosos, aunque ella tratara de evadirlos se encontraban presentes como una marca en su mente.

-Yo no les hice nada -se quejó mientras comenzaba a llorar. Las gotas cayeron al igual que la gotas de sangre de su nariz.

«¿Qué haces ahí?» Se dijo a sí misma. Recuerda que Dean siempre quiere limpiar la evidencia.

 Recuerda que Dean siempre quiere limpiar la evidencia

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Se levantó como pudo, avergonzada. Se dirigió rápidamente al almacén, donde sacó una cubeta con agua, jabón y un trapeador.

«Vamos, borra todo sino te golpearan» Se reprendió.

Ebi comenzó a trapear el jugo de limón. Lo hizo con coraje y por ende más rápido, pero fue bajando la velocidad, no quería limpiar todo. Ella se sujeto del trapeador y se dejó caer un poco mientras volvía a llorar.

«Vamos marginada» se apresuró.

En cualquier momento alguien podría llegar. Limpió rápidamente sus lágrimas y su nariz, metió las manos a la cubeta y se enjuagó. Sujetó el trapeador, pero solo para dejarlo caer porque se enfocó en ella, fue por su bolsa de maquillaje que estaba tirada cerca de las gradas y se maquilló. Los golpes desaparecerían.

Ella no quería eliminar la evidencia, pero tenía que hacerlo.

De pronto, la puerta del gimnasio se abrió con rapidez interrumpiendo sus pensamientos.

-¡Ay!- exclamó sorprendida la directora.

Ebi levantó la mirada y se encontró con la directora que trataba de evitar que su gremio escolar pusiera un pie en su escenario de humillación. Sin embargo, ellos rebatieron contra los empujones de la directora y lograron ver un poco lo que pasaba.

-¡Oh Dios!- exclamó el director principal-¡¿Directora ¿Qué es esto?! ¡¿Por qué esta chica está aquí así?! -la señaló despavorido.

-¡No no, tranquilo director!-intentó calmar.

Los hombres se acercaron para observar, todos ignoraron a la directora. Entonces Ebi supo que no se tapó a tiempo todos los golpes de la cara, porque del cuerpo estaba tapada.

-¿Estás bien?-preguntó el director como si fuera a sacar la respuesta de la cabeza de Ebi. Pasó su pulgar debajo de su ojo, la base apenas se quitó, pero ella apartó su mano para que no descubrieran lo que pasaba.

-Es algo mío-dijo rápidamente para que la culpa caiga en ella.

-Sí, problemas de adolescentes-dijo la directora con un mal intento de arreglarlo.

-¿Problemas de adolescentes?-el director casi abrió la boca de indignación-¡Señora esto es acoso!

-Disculpe, no quise decir eso- ella miró a Ebi -Pero no sé qué está pasando. La última vez, el caso de una alumna comenzó así y era mentira, necesita ser investigado-dijo tratando de obtener compasión y así evitar hábilmente los reclamos.

-¿Por qué esperar?-escupió el director más que enojado-Puede que su escuela sea muy buena y tenga lo necesario para ayudar al alumno a desarrollarse, pero esto -señaló a Ebi- Esto la posicionará en el puesto número uno de las peores escuelas.

Todos lanzaron una mirada de indignación a la directora. Ella mirándolos fijamente sin saber que decir, sujetó a Ebi suavemente del brazo.

-Lo sé muy bien director, pero debido al último incidente primero tengo que investigar que no sea mentira- dijo cabizbaja -Ella tiene que ser veraz. Sabe que es una acusación y un tema delicado.

-Revise todo- dijo el director apuntando con un dedo las cámaras -Revise todo si no quiere que esto se sepa...si es que es lícito

Ella asintió

-La llevaré a la enfermería- dijo algo nerviosa a su amenaza -Después podremos seguir con el recorrido de la escuela.

-No hay nada más que hacer- contradijo el director -Nosotros ya nos vamos.

Antes de que la directora pudiera protestar, ellos con firmeza, aclararon que hablaban en serio mientras se dirigían a la salida.

La directora siguió a los hombres, pero ellos interrumpieron su paso gracias a las puertas. Una vez que estas se cerraron en su cara, desvió la mirada momentáneamente para tragarse su argumento defensivo

-Ve a la enfermería y después ven a mi oficina- sentenció sin siquiera ver a Ebi.

Cerró con fuerza la puerta, provocando un fuerte sonido, un sonido cualquiera, pero no para Ebi, para ella fue más un estruendo de dolor.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora