35. Un Buen Trato (2/4)

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-El acoso es malo -expresó Joe.

Él se encontraba sentado con una posición sumisa: estaba un poco encorvado y tenía las manos reposando entre sus rodillas.

-Llegué a sufrirlo, es por eso que me cambié a esta escuela. Si no podía controlarlo es la única opción que me quedaba.

Los psicólogos escuchaban con atención a Joe. Aquel rostro bien cuidado no reflejaba muchas expresiones, pero él se expresaba más a través de palabras de una manera muy clara

-Confieso que me siento cobarde con eso. Pero siendo honesto, creo que fue la mejor decisión que tomé.

-¿Puedes decir que eso terminó al venir a Julieta Tam?

Él levantó rápidamente la mirada y apretó sus labios mientras asentía levemente.

-¿Qué sentiste al llegar a la escuela?

-Un gran respiro. Hasta pude hacer amigos nuevos.

Joe mostró una sonrisa tímida.

Los psicólogos comenzaron a anotar y a pasarse algunas hojas, a lo que Joe aprovechó para relajar su cuerpo.

Estaba mintiendo: él no tuvo amigos cuando se cambió a Julieta Tam. Era muy arrogante con la gente nueva, pues sabía que podía tomar esa actitud por su manera de resaltar en el fútbol, su deporte favorito. Además de ser bueno en Física.

Si pudo hacer amigos en la escuela, fue gracias a Uniel y a Dean

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Si pudo hacer amigos en la escuela, fue gracias a Uniel y a Dean. Que llegaron días después a Amtoba.

Joe había sido el primero en salir de Neimenia, llegó a un pueblo lejano, acompañado de sus tíos -quienes lo cuidaban desde que sus padres murieron- y fue inscrito en Julieta Tam. En ese tiempo, él se la pasaba todas las clases solo, pensaba una y otra vez sobre su estadía en el tutelar de menores. Planeaba a toda costa esconder su pasado, y toda su familia se encargó de respaldar su reputación con un buen soborno de por medio.

-¿Alguna vez presenciaste acoso en la escuela? -preguntó Leo, sacando a Joe de sus pensamientos.

Joe asintió con la cabeza. Él cambió de posición a uno un poco tenso, elevando su mentón y dibujando una leve sonrisa

-Claro que sí -admitió. -Pero sólo con las personas que se lo merecen.

Marcus pegó su cuerpo al respaldo de la silla ante la respuesta tajante y lo miró fijamente.

-¿Cómo?

-Digo, a los que golpean a otros.

Marcus volvió la mirada a su laptop.

-Quiero decir, una vez en el club de fútbol un chico me golpeó y mis amigos me defendieron. Era un chico que no soportaba que los demás lo superaran en los entrenamientos. Con todos se llevaba mal y comenzaron a molestarlo.

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