15. Siempre Vas a Llorar

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Joe y Dean voltearon como si alguien los hubiera llamado, Uniel dio un paso al frente victorioso y Ebi se preparó para salir corriendo de ahí. Cuando Uniel se acercó más, Ebi no lo pensó dos veces y lo empujó para luego correr.

—¡Rápido Uniel!—ordenó Dean.

—¡Ayúdanos Uniel!—gritó Joe a su compañero que apenas se levantaba del suelo y se unía a ellos.

Antes de que Ebi pudiera seguir, Dean fue como siempre más rápido. Y la sujetó de la muñeca para después girarla y aventarla contra la pared.

—¿A donde ibas?—dijo Dean con la típica mirada que compartían todos sus compañeros hacia ella: odio. Sólo que la de él, era la que más temía.

Uniel y Joe al alcanzarlos, se unieron con una sonrisa malévola. Nuevamente sus dos camaradas seguían su paso, más para impresionarlo que como apoyo de amistad.

¿Qué tenía de especial? ¿Cómo es que una sola persona podía controlar a otras y cambiar su punto de vista, a la que él quería que tuvieran? Ebi no sabía exactamente. Tampoco sabía si todos sus compañeros que lo seguían eran muy tontos o Dean muy inteligente. Sin duda tenía el poder de controlar a los demás.

Una fuerte bofetada sacó a Ebi de sus pensamientos, apenas reaccionó miró a Dean con furia mientras las lágrimas comenzaban a merodear por sus mejillas. Las que no quería que volviesen a ver ellos porque se avergonzaba.

—Chicos—dijo Dean mientras disfrutaba ver a Ebi llorar—Llevemosla al gimnasio, tenemos mucho que limpiar.

Dean marcó el camino junto con sus amigos que cuidaban que nadie los sorprendiera en la partida de su acto de diversión. Sujetó del cabello a Ebi y la hizo bajar las escaleras a su lado.

—Y más te vale no llorar delante del entrenador.

—Si—dijo Ebi mientras miraba el piso y se limpiaba rápidamente las lágrimas.

Miró a ambos lados en busca de un profesor y por suerte había uno, Dean rápidamente la soltó y aceleró el paso para disimular. Ella miró al profesor intentando pedir ayuda, pero éste sólo le respondió con una mirada de despedida y se marchó.

Al llegar al gimnasio, abrieron la puerta y empujaron a Ebi para que se apresurara.

—Ah, ahí están—dijo el entrenador saliendo del almacén con dos trapos.

Al acercarse todos les entregó los trapos a Ebi y a Dean.

—Ahí está la cubeta para los trapos y el trapeador—explicó él—Cuando terminen se podrán ir. Mientras, yo iré con la directora a arreglar un asunto.

—¿Pueden estar mis amigos aquí?—preguntó Dean.

—Mejor para ustedes si les ayudan—contestó él.

—Pero usted no lo pidió a nosotros—argumentó Ebi en voz baja.

—Ay Keynes—se quejó—Mientras más sean mejor. Agradece que quieran ayudar.

Ebi suspiró sin volver a replicar y se acercó a los estantes, se puso en cuclillas y comenzó a limpiar la suciedad.

—Espero no tardar—comunicó el entrenador. Tomó unos papeles que estaban en las gradas y se marchó.

Al momento que se escuchó la puerta cerrarse, Uniel y Joe deslizaron la puerta del almacén hasta cerrarla. Dean se acercó y se paró a lado de Ebi para después ponerle la suela del zapato sobre la mejilla y empujarla con el mismo pie.

Ebi sólo se tocó el rostro para no forjar los problemas y se alejó un poco de él mientras comenzaba a llorar aportandole fuerza innecesaria al trapo por el miedo que tenía. Dean al ver que no hizo caso la sujetó de la muñeca impidiendo que siguiera su labor y sacó su taser de su bolsillo.

—Ya—dijo tratando de soltarse de él mientras miraba el taser.

Dean hizo de las suyas, sin hacer caso a sus súplicas lo prendió y se lo pegó al pecho.

—¡Ya!—gritó con lágrimas en los ojos mientras instintivamente se levantaba y se alejaba de él. Los tres se acercaron amenazantes.

Las acciones de los chicos estaban siendo algo lentas, era algo que solían hacer a propósito para atormentar a Ebi, pues fácilmente podían golpearla entre los tres desde que el entrenador se marchó.

—Ebi—llamó Dean mientras se acercaba a ella hasta quedar a centímetros de su rostro—La vez del gimnasio está alertando a todos. ¿Sabes qué significa?

Ebi se quedó callada y esquivo la mirada grotesca de Dean. Él se acercó a la cubeta, se agachó para meter su mano y una vez mojada se volvió a acercar a ella para abofetearla.

—¡Te estoy hablando!

—No sé lo que significa—dijo rápidamente a Dean mientras sus lloriqueos se hacían más presentes y clavaba la mirada en el piso.

—Los profesores te odian y si no lo hacen lo harán. ¿Entiendes? Así que no quieras hacer otra puta escena de lloriqueo delante de alguien más.

Lo que decía Dean era verdad, los profesores la iban a odiar, gracias al interrogatorio que impuso el director de la otra escuela, donde podría dejar sin empleo a varios.

Ebi se quedó callada mientras pensaba, a lo que Dean volvió a darle otra bofetada

—¡Ya!—gritó mientras no soportaba y empujaba a Dean de sorpresa.

—Uhh—abuchearon al unisonido Uniel y Joe.

—¿Qué te crees?—contraataco eufórico Dean. Molesto por la bofetada en clase y ahora por el empujón.

Dean la sujetó del cabello con fuerza y la tiró al piso, una vez ahí, antes de que pudiera defenderse, sus cómplices corrieron hacia ella y después le patearon el abdomen y la espalda. Ebi no podía ubicar a Dean entre la tenue luz del almacén, hasta que escuchó su voz que le pedía a sus amigos que dejaran de golpearla y se agachó un poco para verla. Ya podía verlo mejor.

—No volveré a hacer diseños—dijo Ebi mientras lloraba. Sabía que era lo que quería escuchar.

—¿Qué más?

—No volveré a levantar la mano.

—¿Eso es todo?

—No volveré a golpearte. Perdón.

Todos dieron visto bueno al ver como Ebi se ponía debajo de ellos psicológicamente. Ella comenzó a llorar de nuevo con un quejido más ruidoso, los demás pusieron los ojos en blanco tras tener que escuchar un llanto tan patético, tan débil..

—Deja de llorar o te saco el aire—dijo Dean.

Ebi escuchó la amenaza de Dean, pero el llorar era algo que exclamaba salir y aunque Dean supiera perfectamente que no se estaba burlando de su amenaza, de igual forma se enfureció. Agarró de la camisa a Joe y se puso en su lugar quedando delante del estómago de Ebi, él tomó impulso y la pateó. Ebi sintió un fuerte dolor recorrer su cuerpo y comenzó a respirar con dificultad.

—Nunca te dejaremos en paz. Así que vete acostumbrando.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora